domingo, 28 de septiembre de 2014

Capítulo 4: Batalla a medianoche.

Era mi primera batalla como miembro oficial del grupo, no podía faltara ella. La verdad es que estaba muy nervioso. Tenía miedo de no cumplir las expectativas del club y que me expulsasen en mi primera batalla.
La tarde anterior a la batalla me la pasé instalando en mi R32 unas nuevas llantas y neumáticos, con el fin de bajar un poco el peso y mejorar el agarre. Las llantas eran unas Volk TE37 blancas, de 17 pulgadas y los neumáticos unos Yokohama Advan que eran prácticamente unos slicks legalizados para circular por carretera.

Ya tenía en mente unas cuantas modificaciones para hacer más rápido mi R32: más piezas de carbono, un kit de carrocería aerodinámico, nuevos frenos, suspensión más firme y unos retoques en el motor. Recuerdo que las llantas las había sacado "de tapadillo" de Nismo. Al trabajar allí, le pedí al encargado un juego más, para mí, que conseguí con un jugoso descuento.
Cuando llegó la hora salí de casa disparado hacia la batalla. Por el camino me encontré con otros coches de los Mid Night, uno de ellos el Z de Toshi, que me saludó con indiferencia. Faltaban unos diez minutos para la medianoche cuando llegué a la estación de servicio de Narita, pero ya había gente allí. Entre ellos vi a Kenji, que me hizo señas para que aparcase a su lado, Toshi aparcó su Z al lado de mi R32. Kenji se acercó a nosotros.
- Buenas noches, nuestros rivales todavía no han llegado.
- ¿Se habrán echado atrás? -dije-.
- Nadie reta a los Mid Night, falta a su palabra y rompe su compromiso tan a la ligera -contestó Toshi-.
Dicho eso se dio la vuelta, Kenji se acercó a mí.
- No se se lo tomes a mal. Es muy desconfiado. No te odia, de hecho te respeta mucho. Oye, hoy será la última batalla de mi viejo S30, a la próxima traeré mi nuevo Z32 biturbo. 
- Bien, ¿cuántos caballos tiene?
- En esta primera evolución tendrá unos 450, pero aspiro a subirlo hasta 600. ¿Y tu R32 cuántos tiene?
- Unos 350, pero está aligerado.
- Si me permites un consejo, instala una jaula antivuelco completa, desnuda el interior y déjalo lo más parecido al de Grupo A. Si quieres, puedo dejarte pruebas de revistas...
- Gracias, no es necesario, conozco bien el R32 Grupo A.
- De nada amigo.
Kenji era muy amable conmigo, el resto de miembros también, ya que durante la espera estuve hablando con ellos. Toshi era el único que parecía hostil conmigo. Uno de los miembros, que conducía un R32 dorado, se acercó a mí. Ese tío llevaba gafas y tenía una pinta de frikazo que no podía con ella. 
- Hola, no nos han presentado. Aquí todos me conocen como Smokey, quería conocerte.
- Un placer.
- ¿Tienes casco?
- No.
- Toma este, considéralo un regalo de bienvenida.
- Muchas gracias.
Tan pronto como dije esa frase aparecieron nuestros rivales. Eran dos coches, un Supra y un NSX. Ambos parecían muy preparados. El NSX era rojo, mientras que el Supra era un MK III negro. Se bajaron su conductores y Toshi se acercó a ellos.
- Ya que nos habéis desafiado, la batalla será doble, el recorrido será por la ruta Bayshore hasta Namiki, quedaremos allí al finalizarla misma. A nosotros nos representarán Kenji y el otro novato. ¿Os parece justo?
- ¿El famoso Gaikoku no Akuma?
- Sí, es uno de nuestros novatos. Masao irá detrás vuestro con su 911, en un momento dado tocará el claxon y os hará luces, ahí empezará la batalla.
Todos subimos a nuestros coches, Masao tomó su 911 y lo colocó hacia la salida, los rivales se colocaron delante de él. Mientras me ponía el casco hablé con Kenji.
- ¿Eres un novato?
- Sí, hoy acabo mi "noviciado". Menos mal que nuestra batalla no fue de las oficiales, es decir, que apareciste por allí sin haberte retado y me ganaste, si no me habrían expulsado.
- Oye, ese NSX parece que lleva un turbo, ¿no te da miedo?
- No. La estrategia es la siguiente, el primero de nosotros que se ponga delante le da rebufo al otro. No te preocupes, venceremos.
Asentí ya con el casco puesto, me senté en mi R32 y lo encendí. Kenji hizo lo mismo y nos pusimos delante de Masao. Con él iba Toshi. Podía oír al resto de miembros gritar un "Fowado Akuma" -adelante demonio, en japonés-. Smokey me levantó el pulgar. Kenji desde su coche me dedicó otro saludo militar. Masao tocó el claxón en señal de salida. Tomamos el acceso a la autopista y tras dar una curva pude ver como Masao nos hacía luces y tocaba enérgicamente el claxon. ¡La batalla había comenzado!
Nuestros rivales enseguida nos adelantaron, pero Kenji y yo podíamos seguirlos fácilmente. Al Supra lo adelantamos muy rápido, pero el NSX parecía más correoso. Kenji se puso a su estela y yo a rebufo de Kenji. Fueron unos minutos interminables, ya íbamos a más de 200 km/h y sólo íbamos por el primer tercio de la ruta. Podía notar esa ligera opresión en el pecho que mis compañeros llamaban "la ansiedad de la máxima velocidad". Esquivábamos camiones y coches como si fuesen caracoles. Kenji y yo estábamos adelantando al NSX, íbamos a unos 270 km/h. En ese momento miré a Kenji, que me hizo un gesto con su mano, ahora la batalla se dirimiría entre ambos, en términos amistosos.
Aceleraba sin piedad, notando el sonido de los turbos insuflando aire a toda presión a mi motor y el silbido de la válvula de descarga. Pude adelantar a Kenji, que no se despegó de mi hasta llegar a Namiki. Allí paramos en un área de descanso.
- ¡Menuda batalla! -gritó Kenji eufórico-, ¡somos los mejores!
- Sí, los hemos dejado en ridículo.
Mientras celebrábamos nuestra victoria, aparecieron nuestros rivales y otros Mid Night. Masao y Toshi se bajaron, Toshi se puso entre Kenji y yo y nos alzó los brazos. Nuestros rivales miraban apesadumbrados como celebraban nuestra victoria manteando a Kenji.
Mientras los rivales se iban, posaron a Kenji en el suelo y le dieron la bienvenida como socio de pleno derecho. Toshi se acercó a felicitarme.
- Buena batalla, pero no bajes el listón ni la guardia, esto no ha hecho más que empezar. Así que... no me jodas. ¡No puede ser!
- ¿Qué sucede?
Toshi lanzó un silbido, durante unos segundos pensé que se trataba de una redada policial, pero Toshi enseguida señaló a un chico que se bajaba de un Toyota MR2.
- Ese no es de los nuestros y lleva nuestra pegatina en el parabrisas de su coche. Vamos a darle una lección. ¿Quién tiene un llave de tubo en el coche?
- Yo -dijo Smokey-.
- Dásela al Gaikoku no Akuma, hoy tendrá dos ritos de admisión.
Me pusieron la llave en la mano y me hicieron gesto de acercarme al MR2. Toshi volvió a hablarme.
- Dale una lección a su propietario y muéstranos tu fidelidad al club. Cuando salga el dueño, dile que no debe hacerse pasar por quién es.
Esperamos unos minutos, cuando salió el chico de la cafetería, venía acompañado por una joven con uniforme de camarera, yo me acerqué a la puerta del conductor.
- ¿Es este tu coche chico?
-Sí...
Entonces golpeé el parabrisas delantero del Toyota, hasta tres veces. La chica empezó a chillar mientras agarraba al chico por la cazadora.
- Si vuelves a hacerte pasar por un Mid Night,te quemaré el coche contigo dentro, ¿lo has entendido?
- Sí señor -dijo temblando-. Discúlpeme, por favor.
Me dí la vuelta y volví con los de mi club. Toshi asentía con afirmación mientras a mí me temblaban las piernas.
Volví a casa como si nada hubiera pasado.
Aquella semana recibí una noticia que sería toda una prueba de fuego para mi trabajo de ingeniero. Comenzaba el Campeonato Japonés de Turismos y había que dar la talla.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Capítulo 3: La leyenda del Gaikoku no akuma.

