miércoles, 16 de septiembre de 2015

Unas palabras del autor

Hace aproximadamente un año por estas fechas que publicaba el primer capítulo de esta historia. A raíz de leer un artículo sobre la banda Mid Night Club, me quedé totalmente fascinado con su historia. Se trataba de uno de los clubes de corredores callejeros más elitistas de todo Japón, sólo los mejores eran admitidos en él. De hecho, sólo tuvieron una derrota, un tal Hiro, con un 300ZX de 800 caballos fue el primero y único que los derrotó. Su notoriedad era tan palpable que revistas especializadas en tuning de Japón cubrían las batallas de estos pilotos como si se tratase de Grandes Premios, alcanzando repercusión también en el extranjero (revistas danesas y británicas, así como el periodista de televisión inglés Jeremy Clarkson).

Fue a partir de aquí cuando empecé a hilvanar una serie de hechos reales con otros totalmente ficticios. Toshi y Hiro sí fueron miembros reales del Mid Night Club, Kazuhiko "Smokey" Nagata fue -supuestamente- uno de los miembros originales del Club, y existió realmente un 911 llamado "Yoshida Special" aunque desconozco si su nombre era Masao, así como su profesión. Tampoco sé si Akira Nakai tuvo relación con ellos, pero me parecía una buena idea incorporarlo al elenco de personajes. En otros aspectos, me he inspirado en personaje de series anime como "Wangan Midnight" -principalmente- e "Initial D".

Lo cierto es que el secretismo que rodeaba al Club, así como un aura de epicidad y misterio que aún hoy rodea a la banda, lo convertían en un tema muy atractivo para escribir una historia. La búsqueda de la máxima velocidad, con desprecio de otras modalidades de carreras ilegales que consideraban para débiles (frase dicha por uno de sus miembros), el encubrimiento de las batallas mediante anuncios en periódicos, el cumplimiento de una especie de código ético en el que se valoraba la seguridad del resto de conductores, suponiendo su incumplimiento la expulsión del club (y que también causó su disolución) o el castigo a quien llevase insignias del club sin ser miembro de pleno derecho fueron hechos reales que han sido contrastados.

A la hora de diseñar los personajes principales, "Devil" y Laura, Me surgieron pequeñas dudas secundarias. En principio, tenía muy claro que el protagonista iba a ser un ingeniero que era enviado a Japón a trabajar. El problema fue la elección del coche que iba a conducir en su etapa pre-japonesa. El primer candidato iba a ser un Alfetta GTV6, pero al final me decanté por el Rover. Lo que buscaba con este personaje era mostrar la dualidad de una persona: en un campo de su vida puede gozar de éxitos (reputado y respetado piloto ilegal e ingeniero) mientras que en otro, su vida puede ser un desastre.

El personaje de Laura me planteó en primer lugar la duda sobre que carrera iba a estudiar. Medicina, Biología... al final me decanté por Química. Ella representaría a una mujer compasiva, dulce y cariñosa, fuerte, pero a la vez muy frágil, que tras haber vivido una vida llena de penurias y soledad, descubría en la persona de "Devil" un poco de felicidad. En algún momento se llega a sentir despechada y traicionada, pero es capaz de perdonarlo todo si ve arrepentimiento sincero en quien la ha lastimado. Es una de esas personas que no tienen odio en su corazón.

Bueno, ahora me gustaría comentar un par de cosas que podemos considerar "escenas eliminadas". Allá van:
- Tenía pensado escribir una escena en la cual "Devil", en su época universitaria, se lanzaba a toda velocidad por una carretera, con una temeridad manifiesta, para llegar puntual a una cita con Laura. La cita sería en un mirador, donde ella estaría esperándolo apoyada en su coche (barajé la idea de que ella condujese un Seat 1430 Sport "Bocanegra"). Sería un homenaje al corto "C'était un rendezvous".
- En su época universitaria, Laura tendría crisis de ansiedad y tendencias depresivas. Deseché la idea, preferí que Laura fuese un personaje fuerte, aunque se mostrase frágil ante la gente en la que confiase. Iba a ser una chica tímida y retraída, pero preferí que fuese sociable, segura de sí misma y amable, aunque a los ojos de "Devil", esa seguridad en si misma de Laura al hablarle ella a él -muy interesada en conocerle- le pareciese superioridad.
- Laura y "Devil" sobrevivirían al ataque terrorista que sufrió el metro de Tokyo en 1995.
- La hija de los protagonistas iba a llamarse Andrea.

Para finalizar, gracias a todos los que hayan leído esta historia.


domingo, 5 de abril de 2015

Epílogo: Verano de 1988.

Ya habíamos acabado los exámenes, era un jueves. Laura y yo nos habíamos quedado en el colegio mayor unos días más para consultar las listas de las notas. Yo ya tenía todos mis resultados, había aprobado todo, con unas notas muy buenas. Aquella tarde se me estaba haciendo eterna. Durante el curso, Laura había encontrado un trabajo, cuidaba de un niño por las tardes, ganando un dinero que le venía muy bien. Cómo se organizaba para estudiar y trabajar, era algo digno de elogio y admiración. Salía a las siete de la tarde, fui a esperarla, cuando salió, fuimos a su facultad. Ella estaba bastante nerviosa, aspiraba a sacar una nota muy alta en una asignatura muy complicada. Quería conseguir una beca para el curso siguiente. Cuando llegamos, el profesor estaba colgando en el tablón las notas. Al vernos se giró.
- Buenas tardes. La felicito señorita, ha sacado la nota más alta de la clase. Me ha impresionado.
- Gracias -dijo Laura, algo sonrojada-.
- Que pase un buen verano. 
- Igualmente, profesor.
Laura miró la lista con curiosidad. El número de suspensos era altísimo. Por lo que me había contado, su clase estaba plagada de repetidores, incluída gente que le faltaba sólo esa asignatura para licenciarse.
- Laura, ¿cómo te ha ido?
Ella dió un pequeño salto, se giró sonriendo y me abrazó.
- ¡Genial! ¡He sacado matrícula!
- Me alegro.
- ¿A ti cómo te fue en Física?
- Fue la peor de todas, un 7'5. Pero no me quejo.
Tanto sacrificio y horas de sueño robadas habían merecido la pena. Aquella noche después de cenar, Laura vino a mi habitación. Yo ya tenía todo recogido, listo para irme al día siguiente. Cuando ella entró, parecía algo triste.
- ¿Te encuentras bien? -le pregunté-.
- Sí... Es que pensar que mañana nos vamos y no vernos durante todo el verano...
- Bueno, las clases no empiezan hasta octubre, y yo tengo que hacer la mili los meses de julio y agosto. En septiembre nos veremos todas las veces que lo desees.
- ¿me escribirás desde el cuartel?
- Claro que sí, cielo -en ese momento la abracé-. Cada dos días te mandaré una carta.
Ella me miró con los ojos brillantes y me abrazó con mucha fuerza. Me besó, me dejé llevar y acabamos tumbados sobre mi cama. Ella se incorporó, me miraba fijamente. Ella abrió varios botones de su blusa. Sonriendo empezó a desnudarse, después se tumbó a mi lado, me besó.
- Me gustaría que guardásemos un bonito recuerdo de esta noche.
- Lilí,  ¿Estás preparada?
- Sí. Nunca he estado tan segura.
- Uf, que nervios...
- Ya, yo también estoy muy nerviosa...
- Si notas algo, o te duele...
- No te preocupes.
Ella me abrazó, la besé y entrelacé mis dedos con los suyos, ella me agarraba la mano con fuerza y sonreía.


Por la mañana, ella estaba abrazada a mí, con su brazo derecho rodeando mi torso. Tenía la cabeza apoyada sobre mi hombro y yo la rodeaba con mi brazo. La miré a los ojos y ella me devolvió la mirada. Sonreía. Había sido una noche maravillosa. Me dolía tener que hacer el equipaje y saber que no volvería volver a verla hasta octubre. Por mucho que nos escribiésemos y hablásemos por teléfono, no era lo mismo. 
Cuando dejamos nuestras habitaciones del colegio mayor, ella parecía más triste que yo, alguna lágrima cayó por su mejilla. 
- Laura, ¿cómo vuelves a casa?
- Llamaré a los padres de Paula, se ofrecieron para acercarme.
- Mete la maleta en mi coche, te llevaré yo.
- No, llegarás muy tarde a tu casa.
- Llamaré a mis padres, les diré que voy a acercarte a casa.
- ¿Saben que estamos saliendo?
- Todavía no. 
Ella sonrió. Fui al teléfono público del colegio mayor y llamé a casa. 
- Hola mamá, soy yo.
- Dime.
- Llegaré un poco más tarde de lo normal...
- Vale. Tu conduce con cuidado.
- No te preocupes. Hasta pronto.
Llevé a Laura a su casa, era un piso, vivía a poco más de una hora de la casa de mis padres. Me invitó a entrar. En el mueble que había en el pasillo, donde estaba el teléfono, había una foto. En ella salía una preciosa mujer rubia con un bebé en su brazos. Tenía una sonrisa y una mirada muy dulces. 
- Ésa era mi mamá -dijo Laura-.
- Eres su vivo retrato.
Ella empezó a llorar. La abracé.
- ¿Crees que estaría orgullosa de mí?
- Lo está. Allá dónde esté, estará orgullosa de tener una hija tan buena y tan buena estudiante. Eres el sueño de cualquier madre. Y de toda suegra...
- ¿Tu crees? -dijo sonriendo-. ¿Le caeré bien a tus padres?
- Estarán encantados.
- Bueno, es mejor que te vayas o llegarás tardísimo a casa. Cuando llegues al cuartel, escríbeme, por favor.
- Por supuesto. sólo estaré unos días en casa y después me marcharé al cuartel. No te preocupes.
Me despedí de ella. Salió a la ventana del piso y me hizo un gesto con su mano mientras me subía en mi Vitesse. Hacía poco que lo había pintado, de granate, por consejo de Laura. A pesar de que mi tío le había instalado un kit de carrocería bastante resultón, tenía un alerón estilo Sierra RS Cosworth que desentonaba un poco, pero decidí mantenerlo.


Cumpliendo mi palabra, cuando llegué al acuartelamiento, lo primero que hice tras instalarme fue escribirle una carta. Cuando la envié, la espera por recibir respuesta se me hizo eterna. El día en que el conserje gritó mi apellido seguido de la palabra correspondencia corrí como un poseso hacia su mostrador, cuando vi que el remitente era Laura, me invadió una alegría inmensa. Leí aquella carta unas cincuenta veces. La primera de las muchas que acabaríamos mandando y recibiendo.
Cuando por fin acabé mi estancia cuartelaria, volví a casa. Cada dos días Laura y yo nos llamábamos por teléfono. Eran conversaciones de corta duración, pero suficientes para matar la añoranza que el uno sentía por el otro.
Un día mi madre descolgó el teléfono y me llamó, era Laura. Fue una conversación corta, hacía poco que mi abuela había vuelto del hospital y ella quería preguntar cómo le iba. Al volver al salón, oí un momento de la conversación que mantenían mis padres.
- ... es una chica muy amable, preguntó si estaba el niño, al decirle que sí, me dijo "sería tan amable de ponérmelo". Le pregunté de parte quién y contestó que se llamaba Laura.
Al verme entrar, mi padre me miró interrogante.
- ¿Quién era?
- Una amiga, de la universidad.
- Te llama todos los días -dijo mi madre-. ¿Es compañera tuya de clase?
Me vi acorralado, se me subió el rubor a la cara y confesé.
- Bueno, es mi novia.
Mis padres se miraron entre si. Yo seguí hablando.
- Empezamos a salir juntos a principios de curso. Es muy buena chica.
Saqué una foto de carnet de ella que llevaba en la cartera y se la pasé a mis padres.
- Es guapa, muy guapa -dijo mi padre-.
- Y sus ojos son muy bonitos -añadió mi madre-. Parece muy educada. ¿Por qué no la invitas a tu cumpleaños a comer?
- ¿De verdad?
- Sí, que venga.
Corrí hacia el teléfono. Deslicé el dial del teléfono marcando su número. Tras dos o tres tonos, oí su voz.
- ¿Sí?
- Laura, soy yo.
- ¡Ah! Dime.
- Mi cumpleaños va a ser dentro de unos días...
- Sí, lo sé. Ya te compré un regalito...
- No, no es eso. ¿Quieres venir a comer a mi casa ese día?
- No sé... ¿qué opinan tus padres?
- ¡Ha sido idea de mi madre! Creo que te la has ganado...
- Vale, cuenta conmigo.
- Iré a buscarte. Un beso.
- Te quiero. Besos.
Hasta que llegó el día, estuve muy nervioso. Recogí a Laura en su casa a las 12 del mediodía. Estaba esperándome en el portal. Llevaba un vestido con un estampado de flores. Llevaba una bolsa blanca de papel. Estaba hablando con una mujer. Aparqué cerca de ellas, me bajé y me acerqué a Laura. Ella se giró llena de alegría al verme. Me abrazó con fuerza y me besó. Miró a aquella mujer y me habló.
- Mira, ella es Pilar.
- Encantado.
- Bueno, Pili -dijo Laura-. Te tengo que dejar...
- No te preocupes, ya nos veremos. Cuida de esta chica -me dijo-, es un diamante...
- Claro que sí. Encantado.
Laura me explicó que aquella mujer era la que se había casado con su padre y la madre de sus hermanas. Llevaban una relación de lo más fluida.
Al llegar al portal de la casa de mis padres, Laura me miró.
- ¡Vaya! ¡Qué bonita es tu casa!
- Gracias -dije mientras avanzaba despacito hasta la cochera-.
- Estoy muy nerviosa...
- Yo también...
- ¿Tenéis un Porsche en casa?
- No, debe ser una visita.
Aparqué al lado de aquel Porsche, era un 930, el Turbo, de color plata, con matrícula suiza. Lo miraba mientras daba vueltas a mi cabeza sobre quien podría ser su propietario.


