miércoles, 18 de marzo de 2015

Capítulo 25: Tokyo, 2015.

Era una hora temprana, acababa de meter nuestras maletas en el maletero del GT-R. Laura llegó al garaje.
- ¿Qué haces?
- Meter el equipaje en el coche...
- Ya, pero es mejor que vayamos en el Audi, sino Cristina va a ir muy incómoda.
Tenía razón, saqué el equipaje del GT-R y lo metí en el Audi. Tenía la suerte de tener un garaje de ensueño. Gracias a mi trabajo, podía permitirme tener un Nissan GT-R V-Spec (R35), un Audi RS6 Avant, mi antiguo Fairlady Z32 y un Nissan 240Z que bauticé como "Sayumi" ("princesita" en Japonés). El 240Z fue un amor a primera vista, leí un anuncio de que se vendía uno, necesitaba una restauración completa y le faltaba el motor. Construí una réplica del Z432R, una edición limitada de los 70. Para eso, tiré de mis contactos en Japón, que me enviaron un motor de seis cilindros y dos litros procedente del GT-R "Kenmeri", una caja de cambios y un diferencial a juego, así como unos bonitos aletines atornillados y unas preciosas llantas RS Watanabe. Ese Z lo preparé y corrí con él algún rallye de históricos en la categoría de regularidad. Mi viejo Vitesse, descansaba en casa de mis padres, de vez en cuando daba una vuelta con él. Laura le tenía un cariño especial. A pesar de todo, y aunque conducía un auténtico deportivo como el R35 V-Spec, no olvidaba a mi antiguo R32. Me despertaba la curiosidad saber si aún existía o si languidecía en algún desguace.
Mi tiempo libre, aparte de restaurar aquel 240Z y de disfrutar de mi familia, también lo dediqué a construir maquetas. Hice réplicas de los coches de mis compañeros del Mid Night Club, el de Masao, Hiro, Kenji y también mi R32.
- Papá, ya estoy lista.
- ¿Tu madre dónde está?
- Revisando que todo queda en orden.
Tan pronto como acabó de hablar, mi hija se subió al coche y su madre apareció. Le abrí la puerta y arranqué. Aunque conducía coches potentes, había perdido aquel deseo de ser el más rápido de la autopista. Me seguía gustando conducir rápido, pero me reservaba para los circuitos de pruebas o para tandas en track-days. Miré a Laura, sonreía de manera nerviosa, los viajes en avión no la entusiasmaban. Cristina parecía algo nerviosa, desde el retrovisor la veía mandar mensajes de whatsapp.
- Dicen las niñas que tengamos buen viaje.
- Dales las gracias -dijo Laura-.
- ¿Tenéis ganas de volver?
Laura me miró, sonriendo, yo la miré. A pesar de que nuestra hija conocía gran parte de lo sucedido en Japón, ella no sabía que nos intentásemos divorciar. Encendí la radio, miré a Laura, ella como si me leyese el pensamiento, asintió.


