domingo, 5 de abril de 2015

Epílogo: Verano de 1988.

Ya habíamos acabado los exámenes, era un jueves. Laura y yo nos habíamos quedado en el colegio mayor unos días más para consultar las listas de las notas. Yo ya tenía todos mis resultados, había aprobado todo, con unas notas muy buenas. Aquella tarde se me estaba haciendo eterna. Durante el curso, Laura había encontrado un trabajo, cuidaba de un niño por las tardes, ganando un dinero que le venía muy bien. Cómo se organizaba para estudiar y trabajar, era algo digno de elogio y admiración. Salía a las siete de la tarde, fui a esperarla, cuando salió, fuimos a su facultad. Ella estaba bastante nerviosa, aspiraba a sacar una nota muy alta en una asignatura muy complicada. Quería conseguir una beca para el curso siguiente. Cuando llegamos, el profesor estaba colgando en el tablón las notas. Al vernos se giró.
- Buenas tardes. La felicito señorita, ha sacado la nota más alta de la clase. Me ha impresionado.
- Gracias -dijo Laura, algo sonrojada-.
- Que pase un buen verano. 
- Igualmente, profesor.
Laura miró la lista con curiosidad. El número de suspensos era altísimo. Por lo que me había contado, su clase estaba plagada de repetidores, incluída gente que le faltaba sólo esa asignatura para licenciarse.
- Laura, ¿cómo te ha ido?
Ella dió un pequeño salto, se giró sonriendo y me abrazó.
- ¡Genial! ¡He sacado matrícula!
- Me alegro.
- ¿A ti cómo te fue en Física?
- Fue la peor de todas, un 7'5. Pero no me quejo.
Tanto sacrificio y horas de sueño robadas habían merecido la pena. Aquella noche después de cenar, Laura vino a mi habitación. Yo ya tenía todo recogido, listo para irme al día siguiente. Cuando ella entró, parecía algo triste.
- ¿Te encuentras bien? -le pregunté-.
- Sí... Es que pensar que mañana nos vamos y no vernos durante todo el verano...
- Bueno, las clases no empiezan hasta octubre, y yo tengo que hacer la mili los meses de julio y agosto. En septiembre nos veremos todas las veces que lo desees.
- ¿me escribirás desde el cuartel?
- Claro que sí, cielo -en ese momento la abracé-. Cada dos días te mandaré una carta.
Ella me miró con los ojos brillantes y me abrazó con mucha fuerza. Me besó, me dejé llevar y acabamos tumbados sobre mi cama. Ella se incorporó, me miraba fijamente. Ella abrió varios botones de su blusa. Sonriendo empezó a desnudarse, después se tumbó a mi lado, me besó.
- Me gustaría que guardásemos un bonito recuerdo de esta noche.
- Lilí,  ¿Estás preparada?
- Sí. Nunca he estado tan segura.
- Uf, que nervios...
- Ya, yo también estoy muy nerviosa...
- Si notas algo, o te duele...
- No te preocupes.
Ella me abrazó, la besé y entrelacé mis dedos con los suyos, ella me agarraba la mano con fuerza y sonreía.