- ¿Sabes una cosa? -preguntó Laura-. ¡Ya tengo el carnet de conducir!
- Enhorabuena. ¿Ya sabes que coche quieres comprar?
- Ojalá pudiera comprar uno. Bueno, podrías regalarme uno como éste...
Se echó a reír. Caminamos hacia la puerta, tan pronto como la abrimos, mi tío Antonio salió a recibirnos.
- ¡Sobrino!
- Hola tío. Ese Porsche que hay fuera, ¿es tuyo?
- Claro. Ahora hablamos de él. Primero preséntame a esta hermosa joven...
- Soy Laura. Encantada.
- El placer es mío -dijo mi tío, dándole dos besos-. Sobrino, vaya novia te has echado, una preciosidad.
Laura se ruborizó ante aquellos piropos. Mi tío siempre fue un bon vivant y un playboy. Mis padres y mis abuelos se acercaron.
- Bueno, familia, ella es Laura, mi chica.
- Encantada -dijo mi madre-. Nos han hablado mucho de tí...
- Espero que hablase bien de mí...
- Sí, claro. ¿Tu que estudias?
- Estudio Química.
- Ya nos han dicho que aprobaste todo con muy buenas notas. Bien hecho -dijo mi padre-.
- Gracias.
El resto de mi familia se acercó a presentarse. Laura le preguntó a mi abuela cómo estaba.
La comida trascurrió con normalidad. A la hora del postre, mis padres me dieron mi regalo de cumpleaños. Mi tío, arreglándose su pelo largo con una mano, empezó a hablar.
- Sobrino, aquí tienes mi regalo.
- Gracias.
Era una caja cuadrada. Estaba envuelto en un papel de regalo azul. Era un reloj, un TAG-Heuer Monaco. Lo miré emocionado y lo enseñé a mi familia.
- Tío, te tuvo que costar una fortuna, te has pasado.
- No creas. A los empleados nos hacen un descuento. Me alegro que te guste.
- ¿Trabajas en TAG?
- Sí, el Porsche puede considerarse coche de empresa. Tienen una especie de acuerdoy nos hacen descuento. Agradece a Brigitte la elección, que yo dudaba...
- ¿Quién es Brigitte?
- Bueno, es una amiga...
- Vamos, que por fin has estado la cabeza -terció mi padre-.
- Puede decirse que sí...
- Gracias tío -dije-, es una pasada.
- Mi regalo te parecerá un poco cutre -dije Laura-.
- No lo creo...
- Toma, feliz cumple -dijo sonriendo-.
Era una cazadora vaquera. Era muy bonita y me quedaba muy bien. Le dí un beso a Laura y me senté de nuevo en la mesa.
Ya habíamos acabado el segundo café cuando mi tío, copa de cognac en mano, me miró.
- Sobrino, ¿quieres probar mi coche?
- Me encantaría...
Él me lanzó las llaves.
- Disfrutadlo, pero a las ocho lo quiero de vuelta.
- Tranquilo. Lo cuidaré.
Laura y yo salimos hacia la cochera atravesando el jardín. Abrí el coche y le aguanté la puerta a Laura. Ella puso las manos de manera que el vestido no se subiera. Cerré su puerta y me subí yo.
- Es tan bajito que tengo miedo de que se me vea todo al bajar...
No pude evitar sonreír al oír aquello, ella dijo un "tonto" y me dio un golpecito en el brazo.
Arranqué el coche, sonaba de maravilla, no era muy fácil de llevar, el lag del turbo era considerable, pero tenía tanta fuerza que parecía que habíamos sido embestidos por un camión.
- ¡No corras! -dijo Laura-.
- Vaya, pensé que no tenías miedo a la velocidad...
- El día en que nos conocimos, me hice la valiente....
Ella sonreía. Bajé la velocidad y, tras unos diez minutos conduciendo, paramos en una terraza cerca de la playa. La camarera resultaba ser una antigua compañera de instituto.
- Me alegro de que te vaya bien en la vida. Menudo cochazo...
- No es mío, es de mi tío. Bueno, te presento a mi chica, ella es Marta, una antigua compañera de clase.
- Encantada Laura. Bueno, me alegro de verte tan radiante tío. Ya nos veremos.
Laura bebía su Coca-Cola por una pajita. La miraba y ella se sonrojaba.
- Me ha encantado tu regalo. Me queda bien, ¿no?
- Sí, te queda genial. ¿no te parece cutre?
- No, me encanta, ya ves que me la puse enseguida.
Ella sonreía. Decidimos volver a casa, Laura quería volver a la suya. Le devolví las llaves del Porsche a mi tío y Laura se despidió de mi familia. La llevé a su casa en mi Rover. Cuando llegamos allí nos despedimos con un beso. Le agradecí de nuevo su regalo y esperé a que ella entrase en su portal. Ella se despidió desde la puerta.
Al llegar a casa, mis padres y mi tío se disponían a cenar. Cuando me senté a la mesa, mi madre fue la primera en hablar.
- Laura es encantadora. Es una chica muy educada. Me gusta para tí.
- Gracias. Es muy buena persona.
Pocas semanas después volvíamos a las aulas de la universidad. Laura y yo volvíamos a estar juntos en casi todo momento. Era la mejor época del año para nosotros.


Laura falleció a los 71 años, víctima de una larga enfermedad. En todo momento demostró una entereza y una fuerza impropios de su estado de salud. "Devil" fallecía a los pocos meses, a raíz de una complicación cardio-respiratoria, aunque llevaba desde el fallecimiento de Laura sumido en una depresión. Por expreso deseo de Laura y de "Devil", una parte de sus cenizas fue esparcida en la bahía de Tokyo. El resto, descansan en el Castillo de Santa Cruz, en Oleiros, lugar dónde se prometieron.




FIN

miércoles, 18 de marzo de 2015

Capítulo 25: Tokyo, 2015.

Era una hora temprana, acababa de meter nuestras maletas en el maletero del GT-R. Laura llegó al garaje.
- ¿Qué haces?
- Meter el equipaje en el coche...
- Ya, pero es mejor que vayamos en el Audi, sino Cristina va a ir muy incómoda.
Tenía razón, saqué el equipaje del GT-R y lo metí en el Audi. Tenía la suerte de tener un garaje de ensueño. Gracias a mi trabajo, podía permitirme tener un Nissan GT-R V-Spec (R35), un Audi RS6 Avant, mi antiguo Fairlady Z32 y un Nissan 240Z que bauticé como "Sayumi" ("princesita" en Japonés). El 240Z fue un amor a primera vista, leí un anuncio de que se vendía uno, necesitaba una restauración completa y le faltaba el motor. Construí una réplica del Z432R, una edición limitada de los 70. Para eso, tiré de mis contactos en Japón, que me enviaron un motor de seis cilindros y dos litros procedente del GT-R "Kenmeri", una caja de cambios y un diferencial a juego, así como unos bonitos aletines atornillados y unas preciosas llantas RS Watanabe. Ese Z lo preparé y corrí con él algún rallye de históricos en la categoría de regularidad. Mi viejo Vitesse, descansaba en casa de mis padres, de vez en cuando daba una vuelta con él. Laura le tenía un cariño especial. A pesar de todo, y aunque conducía un auténtico deportivo como el R35 V-Spec, no olvidaba a mi antiguo R32. Me despertaba la curiosidad saber si aún existía o si languidecía en algún desguace.
Mi tiempo libre, aparte de restaurar aquel 240Z y de disfrutar de mi familia, también lo dediqué a construir maquetas. Hice réplicas de los coches de mis compañeros del Mid Night Club, el de Masao, Hiro, Kenji y también mi R32.
- Papá, ya estoy lista.
- ¿Tu madre dónde está?
- Revisando que todo queda en orden.
Tan pronto como acabó de hablar, mi hija se subió al coche y su madre apareció. Le abrí la puerta y arranqué. Aunque conducía coches potentes, había perdido aquel deseo de ser el más rápido de la autopista. Me seguía gustando conducir rápido, pero me reservaba para los circuitos de pruebas o para tandas en track-days. Miré a Laura, sonreía de manera nerviosa, los viajes en avión no la entusiasmaban. Cristina parecía algo nerviosa, desde el retrovisor la veía mandar mensajes de whatsapp.
- Dicen las niñas que tengamos buen viaje.
- Dales las gracias -dijo Laura-.
- ¿Tenéis ganas de volver?
Laura me miró, sonriendo, yo la miré. A pesar de que nuestra hija conocía gran parte de lo sucedido en Japón, ella no sabía que nos intentásemos divorciar. Encendí la radio, miré a Laura, ella como si me leyese el pensamiento, asintió.