- Cielo, dijo Laura, girándose hacia el asiento trasero, hay una cosa que no sabes.
- ¿El qué? -contestó Cristina-.
- Tu madre y yo tuvimos problemas en Japón, antes de que tu nacieras.
Laura me echó una mirada en la que podía leer que pusiera cuidado en lo que decía.
- Yo estaba metido en una banda de carreras ilegales. Un día se lo confesé, y le prometí dejarlo.
- Ahh.
Laura suspiró largamente, yo seguí conduciendo.
- Papá, una preguntita...
- Dime.
- ¿Cómo conseguiste que mamá te dejase ir de tandas a circuitos.
- Pues por que un circuito es más seguro que la autopista -dijo Laura-.
Llegamos al aeropuerto, al sacar las maletas, miré la pegatina del Nordschleife. Había ido el verano anterior. El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos. Era Paula, nos llamaba para desearnos buen viaje, como Laura tenía el móvil apagado me había llamado a mí.
El viaje hasta Tokyo fue largo, muy largo. Había sido agotador. Tomamos un taxi hasta nuestro hotel, al llegar llamé a Kazuma cómo habíamos acordado. A la tarde siguiente, quedaríamos para volver a vernos.
Al día siguiente, la mañana la dedicamos a hacer turismo por Tokyo. Cristina alucinaba, tenía la sensación de estar en otro planeta, lo mismo que había sentido yo en su día. No dejaba de sacarse fotos y selfies. Queríamos enseñarle una sala de juegos enorme, dónde había las máquinas que son una grúa para coger regalos. A diferencia de lo que se estila por aquí (peluches del todo a cien), allí los regalos eran muñecos de series manga. Cristina quería uno, lo intentaba con toda su maña, pero era imposible. Se le acercó una chica con uniforme de instituto, le sonrió y le pidió por gestos si le dejaba jugar. La chica sacó un muñeco a la primera, y se lo dio sonriendo. Mi hija me llamó para que hiciese de intérprete.
- Cris, la chica dice que te vio jugando y quería ayudarte. Es un regalo para tí.
Cristina se acercó a ella y le dio un abrazo, la chica no dejaba de sonreír. tenía una larga melena morena y unos ojos muy expresivos.
- Asuka, ¿has acabado ya?
Al oír ese nombre, me giré rápidamente. Era la madre de la chica. La mujer se quedó mirándome.
- ¿Devil? -preguntó confusa-.
- ¿Asuka?
Ella se acercó a mi cogiendo a su hija de la mano. Cuando estuvo en frente nuestro, hizo una reverencia. Le contestamos y ella empezó a hablar.
- ¿Has vuelto?
- Sí, pero por poco tiempo.
- Me alegro muchísimo de verte. Ya veo que nuestra hijas se han conocido. Un placer.
- Igualmente Asuka, cuídate.
Ellas se marcharon sonriendo. Laura me miró con curiosidad.
- ¿Quién era?
- En su día competí contra ella. Devil era mi apodo en el mundillo.
Creo que Laura notó que al hablar de mi paso por el Mid Night Club hacía sentirme avergonzado y dolido. Noté que me tocaba en el hombre.
- ¿Seguimos el paseo?
- Sí -dijimos Cristina y yo al unísono-.
Tras la comida, Kazuma vino a recogernos al hotel. Volver a nuestro antiguo barrio me produjo una sensación especial. La casa en la que habíamos vivido seguía igual. Miré al balcón, por un instante recordé el intento de suicidio de Laura. En ese momento sentí que las piernas cedían y tuve que apoyarme en el coche. Laura también estaba muy emocionada, se acercó a mí corriendo.
- ¿Te encuentras bien?
- Sí. Es la emoción. Acaba de venírseme a la cabeza un mal recuerdo...
- Ya...
Cristina sabía la historia del aborto y la depresión de Laura. Se acercó a nosotros y me abrazó, después hizo lo mismo con su madre.
- Mami, ¿estás bien?
- Sí. Es la nostalgia. Vivimos momentos malos, pero también muy felices ahí dentro.
Mientras decía eso, acariciaba el pelo de Cristina, luego la besó en la frente. Me miró, con aquella mirada me dijo más cosas que con palabras, dibujó una sonrisa.Siempre le dije que sería la mejor madre del mundo, lo había conseguido. Cristina y ella tenían una complicidad tal, que en muchas ocasiones su relación parecía más de amigas que de madre e hija, sobre todo en temas en los que cómo hombre, yo poco podía hacer. Eso sí, cada vez que la veía hablar de chicos, me entraba una sensación extraña y me preguntaba que intenciones tendría ese chaval para con mi hija.
Kazuma nos hizo entrar, fue bonito volver a ver a su esposa, a Naoto, hecho todo un hombre, y a su prometida y futura mujer, una joven tímida y muy bella. Recordando viejos tiempos, Kazuma me enseñó un vídeo desde youtube.