Por la mañana, ella estaba abrazada a mí, con su brazo derecho rodeando mi torso. Tenía la cabeza apoyada sobre mi hombro y yo la rodeaba con mi brazo. La miré a los ojos y ella me devolvió la mirada. Sonreía. Había sido una noche maravillosa. Me dolía tener que hacer el equipaje y saber que no volvería volver a verla hasta octubre. Por mucho que nos escribiésemos y hablásemos por teléfono, no era lo mismo. 
Cuando dejamos nuestras habitaciones del colegio mayor, ella parecía más triste que yo, alguna lágrima cayó por su mejilla. 
- Laura, ¿cómo vuelves a casa?
- Llamaré a los padres de Paula, se ofrecieron para acercarme.
- Mete la maleta en mi coche, te llevaré yo.
- No, llegarás muy tarde a tu casa.
- Llamaré a mis padres, les diré que voy a acercarte a casa.
- ¿Saben que estamos saliendo?
- Todavía no. 
Ella sonrió. Fui al teléfono público del colegio mayor y llamé a casa. 
- Hola mamá, soy yo.
- Dime.
- Llegaré un poco más tarde de lo normal...
- Vale. Tu conduce con cuidado.
- No te preocupes. Hasta pronto.
Llevé a Laura a su casa, era un piso, vivía a poco más de una hora de la casa de mis padres. Me invitó a entrar. En el mueble que había en el pasillo, donde estaba el teléfono, había una foto. En ella salía una preciosa mujer rubia con un bebé en su brazos. Tenía una sonrisa y una mirada muy dulces. 
- Ésa era mi mamá -dijo Laura-.
- Eres su vivo retrato.
Ella empezó a llorar. La abracé.
- ¿Crees que estaría orgullosa de mí?
- Lo está. Allá dónde esté, estará orgullosa de tener una hija tan buena y tan buena estudiante. Eres el sueño de cualquier madre. Y de toda suegra...
- ¿Tu crees? -dijo sonriendo-. ¿Le caeré bien a tus padres?
- Estarán encantados.
- Bueno, es mejor que te vayas o llegarás tardísimo a casa. Cuando llegues al cuartel, escríbeme, por favor.
- Por supuesto. sólo estaré unos días en casa y después me marcharé al cuartel. No te preocupes.
Me despedí de ella. Salió a la ventana del piso y me hizo un gesto con su mano mientras me subía en mi Vitesse. Hacía poco que lo había pintado, de granate, por consejo de Laura. A pesar de que mi tío le había instalado un kit de carrocería bastante resultón, tenía un alerón estilo Sierra RS Cosworth que desentonaba un poco, pero decidí mantenerlo.


Cumpliendo mi palabra, cuando llegué al acuartelamiento, lo primero que hice tras instalarme fue escribirle una carta. Cuando la envié, la espera por recibir respuesta se me hizo eterna. El día en que el conserje gritó mi apellido seguido de la palabra correspondencia corrí como un poseso hacia su mostrador, cuando vi que el remitente era Laura, me invadió una alegría inmensa. Leí aquella carta unas cincuenta veces. La primera de las muchas que acabaríamos mandando y recibiendo.