- Cielo, dijo Laura, girándose hacia el asiento trasero, hay una cosa que no sabes.
- ¿El qué? -contestó Cristina-.
- Tu madre y yo tuvimos problemas en Japón, antes de que tu nacieras.
Laura me echó una mirada en la que podía leer que pusiera cuidado en lo que decía.
- Yo estaba metido en una banda de carreras ilegales. Un día se lo confesé, y le prometí dejarlo.
- Ahh.
Laura suspiró largamente, yo seguí conduciendo.
- Papá, una preguntita...
- Dime.
- ¿Cómo conseguiste que mamá te dejase ir de tandas a circuitos.
- Pues por que un circuito es más seguro que la autopista -dijo Laura-.
Llegamos al aeropuerto, al sacar las maletas, miré la pegatina del Nordschleife. Había ido el verano anterior. El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos. Era Paula, nos llamaba para desearnos buen viaje, como Laura tenía el móvil apagado me había llamado a mí.
El viaje hasta Tokyo fue largo, muy largo. Había sido agotador. Tomamos un taxi hasta nuestro hotel, al llegar llamé a Kazuma cómo habíamos acordado. A la tarde siguiente, quedaríamos para volver a vernos.
Al día siguiente, la mañana la dedicamos a hacer turismo por Tokyo. Cristina alucinaba, tenía la sensación de estar en otro planeta, lo mismo que había sentido yo en su día. No dejaba de sacarse fotos y selfies. Queríamos enseñarle una sala de juegos enorme, dónde había las máquinas que son una grúa para coger regalos. A diferencia de lo que se estila por aquí (peluches del todo a cien), allí los regalos eran muñecos de series manga. Cristina quería uno, lo intentaba con toda su maña, pero era imposible. Se le acercó una chica con uniforme de instituto, le sonrió y le pidió por gestos si le dejaba jugar. La chica sacó un muñeco a la primera, y se lo dio sonriendo. Mi hija me llamó para que hiciese de intérprete.
- Cris, la chica dice que te vio jugando y quería ayudarte. Es un regalo para tí.
Cristina se acercó a ella y le dio un abrazo, la chica no dejaba de sonreír. tenía una larga melena morena y unos ojos muy expresivos.
- Asuka, ¿has acabado ya?
Al oír ese nombre, me giré rápidamente. Era la madre de la chica. La mujer se quedó mirándome.
- ¿Devil? -preguntó confusa-.
- ¿Asuka?
Ella se acercó a mi cogiendo a su hija de la mano. Cuando estuvo en frente nuestro, hizo una reverencia. Le contestamos y ella empezó a hablar.
- ¿Has vuelto?
- Sí, pero por poco tiempo.
- Me alegro muchísimo de verte. Ya veo que nuestra hijas se han conocido. Un placer.
- Igualmente Asuka, cuídate.
Ellas se marcharon sonriendo. Laura me miró con curiosidad.
- ¿Quién era?
- En su día competí contra ella. Devil era mi apodo en el mundillo.
Creo que Laura notó que al hablar de mi paso por el Mid Night Club hacía sentirme avergonzado y dolido. Noté que me tocaba en el hombre.
- ¿Seguimos el paseo?
- Sí -dijimos Cristina y yo al unísono-.
Tras la comida, Kazuma vino a recogernos al hotel. Volver a nuestro antiguo barrio me produjo una sensación especial. La casa en la que habíamos vivido seguía igual. Miré al balcón, por un instante recordé el intento de suicidio de Laura. En ese momento sentí que las piernas cedían y tuve que apoyarme en el coche. Laura también estaba muy emocionada, se acercó a mí corriendo.
- ¿Te encuentras bien?
- Sí. Es la emoción. Acaba de venírseme a la cabeza un mal recuerdo...
- Ya...
Cristina sabía la historia del aborto y la depresión de Laura. Se acercó a nosotros y me abrazó, después hizo lo mismo con su madre.
- Mami, ¿estás bien?
- Sí. Es la nostalgia. Vivimos momentos malos, pero también muy felices ahí dentro.
Mientras decía eso, acariciaba el pelo de Cristina, luego la besó en la frente. Me miró, con aquella mirada me dijo más cosas que con palabras, dibujó una sonrisa.Siempre le dije que sería la mejor madre del mundo, lo había conseguido. Cristina y ella tenían una complicidad tal, que en muchas ocasiones su relación parecía más de amigas que de madre e hija, sobre todo en temas en los que cómo hombre, yo poco podía hacer. Eso sí, cada vez que la veía hablar de chicos, me entraba una sensación extraña y me preguntaba que intenciones tendría ese chaval para con mi hija.
Kazuma nos hizo entrar, fue bonito volver a ver a su esposa, a Naoto, hecho todo un hombre, y a su prometida y futura mujer, una joven tímida y muy bella. Recordando viejos tiempos, Kazuma me enseñó un vídeo desde youtube.


Salía su RX-7 fucsia. Pero en una escena, en un arcén durante una batalla, salía mi R32. También salía una imagen grabada durante la batalla contra Smokey, con mi R32 en cabeza.
- La gente aún nos recuerda y admira.
- Pues admiran un error.
- Lo sé...
Junto a Kazuma, había tenido algo de trato con Smokey. Kazuma sacó un periódico de la parte baja de la mesa del ordenador.
- Mira esto, por favor.
- "Vendo guitarras españolas recién importadas a buen precio. Son de buena calidad. Estaré en la Estación de servicio de Namiki de 00 a 3 am. Gracias.". Kazuma, no...
- Tranquilo, no es una batalla, sería una reunión. El delito ya ha prescrito, hay gente que quiere volver a verte.
- Quedamos en no volver a vernos nunca más...
- Por eso, sólo vamos a recordar viejos tiempos, seguramente nadie entenderá el mensaje. Le decimos a las mujeres que te llevo a tomar algo y listo.
Nos dirigimos hacia el salón, oíamos que las chicas hablaban entre ellas, Laura ejercía de traductora, lo estaban pasando bien.
- Laura, si me permites, voy llevar a tu marido a dar una vuelta.
- Sí, claro. No vengáis muy tarde.
- Podéis quedaros aquí a dormir.
- No creo que volvamos muy tarde, como mucho a las tres de la madrugada.
- Pasadlo bien.
Salimos de su casa y me hizo subir en su coche. Aún conservaba un FC3s de calle, sin modificar. Tras unos minutos, aparecimos en polígono industrial. Kazuma se bajó del coche y se acercó al portal, lo abrió y metió el coche dentro. Con las luces del coche apenas se podía distinguir unos bultos cubiertos con lonas.
- Tengo algo que enseñarte...
- ¿Qué?
- Es una sorpresa...
Encendió las luces de la nave. Allí estaban su coches del Mid Night, el paraíso de cualquier aficionado a los Mazda con motor rotativo. Destapó su viejo RX-7 FD fucsia. A su lado había otro coche tapado con una lona, se me hacía familiar.
- Haz los honores - me dijo extendiendo su brazo en dirección al coche-.
Obedecí, al destaparlo, me embargó la emoción y las lágrimas brotaron de mis ojos. Mi R32, estaba allí, impoluto, perfecto.
- Lo compré hace varios años, el chico que lo compró tuvo un accidente con él. Lo arreglé y lo conduje un par de veces. No parecía apto para mí. Lo arranco de vez en cuando y le hago el mantenimiento, pero no me atrevo a conducirlo rápido. Desea que sólo tú lo conduzcas.
Kazuma me lanzó las llaves. Me subí rápidamente, lo encendí. Volver a sentir la potencia de aquel motor, aquel sonido tan poderoso... era muy especial. Kazuma me hizo un gesto y lo saqué a la calle, el sacó su RX-7, al que yo apodé "chicle". Pusimos rumbo a la Wangan, tuve la tentación de darlo todo, como en mi época de Hashiriya, pero me conformé por darme un gustazo ligero y lo puse durante un minuto o dos a más de 180 km/h en un lugar despejado. Luego frené, aunque la Wangan seguía desierta, era peligroso.
Al llegar a Namiki, dos Z32 aparcados, ambos de color rojo. En uno, el conductor estaba apoyado a una puerta y fumaba un cigarrillo. ¡Era Kenji! Al verme, empezó a gritar.
- ¡Es Devil! ¡Ha vuelto! ¡Díos mío, ha vuelto!
Corrió hacia mi coche, tan pronto como me bajé me hizo una reverencia y me abrazó. De nuestros ojos brotaban lágrimas.
- Hiro, ¡ven! Es Devil.
Hiro se bajó del coche, se había afeitado el pelo. Sonreía.
- ¡Qué alegría volver a verte!
- Lo mismo digo.
Miré a Kazuma, habían ido a saludarlo a él también. Los saludos se vieron interrumpidos por el sonido de más motores. Estaban llegando Smokey, Toshi y otros miembros del club. Todos nos saludábamos emocionados. Vi que me trataban con muchísimo respeto y que todos deseaban volver a verme. Sin embargo, echaba de menos a alguien, a quien yo tenía más respeto y cariño como Hashiriya, Masao.
Llevábamos un rato hablando, de nada en concreto, emocionados por el reencuentro. El sonido de un motor Porsche hizo que nos girásemos. Era Masao. Cuando se bajó del coche, su cara seria dejaba paso a una amplia sonrisa, visiblemente emocionado se acercó a nosotros. Saludó con su mano al grupo, al acercarse a mí, me dio un fuerte abrazo.
- Lo has logrado Devil. Sobreviviste a aquella enfermedad. Cuando te vi llegar al hospital, pensé que no lo lograrías. ¿Cómo está tu mujer?
- Bien, tenemos una preciosa niña.
- Me alegro de oír eso. Caballeros, disculpen mi retraso, se le está acabando la batería al coche y le cuesta arrancar.
Su 911, conocido en Japón como Yoshida Special lucía como nuevo.
Empezamos a hablar de todo un poco. De pronto Toshi rompió las reglas del club.
- Bueno, ya que no seguimos compitiendo, ¿cuál es vuestro trabajo?
- Yo me dedico a la inmobiliaria -dijo Kazuma-.
- Yo tengo un taller. Antes llevaba el concesionario de mis padres -dijo Smokey-. Aunque creo que todos visteis mi detención en Reino Unido.


- ¡Es cierto! -dije-.
- Bueno, yo soy director de una oficina bancaria -dijo Toshi.
- Mi trabajo es más aburrido -dijo Hiro-, soy profesor en la universidad, de física.
- Yo soy dibujante de cómics -dijo Kenji-.
- Creo que falto yo -dije-, soy ingeniero mecánico. Trabajaba en Nismo en la época del Mid Night Club...
- Con razón eras tan jodidamente rápido -dijo Hiro dándome un codazo suave-. Sabes una cosa: tu récord en la Wangan sigue imbatido.
En aquel momento, sentí una mezcla de orgullo y vergüenza.
Unos chicos se acercaron a nosotros.
- ¡Sois los Mid Night Club! Una leyenda...
- Sí, lo somos -dijo Toshi-. De eso hace mucho tiempo. Ya no corremos.
- Da igual, sois unos mitos. Están todos, ¡hasta el Devil R32!
Los chicos nos hicieron cientos de preguntas. Pronto nos sentimos incómodos y decidimos marcharnos. Al guardar el coche en la nave de Kazuma, él me vino a hablar.
- No contaba con que viniesen todos.
- Yo tampoco...
- Oye, quédate con el GT-R. Yo no lo uso nunca.
- No, me gustaría que se quedase en Japón. Es su tierra. Sé que está en buenas manos.


Mientras volvíamos, noté que había hecho lo correcto, lo qué pasó en Japón, que quede allí. Llevar el R32 para España, supondría desenterrar fantasmas. Volví con Laura y con Cristina al hotel.
- La mujer de Kazuma me ha dicho que tiene tu antiguo R32...
- Sí, me lo ha enseñado, los chicos del Mid Night Club han venido a verme. No hemos corrido, tenemos ya una edad y no somos unos inconscientes.
- ¿Lo has disfrutado?
- Sí, de una manera diferente, más personal. Lo he conducido, pero no he sentido esas ganas de exprimirlo a fondo, sería una locura.
Ella me miró sonriendo, Cristina parecía adormilada.
Durante la boda de Naoto, miré a Laura varias veces. No paré de agradecer que fuese ella la que me separase de la Wangan, gracias a ella, ahora me consideraba mejor persona. Por muy mal que lo hubiéramos pasado, todas las cosas que nos sucedieron me hicieron comprender que mi vida debía girar en torno a ella, no sobre un R32 de más de mil caballos. Gracias a ella, tenía el mejor regalo de todos, una hija preciosa y una segunda oportunidad.
Ya habíamos embarcado en el avión, Cristina traía miles de fotos del viaje. Laura le tiene miedo a volar, por lo que se aferraba a mi mano con fuerza. La miré, ella me devolvió el gesto y sonrió de manera nerviosa. Cristina iba sentada a mi derecha, al lado de la ventanilla, observando el paisaje.
- Gracias -dije a Laura susurrando-.
- ¿Por qué?
- Da igual, son cosas mías.

domingo, 15 de marzo de 2015

Capítulo 24: Quédate conmigo.

Un efecto que tenían en mí los hospitales era la pérdida completa de la percepción espacio-tiempo. A decir verdad, mi grado de consciencia era bastante bajo, así que la realidad que me rodeaba me llegaba muy distorsionada. No sé cuanto tiempo estuve en urgencias, ni cuanto tiempo pasó desde que llegué al hospital hasta que me subieron a planta. Ni los días que estuve allí antes de recibir medicación alguna, mientras los médicos me hacían pruebas para averiguar qué pasaba en mi cuerpo.
A pesar de que debieron de inyectarme algún tipo de calmante o similar, ya que no tenía aquel malestar continuo, pero sí que había un gran malestar que me atormentaba muy amargamente: Laura.
No sabía nada de ella, no me había llegado ningún tipo de notificación de la embajada... y la echaba de menos con toda mi alma. En aquel momento no me importaba nada, sólo ella. Tenía muy claro que se acercaba el final de mi vida, lo más seguro es que nadie supiese nada de mí, ni Laura, ni mis padres... y menos aún Masao, que a pesar de trabajar en el mismo hospital, mantendría su pacto y evitaría cualquier contacto conmigo.


