jueves, 22 de enero de 2015

Capítulo 17: Batalla a 9000 RPM.

Recuerdo que poco después de haber ultimado mi R32, Laura tuvo una cita con la psiquiatra. Al llegar al hospital para la consulta, la noté algo nerviosa, como de costumbre. Tuvimos suerte de que nos atendieron rápido. La doctora Temashita nos mandó sentar, sonriendo se dirigió a Laura.
- ¿Cómo está?
- Mejor.
- ¿Ninguna recaída grave?
- No, tuve días mejores que otros, pero mejor. No volví a pensar en el suicidio. Estoy más animada.
- Me alegro mucho. ¿Y su marido cómo lo ha llevado durante este tiempo?
- Se ha portado muy bien. Lo ha hecho lo mejor que ha podido, algún día se escapó al garaje, su pasión, para relajarse un poco. Pero lo ha hecho muy bien.
Cuando Laura acabó de hablar, me miró sonriendo. Sus ojos brillaban, parecía que una lágrima de emoción se escapaba. Tomó un kleenex y se limpió. La doctora me miró.
- Yo creo que no he estado a la altura -dije-.
- Es normal sentirse así, pero la opinión que cuenta es la de ella. Laura, voy a darle una buena noticia. Hoy recibirá el alta. Ya no necesita la medicación.
- ¡De veras! Gracias.
- Si algún día necesita ayuda, ya sabe dónde encontrarme.
Laura sonreía, su mirada era viva y brillante. Volvía a ser la de siempre. Aquel día decidimos salir a cenar y a tomar algo. La oferta de ocio de Tokyo es enorme, pero hay un problema, muchos de los locales prohíben la entrada a extranjeros, algunos como los teatros Kabuki, por temas culturales, otros, como los restaurantes o discotecas, porque los empleados sólo hablan japonés. No tuvimos problemas en entrar en una famosa discoteca, ya que ambos hablábamos japonés. El ambiente era impresionante, las chicas bailaban sus canciones favoritas a un ritmo frenético, con unas coreografías en las que movían los brazos a una velocidad imposible llamadas para-para. Unas chicas vestidas como colegialas se sacaron una foto con nosotros. Me llamó la atención una de ellas, me miraba fijamente, como si me conociese de algo. Era una mirada penetrante, parecía seguirme.
Volvimos a casa tarde, al llegar, Laura rompió el silencio que guardó durante el trayecto a casa.
- Ya hacía tiempo que no salíamos. Ese cubalibre se me subió demasiado.
- Tu nunca bebiste demasiado y hacía tiempo que no bebías.
- Sí, pero lo hemos pasado genial.
- Cierto.
Al meternos en cama, ella me abrazó, empezó a hablarme casi al oído.
- Estoy muy contenta, pero tengo miedo.
- No te preocupes por nada. Todo saldrá bien.
- ¿Eso crees?
- Sí. Eres muy fuerte, todo saldrá bien.
Ella me besó.
La semana pasó con los preparativos de Le Mans. Nismo desembarcaría en La Sarthe con más ambición que posibilidades de victoria. El viernes, tendría una batalla. La verdad es que tenía muchas ganas de participar.
Días antes había aparecido por Nismo un periodista inglés. Lo vi de pasada por las oficinas. Le habían dejado un R33 V-Spec para hacer un reportaje sobre la cultura automovilística japonesa.
Llegó la noche y le monté la típica escusa a Laura y me escapé hacia la batalla. Al llegar al punto de encuentro vi a varios periodistas de la Option y al periodista inglés con varias cámaras de televisión. Todos se acercaron a mí. El inglés venía con cámaras de televisión.
- Devil, ¿has mejorado tu coche?
- Sí, más potencia y mejor aerodinámica.
- Excuse me, do you speak english? -dijo el inglés-.
- Yes, no cameras please -dije-.
Llegaron Toshi y Masao y se acercaron a mí. Me pidieron que hiciese de traductor entre ellos y el inglés.
- Mira -le dije al inglés-, nosotros somos el club de Hashiriya más importante de Japón. Somos samurais del siglo XX. Tenemos un código de honor. Hay que respetar al que circula correctamente por la Wangan. Si alguno de nosotros pone en riesgo a otro miembro del club o a un conductor será expulsado.
- ¿Cuáles son vuestros coches favoritos?
- El Porsche 911, el Nissan Skyline GT-R y el Nissan Z.
- ¿Por qué usáis la autopista como circuito?
- El precio del peaje son mil yenes. En Japón hay muchos circuitos, pero una vuelta en uno vale veinte mil yenes. Es cuestión de dinero.