Salía su RX-7 fucsia. Pero en una escena, en un arcén durante una batalla, salía mi R32. También salía una imagen grabada durante la batalla contra Smokey, con mi R32 en cabeza.
- La gente aún nos recuerda y admira.
- Pues admiran un error.
- Lo sé...
Junto a Kazuma, había tenido algo de trato con Smokey. Kazuma sacó un periódico de la parte baja de la mesa del ordenador.
- Mira esto, por favor.
- "Vendo guitarras españolas recién importadas a buen precio. Son de buena calidad. Estaré en la Estación de servicio de Namiki de 00 a 3 am. Gracias.". Kazuma, no...
- Tranquilo, no es una batalla, sería una reunión. El delito ya ha prescrito, hay gente que quiere volver a verte.
- Quedamos en no volver a vernos nunca más...
- Por eso, sólo vamos a recordar viejos tiempos, seguramente nadie entenderá el mensaje. Le decimos a las mujeres que te llevo a tomar algo y listo.
Nos dirigimos hacia el salón, oíamos que las chicas hablaban entre ellas, Laura ejercía de traductora, lo estaban pasando bien.
- Laura, si me permites, voy llevar a tu marido a dar una vuelta.
- Sí, claro. No vengáis muy tarde.
- Podéis quedaros aquí a dormir.
- No creo que volvamos muy tarde, como mucho a las tres de la madrugada.
- Pasadlo bien.
Salimos de su casa y me hizo subir en su coche. Aún conservaba un FC3s de calle, sin modificar. Tras unos minutos, aparecimos en polígono industrial. Kazuma se bajó del coche y se acercó al portal, lo abrió y metió el coche dentro. Con las luces del coche apenas se podía distinguir unos bultos cubiertos con lonas.
- Tengo algo que enseñarte...
- ¿Qué?
- Es una sorpresa...
Encendió las luces de la nave. Allí estaban su coches del Mid Night, el paraíso de cualquier aficionado a los Mazda con motor rotativo. Destapó su viejo RX-7 FD fucsia. A su lado había otro coche tapado con una lona, se me hacía familiar.
- Haz los honores - me dijo extendiendo su brazo en dirección al coche-.
Obedecí, al destaparlo, me embargó la emoción y las lágrimas brotaron de mis ojos. Mi R32, estaba allí, impoluto, perfecto.
- Lo compré hace varios años, el chico que lo compró tuvo un accidente con él. Lo arreglé y lo conduje un par de veces. No parecía apto para mí. Lo arranco de vez en cuando y le hago el mantenimiento, pero no me atrevo a conducirlo rápido. Desea que sólo tú lo conduzcas.
Kazuma me lanzó las llaves. Me subí rápidamente, lo encendí. Volver a sentir la potencia de aquel motor, aquel sonido tan poderoso... era muy especial. Kazuma me hizo un gesto y lo saqué a la calle, el sacó su RX-7, al que yo apodé "chicle". Pusimos rumbo a la Wangan, tuve la tentación de darlo todo, como en mi época de Hashiriya, pero me conformé por darme un gustazo ligero y lo puse durante un minuto o dos a más de 180 km/h en un lugar despejado. Luego frené, aunque la Wangan seguía desierta, era peligroso.
Al llegar a Namiki, dos Z32 aparcados, ambos de color rojo. En uno, el conductor estaba apoyado a una puerta y fumaba un cigarrillo. ¡Era Kenji! Al verme, empezó a gritar.
- ¡Es Devil! ¡Ha vuelto! ¡Díos mío, ha vuelto!
Corrió hacia mi coche, tan pronto como me bajé me hizo una reverencia y me abrazó. De nuestros ojos brotaban lágrimas.
- Hiro, ¡ven! Es Devil.
Hiro se bajó del coche, se había afeitado el pelo. Sonreía.
- ¡Qué alegría volver a verte!
- Lo mismo digo.
Miré a Kazuma, habían ido a saludarlo a él también. Los saludos se vieron interrumpidos por el sonido de más motores. Estaban llegando Smokey, Toshi y otros miembros del club. Todos nos saludábamos emocionados. Vi que me trataban con muchísimo respeto y que todos deseaban volver a verme. Sin embargo, echaba de menos a alguien, a quien yo tenía más respeto y cariño como Hashiriya, Masao.
Llevábamos un rato hablando, de nada en concreto, emocionados por el reencuentro. El sonido de un motor Porsche hizo que nos girásemos. Era Masao. Cuando se bajó del coche, su cara seria dejaba paso a una amplia sonrisa, visiblemente emocionado se acercó a nosotros. Saludó con su mano al grupo, al acercarse a mí, me dio un fuerte abrazo.
- Lo has logrado Devil. Sobreviviste a aquella enfermedad. Cuando te vi llegar al hospital, pensé que no lo lograrías. ¿Cómo está tu mujer?
- Bien, tenemos una preciosa niña.
- Me alegro de oír eso. Caballeros, disculpen mi retraso, se le está acabando la batería al coche y le cuesta arrancar.
Su 911, conocido en Japón como Yoshida Special lucía como nuevo.
Empezamos a hablar de todo un poco. De pronto Toshi rompió las reglas del club.
- Bueno, ya que no seguimos compitiendo, ¿cuál es vuestro trabajo?
- Yo me dedico a la inmobiliaria -dijo Kazuma-.
- Yo tengo un taller. Antes llevaba el concesionario de mis padres -dijo Smokey-. Aunque creo que todos visteis mi detención en Reino Unido.