Me imaginaba que estaba solo en aquella habitación, ya que no oía voces, ni visitas de un posible compañero de cuarto. Alguna enfermera que venía a verme encendía la radio o la televisión, no sé, pero supongo que lo haría para evadirse un poco de la que -supongo- era una imagen no muy agradable.
Un día que me encontraba mejor, a la mañana, o lo que a mí se me antojaba mañana, ya que fue la hora a la que la enfermera me dio el desayuno y abrió la persiana de la habitación. Cuando acabaron de atenderme, volvió la soledad. Miré a la ventana, vislumbré aquella visión con dificultad, lo veía todo como rodeado por un halo blanco. En aquel momento noté una gran serenidad, como si fuera una señal de mejoría cercana a la muerte. Cerré los ojos y me dejé deslizar por la cama, seguía notando una tranquilidad y paz especial. En ese momento en el que caí como adormilado, noté que la puerta se abría. Oí voces, que apenas podía distinguir.
- Es aquí.
- Muchas gracias.
Oí unos pasos que parecían acercarse a mi cama. Notaba una presencia, un olor especial, me parecía un perfume femenino. Todo estaba en silencio, pero creía oír una respiración, sonaba entrecortada. Todo aquel silencio se rompió de repente.
- ¡Dios mío!
- Laura... ¿eres tú?
- Sí, cielo, soy yo. Tranquilo, no hables.
Noté que una de sus manos me acariciaba un hombro. Oí un ruido, parecía que había movido la silla, también me pareció oír el ruido de ella al sentarse. Tras eso, un largo suspiro y lo que me pareció llanto. Giré mi cabeza para verla, tenía su cabeza entre sus manos, su melena apenas me dejaba ver sus manos.
Volví a caer en aquella especie de letargo. Tiempo después me despertó el ruido de unas ruedas que supuse sería el carrito que traía la comida. Entre Laura y la enfermera me incorporaron en la cama.
- Ya le doy yo la comida -dijo Laura-. Gracias.
- De nada. Buen provecho.
Miré a Laura, no pude evitarlo, rompí a llorar. Ella intentó ser algo más fuerte que yo, pero me pareció ver una lágrima recorrer su mejilla. La veía con la cara desencajada, parecía triste.
- ¿Cómo has sabido qué estaba aquí?
- No importa. ¿Ya te han dicho algo los médicos?
- No. Pero creo que ya sé lo que me pasa.
- ¿Qué?
- Esto es cáncer. Algo me está devorando las entrañas.
Ella rompió a llorar con fuerza.
- ¡No digas eso!
- Me lo tengo bien merecido.
- No digas tonterías...
Ella siguió dándome de comer, su mirada parecía triste. A pesar de sus ánimos, creo que ella tenía tan claro como yo que a mí me quedaba poco en este mundo. Hice un rápido examen de conciencia. Si a alguien había hecho daño, era a ella.
El tiempo pasó de manera muy lenta para mí, no sé cuántos días pasaron, pero un día llegó un médico a la habitación. Laura estuvo siempre a mi lado.
- Creo que hemos encontrado la causa de su enfermedad.
- ¿Es cáncer? -dije-.
- Por suerte, no. Se trata de una anemia perniciosa. Lo primero que necesita es una transfusión de sangre, o varias. No se preocupe.
- Mi sangre sería compatible -dijo Laura-. Pero... no puedo donar.
- No se preocupe, tenemos sangre más que suficiente en el banco.
El doctor se marchó. Miré a Laura, ella parecía tener la mirada perdida en algún punto de la pared.
- Laura.
- Dime.
- ¿Por qué no puedes donar sangre?
- No importa...
- ¿Cómo te has enterado de que estoy aquí?
- Vine a una consulta...
- ¿A cuál?
- Vale. Vine a una revisión con el doctor Yoshida. Él me dijo que estabas aquí, preguntó por tí.
- ¿Has ido por casa?
- No.
- Sólo quería saber si había llegado alguna notificación de la embajada.
- No, todavía no entregué los papeles, no he tenido tiempo.
En ese momento ella me miró. Por unos segundos esbozó una sonrisa.
- ¿No quieres saber por qué he venido a la consulta del doctor Yoshida?
- Sí.
- Estoy embarazada.
- ¿De veras?
- Sí. Por eso no quise entregarlos en la embajada. Me parece que esta criatura tiene derecho a conocer a su padre.
La miré, una lágrima caía de sus ojos. Suspiró y me miró.
- Si quieres conocerlo, tendrán que cambiar muchas cosas.
- Tranquila, el Mid Night Club se ha disuelto. He vendido el R32. Las batallas, las salidas de casa a medianoche y todas aquellas historias se han acabado. Tardé mucho tiempo en comprender que con todo eso estaba haciendo daño a la persona más importante de mi vida.
La miré a los ojos, moví mi mano buscando la suya, ella la acercó, entrelacé mis dedos con los suyos, noté el roce de mi piel con su alianza.


Ella parecía emocionada.
- ¡Laura, te echaba tanto de menos! ¿Podrás perdonarme algún día?
- Claro que sí. También te he echado mucho en falta. Estos días, a pesar de sentirme muy engañada, tampoco pude olvidar todas las cosas buenas que hiciste por mí. Creo que te daré una segunda oportunidad, aunque no la mereces mucho...
Esa última frase la dijo con una mirada y una voz muy dulces. Se levantó de la silla, se acercó a la cama y se sentó sobre ella. Se acercó a mí sonriendo y me besó. Sonará cursi, pero en aquel momento noté en mi interior una mejoría espectacular. Hasta aquel momento, pensé que la había perdido de mi vida. Tras ese momento, ella sacó la carpeta que contenía el acuerdo de divorcio y la rompió en cuatro trozos que tiró a la papelera.
- Gracias por no dejarme solo -dije-.
- Cuando me dijiste que ojalá conociese a alguién que me tratase como me lo merecía, comprendí lo mucho que me querías. Tu no sueles decir esas cosas para quedar bien.
Volvió a dedicarme una de sus sonrisas antes de acariciarme la cara.
El resto de días que permanecí en el hospital fui notando una mejoría constante. Ya me atrevía a salir a dar pequeños paseos por el pasillo, bajo la atenta mirada de Laura, incluso había ganado algo de peso.
Vi un par de veces a Masao por los pasillos, pero nuestras miradas se esquivaban, como si ambos sintiésemos una profunda vergüenza por lo que habíamos hecho. Sólo hablé una vez con él, se interesó por mí y por Laura.
Cuando recibí el alta, a los pocos días fui a recoger todas las cosas de Laura al apartamento en el que vivía. No podía hacer muchos esfuerzos, pero ayudé todo lo que pude. Dí en Nismo la noticio de que quería unirme al proyecto de IHI en España. Me despedí de mis compañeros de trabajo, uno a uno. El que hasta aquel momento había sido mi jefe se comprometió en enviarme el Z32 a España. Recogí mi despacho y me marché haciendo una fotografía mental del lugar.
Poco tiempo antes de volver a España, Laura ya estaba a la mitad de su embarazo. Nunca estuve tan pendiente de ella. En una semana volveríamos a España, nuestra casa era un lío de las cajas y paquetes que aún quedaban por enviar. Decidimos hacer una foto para recordar los años que estuvimos en la tierra del sol naciente. Nos habían regalado unos kimonos que nunca habíamos usado y nos parecía buena idea ponérnoslos para aquella foto. Los guardamos en una bolsa y nos los llevamos a un estudio de fotografía. Al llegar allí, la joven dependiente me saludó con gran simpatía, llevaba un cartelito con su nombre, también se llamaba Asuka.
- ¿En qué puedo ayudarles?
- Nos gustaría sacarnos unas fotos.
- Claro, acompáñenme.
- Verá, nos gustaría poner unos kimonos. ¿Sería ofensivo para su cultura? -dije-.
- No -dijo la dependiente sonriendo-. Siempre y cuando los pongan y traten con respeto.
Nos los pusimos, con ayuda de la joven. Procuramos no apretar demasiado la faja del de Laura. El día que recogimos las fotos, me quedé hipnotizado con ellas. Laura salía espectacularmente bella, con una sonrisa enorme y una mirada muy especial, más luminosa que nunca.
Pocos días después, ya estábamos embarcando de regreso a España. de camino al aeropuerto, pasamos por la Wangan. El Daimyo no Wangan la recorría por última vez. Nuestro vecino, Kazuma, se había ofrecido a llevarnos en una furgoneta de su empresa, una inmobiliaria. Durante aquel trayecto, me pareció oír el potente sonido de un motor al límite de sus revoluciones, al mirar por la ventanilla, sólo vi un montón de key-cars.
Ya habíamos embarcado en el avión, Laura enseño un certificado médico a una azafata para avisarla de que estaba embarazada.
Miré por la ventanilla del avión y agarré la mano de Laura, nos miramos a los ojos y en ese instante noté que era el hombre más afortunado del mundo, un hombre que tenía la suerte de contar con una segunda oportunidad.


Tras ver por última vez el paisaje por la ventanilla, Laura me llamó.
- ¡Mira! No te se te hace conocida esa canción que suena?
- ¡Oh! ¡Es de la película Lady Snowblood!
- Es muy bonita.
Meses después, Laura dio a luz. Una niña preciosa, un bebé que cuando lo tuve en mis brazos me hizo sentir un instinto de protección. Tanto Laura como yo teníamos miedo sobre nuestras aptitudes como padres. La bautizamos con el nombre de Cristina, ya que para Laura y para mí ese nombre evocaba a personas muy especiales que, por desgracia, ya no estaban entre nosotros (su madre y mi abuela).
Esta ha sido la historia de mi vida durante mi estancia en Japón, algo bonito de recordar mientras guardo las maletas antes de volver a visitar la tierra del sol naciente.
Ahora mismo, yo ya no soy aquel joven ingeniero, Laura sigue siendo la bellísima mujer de mi vida, y Cristina, una preciosa adolescente que es el vivo retrato de su madre, que ahora se dispone a acompañar a sus padres en el que será el viaje más largo de su vida.




Continuará...

miércoles, 11 de marzo de 2015

Capítulo 23: Seppuku. El final del Mid Night Club.

Durante toda la noche oí llantos en el dormitorio. Laura no paraba de llorar, llamaba a la puerta pero ella la había bloqueado por dentro y se negaba a abrir.
Bajé al salón y me tumbé en el sofá. Oía las puerta del armario abrirse y cerrarse. Ruidos de cremalleras, golpes ligeros y numerosos pasos. Después la oí hablar en japonés, no podía entender lo que decía, ni tampoco tenía ganas de subir a escuchar su conversación.
A la mañana siguiente yo seguía tumbado en el sofá, con los ojos abiertos y bastante doloridos. Oí un ruido por la escaleras y me levanté para mirar. Laura bajaba con una maleta enorme.
- ¿Adónde vas?
- No es asunto tuyo...
- Laura, por favor...
- ¡Déjame en paz! -chilló-.
Recuerdo que salió por la puerta cabizbaja, fuera estaba esperando un taxi. Salí a la calle, ella se había montado en el taxi y le había dado orden al taxista de marcharse. Ella no se giró. En ese momento descubrí realmente lo dolida que ella estaba conmigo. Tras todo ese tiempo de perfecto matrimonio, en apariencia, todo se había arruinado.
Volví a entrar en casa, subí al dormitorio. Me encontré un panorama desolador. El armario estaba abierto, toda su ropa faltaba. Lo único que había dejado era la caja de aquellos tacones Louboutin que tanto le gustaban. La abrí y descubrí que aún estaban allí.
Ese día, a la tarde, recorrí muchas calles de Tokyo con la esperanza de ver a Laura por alguna de ellas.