Cuando por fin acabé mi estancia cuartelaria, volví a casa. Cada dos días Laura y yo nos llamábamos por teléfono. Eran conversaciones de corta duración, pero suficientes para matar la añoranza que el uno sentía por el otro.
Un día mi madre descolgó el teléfono y me llamó, era Laura. Fue una conversación corta, hacía poco que mi abuela había vuelto del hospital y ella quería preguntar cómo le iba. Al volver al salón, oí un momento de la conversación que mantenían mis padres.
- ... es una chica muy amable, preguntó si estaba el niño, al decirle que sí, me dijo "sería tan amable de ponérmelo". Le pregunté de parte quién y contestó que se llamaba Laura.
Al verme entrar, mi padre me miró interrogante.
- ¿Quién era?
- Una amiga, de la universidad.
- Te llama todos los días -dijo mi madre-. ¿Es compañera tuya de clase?
Me vi acorralado, se me subió el rubor a la cara y confesé.
- Bueno, es mi novia.
Mis padres se miraron entre si. Yo seguí hablando.
- Empezamos a salir juntos a principios de curso. Es muy buena chica.
Saqué una foto de carnet de ella que llevaba en la cartera y se la pasé a mis padres.
- Es guapa, muy guapa -dijo mi padre-.
- Y sus ojos son muy bonitos -añadió mi madre-. Parece muy educada. ¿Por qué no la invitas a tu cumpleaños a comer?
- ¿De verdad?
- Sí, que venga.
Corrí hacia el teléfono. Deslicé el dial del teléfono marcando su número. Tras dos o tres tonos, oí su voz.
- ¿Sí?
- Laura, soy yo.
- ¡Ah! Dime.
- Mi cumpleaños va a ser dentro de unos días...
- Sí, lo sé. Ya te compré un regalito...
- No, no es eso. ¿Quieres venir a comer a mi casa ese día?
- No sé... ¿qué opinan tus padres?
- ¡Ha sido idea de mi madre! Creo que te la has ganado...
- Vale, cuenta conmigo.
- Iré a buscarte. Un beso.
- Te quiero. Besos.
Hasta que llegó el día, estuve muy nervioso. Recogí a Laura en su casa a las 12 del mediodía. Estaba esperándome en el portal. Llevaba un vestido con un estampado de flores. Llevaba una bolsa blanca de papel. Estaba hablando con una mujer. Aparqué cerca de ellas, me bajé y me acerqué a Laura. Ella se giró llena de alegría al verme. Me abrazó con fuerza y me besó. Miró a aquella mujer y me habló.
- Mira, ella es Pilar.
- Encantado.
- Bueno, Pili -dijo Laura-. Te tengo que dejar...
- No te preocupes, ya nos veremos. Cuida de esta chica -me dijo-, es un diamante...
- Claro que sí. Encantado.
Laura me explicó que aquella mujer era la que se había casado con su padre y la madre de sus hermanas. Llevaban una relación de lo más fluida.
Al llegar al portal de la casa de mis padres, Laura me miró.
- ¡Vaya! ¡Qué bonita es tu casa!
- Gracias -dije mientras avanzaba despacito hasta la cochera-.
- Estoy muy nerviosa...
- Yo también...
- ¿Tenéis un Porsche en casa?
- No, debe ser una visita.
Aparqué al lado de aquel Porsche, era un 930, el Turbo, de color plata, con matrícula suiza. Lo miraba mientras daba vueltas a mi cabeza sobre quien podría ser su propietario.