- ¿Cómo competís aquí?
- El drifting y el autocross son para los débiles. Nosotros buscamos la máxima velocidad. Hoy correré yo contra otro Hashiriya que nos ha retado. Iremos de aquí a Yokohama. Si quieres puedes acompañarme. Sin cámaras. Si subes conmigo, deberás estar en silencio.
- Acepto.
Al cabo de un rato llegó mi rival. El famoso R32 azul mal llamado Devil. Su conductor se acercó a nosotros.
- Sólo puede haber un R32 Devil.
- Sí, soy yo -dije-. Lo de hoy es un sprint hasta Yokohama, al primer área de servicio.
- Acepto.
Le hice un gesto al periodista y me siguió. Se subió al coche y se abrochó los arneses. La gente empezó a salir hacia la llegada de la batalla. Masao sería el encargado de darnos la salida. Antes de arrancar, el periodista me habló.
- ¿Cuánto puede alcanzar este coche?
- Está muy modificado, sobrepasa los trescientos.
- Bien. Por cierto, no me he presentado, me llamo Jeremy Clarkson.
- Mi nombre no importa -dije-. No quiero ser descortés, son normas del club.
En aquella época no era consciente de que llevaba a uno de los periodistas del motor  más famosos -y bocazas- del mundo a mi izquierda.
Masao hizo ráfagas. Debíamos salir. Sabía que al llegar al carril de incorporación empezaba la batalla.
Arranqué, hundí el pie sobre el acelerador, el R32 azul no se despegaba de mí. Había bastante tráfico, a la hora de esquivar los camiones y coches que pasaban notaba que el coche iba sobre raíles, no había flotaciones ni aquella sensación de que el eje trasero se desmelenaba. El maldito R azul seguía mi estela. Al llegar a una zona muy despejaba noté la auténtica casta de la nueva preparación del motor. El cuadro de mandos marcaba que iba a 318 km/h y a casi 10000 rpm. El ruido lo inundaba todo, el R32 azul había desaparecido. Yo era el único y auténtico Devil.
Al llegar a la meta, mis compañeros del Mid Night Club me recibieron. El inglés se bajó del coche y fue junto a los de la Option. También llegó mi rival. En Tokyo sólo había sitio para un sólo Devil, y ése era yo.
Los periodistas de la Option se acercaron a mí. Me propusieron una nueva prueba de alta velocidad, acepté. El fin de semana siguiente, debería llevarlo al mismo circuito que de la vez anterior.
Masao, Toshi e Hiro se acercaron a mí.
- Enhorabuena -dijo Toshi-. En nuestra próxima reunión discutiremos si entras en el shogunado del club o no. Vas por el buen camino. Ahora tenemos una batalla de regreso a Tokyo. Vete si quieres,pareces cansado.
- Gracias. Me voy.
Nunca había oído lo del shogunado, pero no me sacaba el sueño. Seguía con la obsesión de poder vencer a Hiro. Ahora estaba un paso más cerca.
El día de la prueba en el circuito, Laura me acompañó. Dí un par de vueltas a aquel óvalo, pero no me dijeron la velocidad que había alcanzado. En junio publicaron el reportaje, al ver la foto, supe que podría vencer a Hiro. Podría vencer a cualquiera.


En el trabajo, seguía concentrado en el desarrollo del R33 LM de 1996. Casi siempre esperaba a Laura cuando salía del laboratorio y tomábamos el tren de vuelta a casa juntos. Un día me quedé hasta muy tarde, estaba tan concentrado que olvidé llamar a Laura para avisarla. De pronto, noté un toque en el hombro, una voz de mujer me llamaba.
- Hola. ¿Te habías olvidado de mí?
Era Laura. Sonreía. No estaba enfadada.
- Perdona. No sé ni que hora es.
- No pasa nada. ¿Volvemos a casa?
- Sí claro.
Volvimos en un taxi. Aquella noche, Laura subió al dormitorio después de cenar. Volvió con una caja envuelta en papel de regalo. Sonreía.
- Estás tan centrado últimamente que hasta se te olvidó que hoy es tu cumpleaños. Felicidades.
- ¡Es cierto! Vaya gracias.
Abrí aquella caja y me encontré con una camisa y un kit de un R32 para armar.
- Espero que con esa maqueta hagas una réplica de tu R32.
Sonreí y la abracé. La tomé en volandas y subimos al dormitorio.
La siguiente batalla fue pocos días después. Descubriría que significaba exactamente ser miembro del shogunado del Mid Night Club.