La llamé miles de veces, no respondía nunca. El mensaje "Hola, soy Laura. Por favor llama en otro momento" me parecía casi un consuelo. Me conformaba esa manera de oír su voz, aunque sonase tan artificial y metálica.
Al caer la noche, me encontré mirando una foto suya. Debía tener unos veinte años. Empecé a recordar que aquella foto me la envío cuando yo estaba haciendo el servicio militar. Debido a mis estudios, me permitieron servir durante dos veranos en el cuerpo de ingenieros del Ejército. El primer verano lo pasé en un pequeño pueblo de A Coruña, en una estación de vigilancia aérea. La foto correspondía a mi segundo verano de servicio, en la Academia General del Aire. Laura y yo nos escribíamos casi a diario. Nos dedicábamos hermosas palabras de amor y de añoranza mutua. Aquella foto la enmarqué, y me pasaba las horas muertas mirándola. La soledad a veces me hacía recordar su perfume. Su sonrisa y su mirada, eran las armas con las que me había enamorado de ella. Ahora, la había perdido.
Dejé la foto en la estantería, a su lado encontré la cinta de vídeo de nuestra boda. Al verla empecé a arrepentirme de todo lo que había hecho. Ella, como una princesa de cuento bajando del Citroën DS negro de mis padres, con aquella sonrisa preciosa, y yo hecho un manojo de nervios esperándola.
Cuando iba a trabajar tenía una sensación extrañísima, al caminar entre la gente era como si atravesase un túnel en el que oía a la gente como muy lejana. En mi mente sólo había un pensamiento que se repetía incesantemente: Laura.


En el trabajo estaba ausente, y mi malestar psíquico parecía empeorar mi estómago. Lo poco que comía me sentaba como un disparo, lo único que toleraba era beber agua con limón.
Un día, en la oficina, recibí una llamada de teléfono, era Laura.
- Hola.
- Me gustaría hablar contigo -dijo ella, con un hilo de voz-.
- Vale, dime lugar y hora.
- ¿Te parece bien la cafetería que hay al lado de mi laboratorio esta tarde?
- No sería mejor que fuese en casa. Sigue siendo tu casa...
- Perfecto, procura venir, aunque tengas una reunión con tus amigotes pilotos.
Tras decir esa frase, colgó el teléfono. Me quede unos segundos con el auricular en la mano, inmóvil. Su voz nunca me había parecido tan desgarrada.
Al llegar a casa me apresuré a arreglar un poco el salón, había varias revistas tiradas y algo de desorden. Cuando Laura llamó al timbre salí a toda prisa hacia la puerta, del esfuerzo, mis piernas no respondieron correctamente y casi me caigo. Al abrir, me encontré con una Laura cabizbaja, me miró con unos ojos enrojecidos y con ojeras. Su mirada estaba apagada, nunca la había visto tan apagada.
- Pasa, por favor -dije-.
- Gracias.
Ella al entrar me miró. Pude ver un gesto extraño en su cara, seguramente por mi aspecto físico, ahora hasta yo era consciente de que lo de mi estómago me estaba pasando factura.
- Te importaría hablar en el salón -dije-.
- Como quieras.
Ella se sentó, colocó el bolso sobre sus rodillas y buscó algo dentro de él.
- Laura, ¿quieres tomar algo?
- No. Estoy bien -dijo aquello sin levantar la mirada de su bolso-.
Ella sacó una carpeta de cartulina. Me la extendió.
- Lee eso, por favor.
- "Embajada Española en Tokio. Acuerdo de divorcio...". Perfecto...
- Si lo prefieres, vamos por las malas al juzgado.
En ese momento agaché la cabeza y empecé a llorar. Busqué un bolígrafo y firmé aquel acuerdo sin ni siquiera leerlo. Ella me miró, por dos segundo nos miramos a los ojos, ella también lloraba. Se limpió los ojos y empezó a hablar muy suavemente.
- ¿Cómo estás?
- Podía ser mejor...
- Pensé que no me entenderías...
- Laura, lo entiendo muy bien. Te he traicionado.
- No es eso, pensé que no aceptarías este acuerdo.
- Me da igual todo, aunque no seas mi mujer, te deseo todo lo mejor. Espero que encuentres a alguien mejor que yo y te trate como realmente lo mereces. Que tengas mucha suerte.
Casi no pude pronunciar aquellas palabras. Era como si me extirpasen algo de mi personalidad. Yo aún seguía enamorado de ella,pero entendía sus sentimientos. La quería tanto que comprendí que lo mejor que ella podía hacer era alejarse de mí.
Ella dijo que se marchaba. Antes de irse, me acerqué a ella con la caja de aquellos tacones que tanto le gustaban.
- Laura, toma, son tuyos.
- Déjalos aquí, aún no tengo sitio donde ponerlos.
- ¿Dónde vives ahora?
- En un apartamento de una compañera de trabajo. Estoy bien, no te preocupes. Tú cuídate, por favor. Ya te avisarán del consulado sobre cómo va lo del divorcio.
Antes de irse, ella me dio un abrazo. A pesar de que ella parecía hablar de manera dulce, noté algo frío en su abrazo. Normal, nunca le había hecho tanto daño a nadie.
No sé cuántos días pasaron, pero seguía sin tener noticias de Laura. Cualquier esfuerzo ahora se convertía en una odisea. Un viernes, tuve una batalla, subir a mi R32 fue un auténtico esfuerzo. Al llegar a la batalla, me tuve que acercar a una papelera y vomitar. Hiro y Kenji se acercaron a mí.
- ¿Te encuentras bien Devil?
- Tranquilo Kenji. Estoy bien.
- Tienes muy mala cara -dijo Hiro-.
- No os preocupéis. Estoy bien.
Al cabo de un rato, Masao, Toshi, Kazuma y Smokey aparecieron por el lugar.
- El tráfico hoy es terrible -dijo Masao-.
- Cierto, es mejor no hacer batallas hoy -sentenció Toshi-.
- ¡Mid Night! ¡Cobardes!
En ese momento nos giramos para ver quien gritaba aquello. Vimos a una banda de Bosozoku conocidos como Jokers. Todos sabíamos que era un grupo bastante conflictivo, con lazos con la Yakuza. Al principio pasamos de ellos, pero se acercaron a nosotros desafiándonos y llamándonos cobardes. El tipo que más gritaba iba muy bebido. Se acercó a mí, su aliento apestaba a alcohol, tanto que casi me mareo y me dieron arcadas. Le dí un empujón para separarlo. Aquel bosozoku se puso chulo.
- ¿Sabes quien soy yo?
- No me interesa. ¿Sabes tú quien soy yo?
- Un capullo.
- No, yo soy Devil.
Entre el resto de pandilleros se hizo un silencio, empezaron a mirarme con más respeto que aquel borracho.
- Bah, te crees muy rápido.
- Por favor -dijo Toshi-. ¿Podéis marcharos?
Uno de aquellos chicos iba a montarse en su moto. El borracho lo paró. Nos miró.
- Queremos correr contra vosotros.
- Paso -dijo Masao-. Hay mucho tráfico y sería peligroso.
- ¡Gallinas!
- ¡Lo que me faltaba! -dijo Toshi- ¡Yo correré contra vosotros!
Intentamos pararlo, fue imposible. Me subí al coche de Hiro. Masao iba con Kenji. Empezamos a seguirlos por la Wangan. En un momento dado, entraron en una zona de alto tráfico. El borracho hizo un extraño zigzag, acabó empotrándose contra un coche, el otro motero, intentó esquivarlo, derribando a un motorista inocente. Toshi frenó en seco, no alcanzó a nadie. Pude ver aterrizar el cuerpo de el bosozoku al que habían obligado a correr. Rebotó tres veces antes de pararse en el suelo. Me bajé del coche y me acerqué al motorista inocente, le tomé el pulso en el cuello, había muerto. Corrí hacia los ocupantes del coche, aquel Daihatsu Mira había volcado. Unos metros más adelante estaba el cadáver de aquel pandillero borracho. La conductora del Daihatsu era una chica joven, con un uniforme de azafata. Estaba ensangrentada y parecía que se había desnucado. Me giré y vi a Toshi llamando a una ambulancia desde un poste SOS cercano. Cuando colgó nos gritó que volviésemos al punto de inicio. Cuando volvimos con nuestros compañeros, Toshi empezó a hablar.
- La principal norma de nuestro club era no poner la vida de los demás en peligro. Por culpa de ese borracho, ha habido un accidente y han muerto cuatro personas. Es el final. Debemos respetar las reglas hasta sus últimas consecuencias. No volveremos a juntarnos jamás. Si alguno que no ha venido hoy sigue leyendo en los periódicos los anuncios para encontrar nuestras batallas, que siga haciéndolo. Ya no habrá nada más, somos historia. ¿Entendido?
- Sí -dijimos todos a coro-.
- Ha sido un auténtico placer y honor conoceros a todos.
En ese momento, nosotros, los samurais del asfalto, firmamos una especie de pacto de suicidio colectivo. Cumplimos a rajatabla nuestro Bushido, lo habíamos roto y deshonrado. La solución a esa deshonra era el seppuku, el suicidio ritual que conocemos como harakiri.
Volví a casa y empecé a encontrarme cada vez peor. La noche fue un auténtico calvario. Aquel fin de semana fue horrible. El lunes, apenas podía moverme sin hacer un esfuerzo impresionante, mi visión se nublaba y conducir mi R32 hasta las instalaciones de Nismo fue una auténtica proeza. Le puse un cartel de "se vende". Un mecánico se acercó a mí diciéndome que me lo compraba. Acordamos el precio y le dí las llaves. Al salir de trabajar, no pude más, llamé un taxi, le pedí que me llevara al hospital.
Cuando llegué, apenas podía moverme por mi cuenta, el taxista me acompañó amablemente hasta la puerta de urgencias. Abrí la puerta con dificultad y caminé con esfuerzo hacia el mostrador.


Me agarré con ambas manos a él, mi piernas apenas podían conmigo. La enfermera que estaba allí se sobresaltó y pidió ayuda a gritos. Mis fuerzas flaqueaban cada vez más y acabé cayendo al suelo con la vista totalmente borrosa.
- Señor, ¿qué le pasa? -gritaban la enfermera y un médico-.
Era incapaz de responder. Empecé a tener una sensación extraña, como cuando tuve el accidente con aquel prototipo.
Oía que los médicos querían hacerme pruebas. Oí que me iban a sacar sangre, pero no sentí ningún pinchazo.
Estaba solo, sabía que mi final se acercaba. Y lo peor de todo, no hacía más que recordar a Laura. Quizá estaba pagando el precio por todo el daño que le había hecho.

domingo, 8 de marzo de 2015

Capítulo 22: Wangan daimyo -El amo de la Wangan-.

Cuando regresé a casa, las luces estaban apagadas. Al llegar al dormitorio, vi que Laura estaba dormida, así que me metí en cama lo más sigilosamente posible. Sin embargo, todo mi cuidado fue insuficiente, ya que Laura despertó. Con voz adormilada me deseó buenas noches y cerró sus ojos.


La observé muy atentamente, seguía siendo tan bella como cuando la conocí. No podía creerme lo mal que me estaba portando con ella. Seguía enamorado de ella, como el primer día, pero todo aquel cúmulo de mentiras estaba empezando a causarme estragos. Tenía muy claro que era la mujer de mi vida, si ella me dejase, no sabría qué hacer. De otro lado, si le contaba lo qué hacía con el Mid Night Club, sería lo más valiente y correcto, si me abandonaba, era algo que me merecía. Después de todo lo que tuvo que sufrir, merecía saber la verdad. Todo estaba decidido, si era capaz de dejarlo todo para defender el honor de Mid Night Club, sería de decírselo a Laura. Es más, defendiendo al Mid Night Club deshonraba a Laura, también a mi mismo. Un proverbio japonés decía "lo único que sobrevive a un samurai es la deshonra". Sólo tendría que esperar al momento adecuado para contárselo.
Aquella noche no dormí, mi conciencia parecía castigarme con el insomnio por todo lo que le estaba haciendo a Laura. Ella se despertó y me miró sonriendo. Su gesto se torció al ver mi cara.
- ¿Qué te ocurre? Tienes mala cara...
- Nada, sólo que no he dormido nada.
- Quédate un poco en cama, así descansas.
- Paso, prefiero levantarme.
Así lo hice. A la hora de desayunar, el café y las galletas me sentaron como un disparo dentro del estómago. Salí corriendo al baño, Laura entró detrás de mí.
- ¡Vamos al médico ya!
- ¿Para qué? Para que me mande beber agua con limón.
- Debes ir, no seas cabezota.
- Tranquila, ya hacía bastante tiempo que esto no me pasaba, estoy mejor. El médico de la empresa me dijo que era un virus, lo que pasa es que es malo de eliminar.
Ella me miraba a los ojos, parecía nerviosa. Sonreí e intenté mantener la calma, intentando hacer que mi versión fuera creíble. La verdad es que cada vez estaba peor del estómago. Había adelgazado cerca de siete kilos en poco más de un mes y mis fuerzas flaqueaban. 
Laura no sabía qué hacer, en el trabajo, me llamaba docenas de veces para ver cómo me encontraba, buscaba huecos para comer conmigo y cientos de cosas más para cuidarme. Mientras ella se portaba tan bien conmigo, yo no hacía más que darle vueltas a mi cabeza pensando en el pago que le estaba dando: escabullirme de casa con excusas falsas para ir a correr mis compañeros por la Wangan.
Al leer un viernes de finales de enero el periódico vi que tenía convocada una batalla. El plan que urdí consistía en decirle a Laura que debía volver a Nismo a la noche para comprobar cómo iba una prueba de esfuerzo de un motor que duraba 24 horas.
Salí de casa con una chaqueta Sparco tipo ignífuga que me me habían reglado en Nismo, recuerdo que hacía bastante frío. Los guantes que solía poner para conducir, ahora cumplían la doble función de abrigar. Al salir hacia el garaje, Laura estaba asomada al balcón. Sonreía, me lanzó un beso de despedida.
Cuando llegué al punto acordado, Kazuma, Masao, Hiro, Smokey y Toshi estaban charlando. Me acerqué a ellos y me abrieron un hueco en su círculo y conversación.
- Buenas noches -dije-.
- Buenas -contestaron ellos-.
- ¿Cómo va hoy la cosa?
- Vamos a hacer una batalla diferente, a ver quien bate el récord de la Wangan.
- Hola, llego tarde. Perdón -dijo Kenji-. ¿Quién tenía el récord anterior?
- Yo -sentenció Masao-.
Me explicaron que se trataría de ir de un punto a otro lo más rápido posible. Para mi gusto, el punto más peligroso sería el puente de Yokohama, dónde el viento podía causar más de un problema.
Yo acepté el reto, al igual que Kenji. El récord lo había marcado Masao en 1992. Él había aceptado venir a mi lado como cronometrador. Hiro Nos daría la salida.