- ¿Sabes una cosa? -preguntó Laura-. ¡Ya tengo el carnet de conducir!
- Enhorabuena. ¿Ya sabes que coche quieres comprar?
- Ojalá pudiera comprar uno. Bueno, podrías regalarme uno como éste...
Se echó a reír. Caminamos hacia la puerta, tan pronto como la abrimos, mi tío Antonio salió a recibirnos.
- ¡Sobrino!
- Hola tío. Ese Porsche que hay fuera, ¿es tuyo?
- Claro. Ahora hablamos de él. Primero preséntame a esta hermosa joven...
- Soy Laura. Encantada.
- El placer es mío -dijo mi tío, dándole dos besos-. Sobrino, vaya novia te has echado, una preciosidad.
Laura se ruborizó ante aquellos piropos. Mi tío siempre fue un bon vivant y un playboy. Mis padres y mis abuelos se acercaron.
- Bueno, familia, ella es Laura, mi chica.
- Encantada -dijo mi madre-. Nos han hablado mucho de tí...
- Espero que hablase bien de mí...
- Sí, claro. ¿Tu que estudias?
- Estudio Química.
- Ya nos han dicho que aprobaste todo con muy buenas notas. Bien hecho -dijo mi padre-.
- Gracias.
El resto de mi familia se acercó a presentarse. Laura le preguntó a mi abuela cómo estaba.
La comida trascurrió con normalidad. A la hora del postre, mis padres me dieron mi regalo de cumpleaños. Mi tío, arreglándose su pelo largo con una mano, empezó a hablar.
- Sobrino, aquí tienes mi regalo.
- Gracias.
Era una caja cuadrada. Estaba envuelto en un papel de regalo azul. Era un reloj, un TAG-Heuer Monaco. Lo miré emocionado y lo enseñé a mi familia.
- Tío, te tuvo que costar una fortuna, te has pasado.
- No creas. A los empleados nos hacen un descuento. Me alegro que te guste.
- ¿Trabajas en TAG?
- Sí, el Porsche puede considerarse coche de empresa. Tienen una especie de acuerdoy nos hacen descuento. Agradece a Brigitte la elección, que yo dudaba...
- ¿Quién es Brigitte?
- Bueno, es una amiga...
- Vamos, que por fin has estado la cabeza -terció mi padre-.
- Puede decirse que sí...
- Gracias tío -dije-, es una pasada.
- Mi regalo te parecerá un poco cutre -dije Laura-.
- No lo creo...
- Toma, feliz cumple -dijo sonriendo-.
Era una cazadora vaquera. Era muy bonita y me quedaba muy bien. Le dí un beso a Laura y me senté de nuevo en la mesa.
Ya habíamos acabado el segundo café cuando mi tío, copa de cognac en mano, me miró.
- Sobrino, ¿quieres probar mi coche?
- Me encantaría...
Él me lanzó las llaves.
- Disfrutadlo, pero a las ocho lo quiero de vuelta.
- Tranquilo. Lo cuidaré.
Laura y yo salimos hacia la cochera atravesando el jardín. Abrí el coche y le aguanté la puerta a Laura. Ella puso las manos de manera que el vestido no se subiera. Cerré su puerta y me subí yo.
- Es tan bajito que tengo miedo de que se me vea todo al bajar...
No pude evitar sonreír al oír aquello, ella dijo un "tonto" y me dio un golpecito en el brazo.
Arranqué el coche, sonaba de maravilla, no era muy fácil de llevar, el lag del turbo era considerable, pero tenía tanta fuerza que parecía que habíamos sido embestidos por un camión.
- ¡No corras! -dijo Laura-.
- Vaya, pensé que no tenías miedo a la velocidad...
- El día en que nos conocimos, me hice la valiente....
Ella sonreía. Bajé la velocidad y, tras unos diez minutos conduciendo, paramos en una terraza cerca de la playa. La camarera resultaba ser una antigua compañera de instituto.
- Me alegro de que te vaya bien en la vida. Menudo cochazo...
- No es mío, es de mi tío. Bueno, te presento a mi chica, ella es Marta, una antigua compañera de clase.
- Encantada Laura. Bueno, me alegro de verte tan radiante tío. Ya nos veremos.
Laura bebía su Coca-Cola por una pajita. La miraba y ella se sonrojaba.
- Me ha encantado tu regalo. Me queda bien, ¿no?
- Sí, te queda genial. ¿no te parece cutre?
- No, me encanta, ya ves que me la puse enseguida.
Ella sonreía. Decidimos volver a casa, Laura quería volver a la suya. Le devolví las llaves del Porsche a mi tío y Laura se despidió de mi familia. La llevé a su casa en mi Rover. Cuando llegamos allí nos despedimos con un beso. Le agradecí de nuevo su regalo y esperé a que ella entrase en su portal. Ella se despidió desde la puerta.
Al llegar a casa, mis padres y mi tío se disponían a cenar. Cuando me senté a la mesa, mi madre fue la primera en hablar.
- Laura es encantadora. Es una chica muy educada. Me gusta para tí.
- Gracias. Es muy buena persona.
Pocas semanas después volvíamos a las aulas de la universidad. Laura y yo volvíamos a estar juntos en casi todo momento. Era la mejor época del año para nosotros.


Laura falleció a los 71 años, víctima de una larga enfermedad. En todo momento demostró una entereza y una fuerza impropios de su estado de salud. "Devil" fallecía a los pocos meses, a raíz de una complicación cardio-respiratoria, aunque llevaba desde el fallecimiento de Laura sumido en una depresión. Por expreso deseo de Laura y de "Devil", una parte de sus cenizas fue esparcida en la bahía de Tokyo. El resto, descansan en el Castillo de Santa Cruz, en Oleiros, lugar dónde se prometieron.




FIN