- ¡Es cierto! -dije-.
- Bueno, yo soy director de una oficina bancaria -dijo Toshi.
- Mi trabajo es más aburrido -dijo Hiro-, soy profesor en la universidad, de física.
- Yo soy dibujante de cómics -dijo Kenji-.
- Creo que falto yo -dije-, soy ingeniero mecánico. Trabajaba en Nismo en la época del Mid Night Club...
- Con razón eras tan jodidamente rápido -dijo Hiro dándome un codazo suave-. Sabes una cosa: tu récord en la Wangan sigue imbatido.
En aquel momento, sentí una mezcla de orgullo y vergüenza.
Unos chicos se acercaron a nosotros.
- ¡Sois los Mid Night Club! Una leyenda...
- Sí, lo somos -dijo Toshi-. De eso hace mucho tiempo. Ya no corremos.
- Da igual, sois unos mitos. Están todos, ¡hasta el Devil R32!
Los chicos nos hicieron cientos de preguntas. Pronto nos sentimos incómodos y decidimos marcharnos. Al guardar el coche en la nave de Kazuma, él me vino a hablar.
- No contaba con que viniesen todos.
- Yo tampoco...
- Oye, quédate con el GT-R. Yo no lo uso nunca.
- No, me gustaría que se quedase en Japón. Es su tierra. Sé que está en buenas manos.


Mientras volvíamos, noté que había hecho lo correcto, lo qué pasó en Japón, que quede allí. Llevar el R32 para España, supondría desenterrar fantasmas. Volví con Laura y con Cristina al hotel.
- La mujer de Kazuma me ha dicho que tiene tu antiguo R32...
- Sí, me lo ha enseñado, los chicos del Mid Night Club han venido a verme. No hemos corrido, tenemos ya una edad y no somos unos inconscientes.
- ¿Lo has disfrutado?
- Sí, de una manera diferente, más personal. Lo he conducido, pero no he sentido esas ganas de exprimirlo a fondo, sería una locura.
Ella me miró sonriendo, Cristina parecía adormilada.
Durante la boda de Naoto, miré a Laura varias veces. No paré de agradecer que fuese ella la que me separase de la Wangan, gracias a ella, ahora me consideraba mejor persona. Por muy mal que lo hubiéramos pasado, todas las cosas que nos sucedieron me hicieron comprender que mi vida debía girar en torno a ella, no sobre un R32 de más de mil caballos. Gracias a ella, tenía el mejor regalo de todos, una hija preciosa y una segunda oportunidad.
Ya habíamos embarcado en el avión, Cristina traía miles de fotos del viaje. Laura le tiene miedo a volar, por lo que se aferraba a mi mano con fuerza. La miré, ella me devolvió el gesto y sonrió de manera nerviosa. Cristina iba sentada a mi derecha, al lado de la ventanilla, observando el paisaje.
- Gracias -dije a Laura susurrando-.
- ¿Por qué?
- Da igual, son cosas mías.

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