A la señal acordada, aceleré sin piedad, salían llamas de mi escape, había bastante tráfico de camiones que salían del aeropuerto de Narita. Me desembaracé de Kenji pronto, aún así, podía ver el haz de sus luces por el retrovisor. Llegué a alcanzar cerca de 340 km/h, el ruido era impresionante y parecía que el motor iba a reventar.
Al llegar al punto final, Masao miró su cronómetro y me miró.
- ¿Qué tiempo he marcado?
- Te lo diré en un momento, cuando llegué Kenji y al hablar con los de la Option, que nos están esperando.
De allí a un rato, llegó Kenji, con su Z32 humeando ligeramente.
- ¡Maldición! Se ha sobrecalentado, creo que le he desintegrado las juntas de culata.
Él abrió el capó y una pequeña nube blanca salió del vano motor.
- No parece un gripado -dijo Masao-.
- No -dije yo-, déjalo ahí a que enfríe. Después le echamos refrigerante.
- Da igual, ya tenía pensado abrirle motor y mejorarlo algo más.
Otros miembros del Mid Night Club fueron llegando. Los periodistas presentes, hablaron con Masao, que se acercó a mí.
- Debo decir que mi tiempo ha sido superado. Devil ha sido unos veinticinco segundos más rápido que yo.
En ese momento se oyeron aplausos coreando el nombre con el que era conocido entre los Hashiriya. Devil, The White Devil, The Beast, Devil Godzilla, White Baron, eran alguno de los sobrenombres que me ponían en revistas, pero el de Devil era el más usado y mi favorito. En ese momento recordé a Asuka, aunque ella no estuviese allí, debía cumplir mi palabra, aquella victoria era para ella, y en memoria de su hermano.
Cuando los periodistas se fueron, me acerqué a la tienda de aquel área de servicio, compré una botella de refrigerante y me acerqué a Kenji.
- Toma, rellena el radiador.
- Gracias. ¿Cuánto te han cobrado?
- Nada, invito yo.
- Muchas gracias. ¿Te encuentras bien?
- Sí.
- No sé, pareces preocupado, estás delgado y pálido...
- No te preocupes por nada. Estoy bien. Tengo que irme.
Él se despidió con su saludo militar.
De camino a casa, mientras conducía pensaba en hablar con Laura, estaba decidido. Iba a contárselo todo. Cuando abrí la puerta del dormitorio, ella estaba profundamente dormida, ni se movió cuando me acosté.
A la mañana siguiente volví a acobardarme, pero a la tarde, cuando regresábamos de hacer la compra, ella propició el momento.
- ¿Qué tal ayer en los talleres?
Suspiré largamente y le dije que entrásemos en casa. Le extendí una silla y la invité a sentarse.
- Me estás asustando.
- Ayer no estuve en Nismo.
Ella empezó a ponerse muy nerviosa, por sus ojos empezaban a asomar lágrimas.
- ¿Hay... hay otra mujer?
- No.
- ¿Entonces...?
- Durante todos estos años, los viernes que salía de casa de madrugada no iba a ver a ninguna mujer. Y cuando te decía que iba a quedar con los de mi escudería, nos dedicábamos a hacer carreras ilegales por la autopista. Siento haberte engañado.
Ella se quedó estupefacta, pensé que me golpearía, pero lo que hizo fue levantarse y salir corriendo hacia la puerta. La agarré de un brazo y ella se giró hacia mí.
- ¡Desgraciado! ¡Yo nunca te he importado! Me has estado engañando durante tanto tiempo...
- Laura, yo...
- ¡Déjame! ¡Si la culpa es mía! Soy una imbécil.
- No es cierto...
- ¡Calla! Por favor. Ni cuando más lo necesité me cuidaste. Mucho me arrepiento de haberte creído cuando me juraste que no me dejarías sola.
- Yo...
- ¿Sabes cual fue mi mayor error? Enamorarme de ti y dártelo todo. ¡Ojalá no te hubiera conocido nunca!
En aquel momento sentí como mi mundo se derrumbaba. Ella todavía llevaba puesto su jersey de lana negro, de cuello vuelto y un gorro, también de lana. Su mirada era tan triste que se grabó a fuego en mi mente. Subió las escaleras y desde el descansillo volvió a mirarme, aquellos ojos me mostraban como había roto el corazón de la persona más importante de mi vida. Cerró la puerta del dormitorio de un portazo, cuyo eco parecía repetir en mi mente la frase "¡Ojalá no te hubiese conocido!".

domingo, 1 de marzo de 2015

Capítulo 21: Lady Snowblood.

Durante aquellos diez días libres que me otorgaron en Nismo, Laura y yo pasamos mucho tiempo juntos. Vimos sobre todo películas japonesas antiguas. Ninjas, samurais, kárate, artes marciales, honor... los tópicos del cine japonés. Sin embargo, hubo una de ellas que me sorprendió, y también a Laura. La protagonista era una mujer en busca de venganza. Era una mujer con una belleza enigmática y una mirada muy expresiva. El título de la película era "Lady Snowblood".


La actriz, respondía al nombre de Meiko Kaji y también era cantante, de género Enka. A Laura y a mí nos impresionó los papeles que desempeñaba, una mujer fuerte, indoblegable y bella movida por la sed de vengar a las víctimas de un injusto. Rebuscando un poco de información, nos enteramos de que Meiko fue una auténtica heroína de las mujeres y chicas japonesas, que la tenían como una libertadora.
El tiempo avanzó de manera irremisible. Cuando nos quisimos dar cuenta, el otoño había llegado Tokyo. Mis temores sobre que Laura descubriese mi segunda vida nocturna se acrecentaban. Constantes preguntas, discusiones. Recuerdo una discusión muy fuerte, en la que ella se echó a llorar, me gritó que no estaba cumpliendo mi promesa de cuidar de ella, que la dejaba sola. Desgraciadamente, tenía razón. Por más de una vez, ella y yo temimos que su depresión hubiese desembocado hacia un Trastorno de Dependencia. La psiquiatra nos confirmó que la salud mental de Laura era correcta. Desgraciadamente,  pesar de su juventud, la doctora Temashita moría poco tiempo después de aquella consulta en un absurdo accidente de tráfico.
Mi carrera como Hashiriya subía como la espuma. En una ocasión, Masao y yo tuvimos una batalla, en la cual yo salí vencedor. Recuerdo que durante el trascurso de aquella batalla, el famoso Toyota Supra negro hizo su aparición. Lo habíamos apodado Kuroi Kage, "sombra negra", ya ue desde hacía unos meses, aparecía en nuestras batallas, se ponía al par de un coche del Mid Night Club y luego desaparecía. También tuve una batalla con Smokey, cuyo R33 de 1200 caballos no pudo ser más rápido que mi R32. La razón: su peso. De la batalla con Masao guardo un grato recuerdo. Masao era un caballero fuera y dentro del coche, un rival temible pero legal. Sus comentarios tras una batalla eran breves y serios.
Por otra banda, lo que no mejoraba nada era mi salud. Mi estómago parecía rechazar cualquier tipo de comida. Fueron varias las veces en las que tuve que abandonar la mesa e ir al cuarto de baño más próximo. Yo apenas le daba importancia, Laura, por el contrario, se preocupaba muchísimo, insistiendo en que visitase un médico. La ignoré, diciéndole que estaba mejor, aguantando de pie en más de una ocasión con demasiado esfuerzo. Lo pasé realmente mal un día en el trabajo, dónde mis compañeros se asustaron al ver que no era capaz de levantar una caja de unos cinco kilos que se me había caído de las manos.
Sin salir del tema del trabajo, en aquella época unas empresas especialistas en materia de turbos habían venido de visita a Nismo. Varios ingenieros de Garrett, KKK e incluso de mi viejo empleo, IHI, habían venido a ofrecer sus nuevos productos. Los R33 de calle equipaban turbos Garrett, pero las versiones mejoradas por Nismo siempre montaban componentes IHI. A todas ellas mandé esquemas sobre diseños míos de turbinas, todas contestaban que esos diseños serían o carísimos o imposibles de fabricar, pero en IHI siempre cumplían, con una calidad excelente. Recuerdo que de IHI habían venido ingenieros extranjeros junto con los japoneses. Mi antiguo jefe me vio y vino a saludarme.
- ¡Buenos días!
- Buenos días, señor, ¿cómo está?
- Bien, gracias. Lo noto distinto, ¿ha adelgazado?
- Sí, he bajado algo de peso.
Era cierto, desde que empezaran mis molestias de estómago había bajado peso, con gran preocupación para Laura.
- Verá -prosiguió mi antiguo jefe-, me gustaría hacerle una propuesta, pero no aquí, el próximo sábado a la tarde reunámonos en el centro de desarrollo.
- Muy bien. Que tenga un buen día.
Al despedirme de mi antiguo jefe, saqué el móvil y llamé a Laura. Tras dos o tres tonos, ella contestó sobresaltada.
- ¿Ha pasado algo? ¿Estás bien?
- Sí, tranquila.
- Uff, qué nervios... Dime.
- Verás, los de IHI me han llamado, quieren reunirse el sábado conmigo.
- Ah, vale.
- ¿Me acompañarías?
- Claro, bueno, te dejo, que tengo bastante lío. ¿A qué hora voy por ahí?
- Paso yo a recogerte. Un beso.
- Te quiero. Besitos.
Así llegamos al sábado, día de la reunión con los directivos de IHI. A Laura la mandaron esperar fuera. No recuerdo el tiempo exacto que estuve allí con mi antiguo jefe y con aquel ingeniero inglés. Recuerdo que al salir, Laura estaba sentada y al verme se levantó muy rápido.
- ¿Qué tal?
- Bien.
- ¿Pero qué te han dicho?
- Tienen un proyecto, abrir un centro de desarrollo y diseño avanzado en Europa.
- ¿Y?
- Les gustaría que yo fuese el director.
- ¿En qué país?
- Aún está todo en fase proyecto, en principio sería en España.
- ¿Qué has dicho?
- Nada, quería hablarlo contigo. Me han dado un plazo para contestar. Deben tener mi respuesta antes de abril del año que viene. ¿Qué opinas?
Laura suspiró largamente, me miró a los ojos antes de hablar.
- Lo que tu veas... Pero me gustaría volver a España.
- Vale. Me parece bien. Tengo que hablarlo con mi jefe.
Ella me abrazó. Durante aquellos instantes, estuve a punto de confesarle a Laura en que consistía mi vida nocturna. Pero me acobardé y callé. En parte, sabía que si volvíamos a España, podría "desengancharme" del Mid Night Club.
Días antes de mi cumpleaños, me hicieron entregar el 400R que había utilizado. También me informaron que, en honor a mis cinco años de servicio en Nismo, me harían una pequeña fiesta en la oficina. Aquel día con mis compañeros de trabajo, me llevaron al sótano, allí había un coche cubierto por una funda, me dijeron que lo destapase. Laura me ayudó a realizar tal menester, ante mis ojos, un bonito Z32 plateado biplaza. Tenía configuración europea, y eso que en Europa ya no se vendía. El jefe dijo que estaba ligeramente modificado (admisión, suspensiones, escape y un diferencial más deportivo) y que era un regalo por mis años de servicio. También comentó algo sobre mi futuro regreso a España, diciendo que uno de los principales interesados en ese futuro centro de desarrollo era Nissan, para su gama europea.
Llegué a casa en mi nuevo Z32, afortunadamente, la comida de la fiesta no me había sentado mal. Al llegar al dormitorio, Abracé a Laura con fuerza, la miré a los ojos y la tumbé con cuidado en la cama. La besé, ella empezó a aflojar mi corbata y se giró susurrándome que le bajase la cremallera del vestido. Ambos nos dejamos llevar por los instintos más primarios. Recuerdo que aquella noche apenas dormí. Notaba en mi espalda el movimiento de su pecho al respirar en mi espalda. El posible nuevo trabajo en España, el Mid Night Club, y que era aquello que desestabilizaba mi estómago, eran los culpables de mi insomnio.
A la semana siguiente hubo una batalla. Recuerdo que al llegar, me encontré con varios coches pintados de rosa fucsia. Masao estaba allí.
- Buenas noches. ¿Quienes son ellas?
- Nuestro rival.
- Pero, ¿quiénes son?
- Se llaman Pink Ladies, normalmente se dedican al Touge, pero una de ellas no.
Miré al grupo de aquellas chicas, vestidas con faldas y jerseys que les daban aspecto de estudiantes de un internado.
- ¡Ya ha llegado, chicas! ¡Asuka ya está aquí! -gritó una de ellas-.
Mi sorpresa fue mayúscula, nuestro rival era aquel famoso Supra negro. De él se bajó una chica de larga melena morena, muy joven, vestida de negro. Miré a Masao, parecía tranquilo. La chica miraba al suelo, mientras nos acercábamos.
- Creo que será mejor dejar la batalla, hoy hay mucho tráfico.
- Es verdad -dijo una de las Pink Ladies-.
- Vaya, Masao, ¿ahora te importa la seguridad de los demás?
Masao se sorprendió mucho, la chica levantó la mirada y pude ver unos ojos cargados de furia y odio.
- ¿Me conoces? -dijo la chica del Supra-.
- ¿Asuka?
- Grandísimo hijo de puta, aún me recuerdas...
- Eras una niña la última vez que te ví.
- ¡Tú mataste a mi hermano!
Ella se abalanzó hacia Masao, me interpuse entre ellos, la chica Pink que había hablado intentaba agarrar a Asuka. Cuando logramos separarlos, me fijé en que Masao parecía triste. Asuka lloraba. Masao dio un paso hacia ella.
- Asuka, el día que murió tu hermano, fue un accidente.
- ¡Mentiroso! ¡Asesino!
- Por favor, déjame que te cuente lo que pasó.
Asuka miró a sus amigas, ellas le hicieron un gesto por el cual le pedían que dejase hablar a Masao.
- Tu hermano y yo íbamos en una batalla, llegamos a una zona con mucho tráfico, un camión cambió de carril sin poner el intermitente, él intentó esquivarlo, perdió el control, y chocó contra los quitamiedos. Frené, pero choqué contra él, lo suficiente para desplazar su coche unos metros más, rozando por el lado del pasajero contra aquella valla. Me bajé del coche y corrí hacia él. Sangraba mucho, pero me dio algo para que te lo diese a tí. Murió al llegar al hospital.
- No, no puede ser. Mi hermano... pensé que lo echaras de la carretera.
Las Pink Ladies habían decidido irse. Masao caminó hacia su coche, Asuka se sentó en el suelo. Me acerqué a ella.
- ¿Te encuentras bien?
Ella me miró llorando, notaba cómo sus labios temblaban intentado decir algo, me agaché y ella comenzó a hablar entre balbuceos.


- Llevo tanto tiempo con ganas de vengarme de él... ¡Me siento tan estúpida!
- Siempre me habló de tu hermano con respeto. No lo conozco mucho, pero lleva cargando esa cruz con mucha amargura.
- ¿De dónde eres? Hablas muy bien nuestro idioma.
- Soy de España.
- ¿Tú eres Devil?
- Sí.
- ¿Puedo pedirte un favor?
- Si puedo, sí.
- Si algún día le ganas a Masao, dedícame la victoria, y a mí hermano también.
- Lo prometo.
En ese momento, Asuka sonrió. Se limpió las lágrimas con las manos y se levantó.
Masao caminaba hacia nosotros.
Devil, ¿me das un poco de agua?
Ya me había olvidado de que tenía un botellín de agua en la mano. Se lo alcancé y le dije que se quedara con él. Masao extendió sus manos. Haciendo una reverencia le ofrecía algo a Asuka.
- Acéptalo, por favor.
Ella lo tomó y lo miró con emoción. Sus lágrimas volvieron a brotar. Era un pequeño llavero, parecía un conejo de peluche.
- Era una niña cuando se lo hice a Hitoshi. Mi hermano era mi héroe. Perdóname Masao.
- No pasa nada, hoy, gracias a tí, cierro una página.
Asuka se marchó y se despidió de nosotros. Antes de irme, hablé con Masao. Su habitual tranquilidad parecía haber vuelto.
- Masao, me marcho.
- Vale, buenas noches.
- Antes de irme, ¿estás bien?
- Ahora sí, es como si me liberase de una carga. Y tú, ve a un médico, me preocupa que hayas adelgazado tanto.
Tras decirme eso, nos montamos en nuestros coches y arrancamos.
Mientras conducía de vuelta a casa, no podía sacarme a Asuka de la cabeza. Era una Lady Snowblood actual. Sólo que su sed de venganza se tornó en obsesión, una obsesión nacida en su infancia. Afortunadamente,en su mente, aún había algo de comprensión y raciocinio suficiente como para poder escuchar a Masao. Si esa noche se hubiese disputado la batalla, aquello hubiese acabado en tragedia.


jueves, 26 de febrero de 2015

Capítulo 20: Akira.




Aceleré al oír el claxon del coche de Toshi. Aullido de revoluciones, soplido de válvula de descarga de turbo, una marcha más, engranada accionando con firmeza la palanca. Unas llamas salieron de mi escape, Hiro iba a mi par. Esquivábamos los pocos coches que pasaban a mas de 200 km/h. Podía oír el ruido del motor de su Z mezclado con el mío, en una especie de sincronía mecánica.
Vi como Hiro me adelantaba, aceleré y notaba como mi R32 no respondía al cien por cien, el cuentarrevoluciones parecía caer en picado. Empecé a pensar que se trataba de una rotura de motor, pero me di cuenta que no llevaba el mapa motor adecuado, pulsé el botón del mapa adecuado, reduje una marcha y el R32 recuperó algo vida, al volver a subir una marcha más, el motor parecía volver a ser el de siempre.

A pesar de esa corrección sobre la marcha, no podía adelantarlo, todo lo más colocarme a su lado. La primera de las pasadas de la batalla, acabo en un clarísimo empate, en la segunda, logré ponerme por delante de él, pero el espacio entre Hiro y yo no era suficiente para declararme ganador. Empezamos la tercera batalla, ninguno de los dos tenía intención de levantar el pie ni admitiría rendirse. Aunque era una batalla entre amigos, jugando limpio, tenía que haber un ganador.
Seguí acelerando, pude alcanzar a Hiro, me coloqué a su estela, hundí el pie derecho e hice luces a Hiro, empecé el adelantamiento. Cuando iba a su par, Hiro miró hacia mí, le hice un gesto levantando la cabeza y me coloqué delante de él. Estaba siendo una batalla muy dura, notaba que entre mi camisa y mi piel había un película de sudor. Miré por mi retrovisor y vi a Hiro algo más lejos de los habitual, seguí acelerando y al cabo de varios kilómetros, él había desaparecido. Había ganado al Hashiriya que más me había inquietado, era la victoria que más esperaba. Paré el coche a la entrada del desvío que nos llevaría de vuelta al punto de reunión. Hiro apareció y me hizo ráfagas, arranqué y volvimos con nuestros compañeros. Cuando nos bajamos del coche, la expectación era enorme, el asunto había trascendido y los periodistas de la Option habían venido a cubrir la batalla.
- Hiro, ¿cómo ha ido la batalla? -preguntó Masao-. Toshi dijo que os perdió muy rápido de vista y volvió enseguida.
- Devil me ha ganado-contestó Hiro sonriente-.
- ¿En serio? -dijo uno de los periodistas-.
- Sí, es el mejor Hashiriya de todo Japón. Ha vencido a los más rápidos.
- Hiro -dije-, ¿te ha pasado algo? Te descolgaste al final...
- Sí, el motor tenía mucha temperatura. En el momento que me adelantaste me era imposible ponerme a tu estela. Creo que tiene más punta que el mío. ¿Tu coche tuvo algún problema?
- Sí, llevaba el motor mla configurado, lo corregí sobre la marcha. Fue como un botón mágico.
- ¿Te encuentras bien Devil? Pareces pálido -dijo Masao-.
- Estoy bien, sólo algo cansado.
- Yo estoy exhausto -dijo Hiro-. Me voy a casa.
- Es mejor que nos vayamos -dijo Masao-.
Hiro se despidió amablemente, no parecía abatido por la derrota, antes de salir de aquel área de servicio, paró el coche a mi lado.
- Enhorabuena, la mejor batalla de mi vida. Ha ganado el mejor.
- Gracias Hiro.
Se fue. Tras él, Kenji se despidió haciendo su tradicional saludo militar.
Cuando volvía a casa, un Toyota Supra negro bastante juguetón se puso detrás de mí y comenzó a hacer ráfagas. Pasé de batallas, el Supra me adelantó sin miramientos y desapareció de mi vista atronando la autopista.
Sólo Masao se dio cuenta de que estaba pálido, desde hacía unos días, las comidas no me sentaban muy bien y sentía cansancio, afortunadamente, parecía ir remitiendo, aunque a veces notaba que volvía a suceder. No le daba mucha importancia y culpaba de ese malestar a algo que había comido y que me había sentado mal.
Aquellas molestias no eran suficiente para apartarme de mi trabajo. Laura venía todos los días a esperarme a la salida. Tuve que devolver mi R33, Nismo me ofreció cambiarlo por el nuevo 400R, una máquina algo más eficiente que el R33 "a secas". También tuve la suerte de poder probar el R390, en su versión de calle. Nismo realizó algunos test en el Nordschleife, a las que tuve que ir. Desgraciadamente, durante aquel viaje a Alemania, Laura no pudo acompañarme, la llamé todos los días, ella estaba más preocupada por si yo comía bien y por mi estómago que por ella misma. Al llegar de vuelta, ella me recibió como si hiciese años que no me veía.
Cuando entramos en casa, ella se abrazó a mí, de sus ojos empezaron a brotar las lágrimas.
- ¡No te puedes imaginar lo mal que lo he pasado! ¡Odio estar sola!
- Lo siento...
- Estuve contando los días que faltaban para que llegases. Ha sido horrible. ¿Qué tal en Alemania?
- Bastante trabajo, no fue todo lo ideal que hubiese deseado, estaba nevado, conducir allí era una pesadilla.
- ¿No puedes hacer nada para que no te envíen a esos sitios?
- No puedes pedirme eso...
- Díselo a tu jefe, por favor.
- Se lo diré, no te prometo nada.
- ¡Por favor! Dime que no te mandarán más veces al extranjero... No puedes ni imaginarte lo mal que lo he pasado.
- Lo siento.
- Espero que al menos esta semana no tengas otras reunión con tu escudería.
- Creo que sí.
- ¡Lo que me faltaba! Si quieres huir de mí, hazlo, no te escondas.
Recuerdo que subió al dormitorio y dio un fuerte y sonoro portazo. Miré sobre la mesa y había un paquete a mí nombre. Era la nueva electrónica que había encargado tras el fallo de mi batalla con Hiro. En Nismo me habían concedido diez días libres tras mi viaje a Alemania. No le dije nada a Laura porque quería darle una sorpresa.
Al día siguiente, ella seguía dolida, apenas me dirigió la palabra, lo único que me dijo fue un "hasta luego" al despedirse. Tenía miedo hasta de mirarla, ella también esquivaba todo intento de contacto visual.
El día de la batalla estrenaba mi nueva electrónica. De camino a ella observé que el comportamiento del motor se volvía más agresivo, el coche parecía más rápido.
Al llegar al sitio pactado vi un gran revuelo. Mis colegas se acercaban a mí, el primero fue Smokey.
- ¡Hey Devil!
- Muy buenas.
- Acabo de preparar un R33, 1200 caballos. Estoy también con un Supra que va a ser muy potente también.
- ¿Supra? ¿No será negro?
- No, será dorado, es mi color favorito. ¿Tu también has visto un Supra negro por aquí?
- Sí, lo llevaba una chica, pensé que estaría relacionada contigo. Lo vi hace días.
- No, no tiene ninguna relación conmigo.
- Nuestro rival de hoy es un conocido del club - dijo Masao, al que no había visto hasta aquel momento-. Es un tío muy legal. Perdón por la interrupción.
- Buenas noches Masao, no te había visto.
- Está ahi, quiere conocerte.
Me acerqué a nuestro rival y vi a varios periodistas de la Option a su alrededor. Masao abrió un hueco entre ellos e hizo que me acercara. Vi un Porsche de color oscuro, muy preparado, con un enorme alerón.
- Akira, competirás contra Devil.
Aquel Hashiriya estaba fumando, apagó su cigarrillo y se acercó a saludar.
- Soy Akira Nakai, encantado.
- A mí me llaman Devil. Un placer.
En aquel momento observé que en su coche había una pegatina enorme que ponía "RWB". Años después supe de la importancia internacional de este hombre, del que tuve el placer de conocer su trabajo y aún mantengo amistad con él. Akira era "Rauh Welt Begriff", los Porsche más exclusivos del mundo.


De la batalla que mantuvimos no tengo ningún recuerdo especial, su coche era rápido, no tanto como mi R32 ni como el 911 de Masao. De lo que si tengo muy buenos recuerdos es de que Akira era un tipo asequible. Al acabar la batalla me invitó a visitar su taller, en Chiba.
Recuerdo que al volver a casa, Laura estaba en la ventana, sentada con sus rodillas cerca del pecho y sus brazos rodeándolas. Al entrar, la saludé y subí al dormitorio, ella vino detrás. Me senté en la cama, ella ya tenía el pijama puesto. Se sentó en la cama en posición de yoga y sonreía.
- Buenas noches -dije-.
- Espera, ¿podemos hablar un momento?
- Claro.
- Perdóname, por favor, he sido un poco egoísta...
- Todo olvidado.
- Lo pasé muy mal. No sé si puedes entenderlo...
- Laura, no te preocupes. Iba a darte la sorpresa el lunes, pero me han dado diez días libres. Así que, por lo menos me tendrás en casa molestando. Te prometo que en esos días no le dedicaré tiempo al coche.
Ella sonrió antes de darme un largo beso. Cuando me acosté, una intensa sensación de vergüenza me invadía. Cada día llevaba peor ser el Hahiriya más rápido y temido de Japón.





martes, 17 de febrero de 2015

Capítulo 19: Shogun -II parte-.

Ya tenía a aquel maldito Ferrari en la mira, adelantarlo parecía imposible. La decisión estaba tomada, la salida hacia Yokohama estaba perfectamente iluminada. Sería una locura, pero peligroso no me parecía, si apagaba las luces de mi R32, me vería con menos claridad, pero el alumbrado público le permitiría verme. Apagué las luces justo al entrar en la salida hacia Yokohama, me cerré al trazar la curva, adelantando por el interior, pude ver como el conductor del Ferrari, al verme a través de su ventanilla, se sorprendía, aprovechando yo esos segundos de sorpresa para pisar el acelerador a tope y ponerme en cabeza.
Poco después de aquella salida vi aparcados los coche de Hiro y Kenji, al verme empezaron a hacer gestos, como los que harían los espectadores de un rallye. Por el retrovisor vi como subían a sus coches, las luces de mi rival no podía verlas,supongo que se asustó al ver mi adelantamiento. Ahora, pasado el tiempo, la experiencia me dice que fue una maniobra suicida.
Al llegar al punto declarado como meta, algunos de mis compañeros me recibieron como a un héroe. Kenji se bajó de su coche corriendo y se acercó a mí gritando.
- ¡Lo has conseguido Devil!
- Sí, ha sido difícil.
- Ese tío era uno de los más rápidos, es de una banda muy importante de un barrio de ricos de Tokyo.
- Te creo, ese Ferrari es único.
Fueron llegando los que faltaban, mi rival se bajó del coche, se despidió y se marchó. Mis compañeros me rodearon, el primero en romper el silencio fue Masao.
- Increíble, ¡menudo adelantamiento! Devil, pagó las luces de su coche y lo adelanto al entrar en el desvío que viene hacia aquí. Menos mal que había farolas, de lo contrario, habría que expulsarte del club.
- Lo sé, perdón.
- Fue un adelantamiento limpio.
- Por cierto -dijo Masao-, hablando de comportamientos suicidas, Junichi, acércate.
Aquel chico se acercó, era un novato.
- Junichi, en el recorrido hasta aquí te has comportado como un demente, la batalla no iba contigo, casi te estrellas contra mí y contra aquel camión.
- Lo siento.
- Has violado las normas. Estás expulsado.
- Perdón. Hasta siempre.
Así acabó la trayectoria de un novato más. Puedo asegurar que los novatos que aprobaban su año de noviciado rondaría el 10%.
Tras esa despedida, me dieron la bienvenida como Shogun delclub, lo que me permitía organizar batallas y ser miembro de la élite del club.
Así, con batallas como éstas fue pasando el año. Laura y yo celebramos el fin de año a la manera japonesa, oyendo las 108 campanadas y recibiendo el año nuevo viendo el amanecer desde un bonito acantilado. Recuerdo estar abrazado a Laura, ella se giró, pude ver sus ojos brillantes a la luz de la luna. Ella no dejaba de sonreír.
- ¿Tienes frío?
- No, estoy perfecta. ¿Sabes? Estaba recordando la noche en la que te declaraste. Era tan bonita como ésta, con el cielo despejado...
Era cierto, recuerdo aquella noche como si fuese ayer. Habíamos ido a cenar a Coruña, una ciudad que, como gallegos, echábamos de menos en aquella tierra tan lejana que era Japón. Aquella ciudad nos acogió como estudiantes, aquella noche sería nuestra despedida. Acabamos dando un largo paseo hasta el Castillo de Santa Cruz. Laura se detuvo en la pasarela de acceso y dirigió su mirada hacia el mar.

- Me encanta el mar. Es inmenso.
- Hay otra cosa inmensa que me encanta, tus ojos.
Ella se giró y sonrió.
- ¡Oooh! ¡Qué bonito! Muy romántico...
- Laura, quiero decirte una cosa.
- Dime.
- Te parecerá una locura, pero... ¿quieres casarte conmigo?
Ella me miró sonriendo, yo estaba arrodillado y ella me miraba con una mezcla de emoción y ternura.
- Sí, sí y mil veces sí.
Me levanté y nos fundimos en un beso. Desde aquella noche, Laura era mi vida, lo era todo para mí. Y puedo asegurar que cada mentira que le conté para ir a las batallas del Mid Night Club fue para mí como un puñal que me atrasaba el pecho.
Tras recordar aquel momento, ella me preguntó por mi futuro.
- Ahora, ¿cómo irá tu trabajo?
- Igual, antes trabajaba de enlace entre IHI y Nismo, pero ahora soy empleado de Nismo. Han llegado un acuerdo con IHI y me han "traspasado". Además, ahora trabajaré más liberado y ganando un poco más.
1996 lo pasé desarrollando el R33 LM de aquella temporada y el nuevo prototipo GT1, el futuro R390, cuyo chasis se desarrollaría en Reino Unido y su motor lo diseñaríamos partiendo del V8 del R91. En lo que a batallas se refiere, acabé instalando los turbos del R390 en mi R32, junto con otroas mejoras, como los intercoolers, alcanzando los mil caballos de potencia al freno, siendo mi R32 una de las bestias más rápidas de todo Japón.
En 1996 también se creó un R33 LM de calle, un vehículo único que tuve la suerte de poder probarlo durante un in de semana a principios de verano. El viernes que me lo prestaban, Laura vino a recogerme al trabajo. Llamó a mi despacho y abrió la puerta sonriendo.
- ¡Hola amor! ¿Te queda mucho?
- No, voy ahora. Hoy no vamos en tren a casa, me dejan un coche.
- ¿Un prototipo?
- Casi, un coche de carreras con matrícula, sólo harán este.
- Suena chulo.
Ambos salimos de mi despacho, cogidos de las manos. Entramos en el ascensor y bajamos hacia el sótano. Allí estaba esperando el coche, gris, ancho, imponente, aparcado al lado del modelo de carreras de Le Mans.

- ¡Es igualito que el de carreras! -dijo Laura-.
- Sí, ¿te gusta?
- Bueno... es un poco cantón, ¿no?
- Sí, tienes razón -dije riendo-.
Nos subimos al coche, lo encendí y salí del edificio de Nismo con cuidado, era un coche único, si lo dañaba, en Nismo pondrían precio a mi cabeza.
- ¡Vaya! Hasta tiene radio -dijo Laura-.
- Sí, lo han equipado como si fuera el R33 de calle.
En aquel momento estábamos entrando en la autopista, conecté la radio y me propuse saber de qué era capaz aquel coche.

Sus reacciones eran increíbles, era muy rápido, Laura se aferraba al asiento, de vez en cuando chillaba, sobre todo si rebasaba algún camión. Decidí levantar el pie y tomar la salida a un área de servicio. Cuando aparqué, la miré, ella estaba tomando todo el aire que podía.
- No... no sé que le ves de divertido a esto.
- Yo tampoco, pero me gusta.
- Tu y los coches... ¡Ah! No me acordé de decírtelo, Paula va a venir a vernos.
- ¿Cuándo?
- En Agosto, vendrá por quince días.
El tiempo pasó rápido, demasiado para mi gusto. Paula estuvo con nosotros, fui a muchas batallas, las gané todas. Nismo me hizo trabajar en una nueva versión de calle del R33, la 400R y en 1997, el R390 debutó, sin mucho éxito. 1997 no supuso mucho cambio, Mi R32 seguía siendo imbatible, la policía detuvo a varios novatos y en el Mid Night Club empezamos a sentir que la policía nos seguía muy de cerca. También destrozamos el coche de algún "fantasma" que aseguraba ser del Club y no lo era. Recuerdo que hasta llegamos a quemar un NSX.
Así entramos en 1998, yo seguía enamorado de Laura, mi R32 seguía siendo imbatible y en más de una ocasión coincidí con una chica que había visto en una discoteca, la vi conduciendo su coche, un Supra negro.
Pero empecé a sentir algo en mi interior, un viejo rencor bushi -guerrero en japonés, lo que los extranjeros llamamos samurai-. Un viernes organicé una batalla. Mis compañeros llegaron, el primero de todo fue Hiro.
- ¡Hola Devil!
- Muy buenas Hiro.
- ¿Contra quien es la batalla de hoy?
- Llevo mucho tiempo pensando en esto, estoy ya preparado, ¿tú y yo?
- Vale -dijo sonriendo-.
- El ganador será aquel que sea capaz de desaparecer de la vista de su perseguidor. Si no nos logramos separar lo suficiente, vamos al mejor de tres.
Decidimos que la batalla empezaría en una recta que había antes de una larga curva, a partir de ella la batalla comenzaría. Al llegar a ella, íbamos a unos 120 por hora, cuando Toshi, accionó el claxon de su Z. En ese momento, mi pulso se aceleró, casi al mismo ritmo que subía de vueltas mi motor. Debo confesar que la ansiedad de la máxima velocidad, se manifestó antes de tiempo.