Mientras conducía notaba como gotas frías de sudor recorrían mi espalda hasta los riñones, mi pulso estaba acelerado y mis manos temblaban sudorosamente. Serían las once menos cinco de la noche cuando llegué a la estación de servicio de Namiki. Un empleado salió a recibirme gritando un "bienvenido", una costumbre local. Mientras se llenaba el depósito de mi Skyline, el empleado se afanaba en limpiar mi parabrisas. Me bajé hacia aquel joven sonriente y le hice unas preguntas.
- Disculpa, ¿has visto un 240Z azul por aquí?
- No señor, lo siento.
- ¿Dónde podría aparcar mi coche?
- Si lo desea, puede hacerlo en esta Estación de servicio, tiene que tomar esa salida de la derecha en lugar de la que sale hacia la autopista.
- Muchas gracias.
- De nada -contestó haciendo una reverencia.
Me subí al coche y el empleado se acercó a despedirse gritando un "Muchas gracias. Vuelva pronto". Aparqué en un enorme aparcamiento desierto. Al fondo pude vislumbrar un camión frigorífico, en cuyos laterales podía leerse "Pescados Harumi" en japonés. Tenía un dibujo muy divertido de un pulpo pintado de un rojo muy chillón. Bajé del coche y coloqué mi americana en el asiento del acompañante. Estaba aflojando un poco mi corbata cuando oí el ruido de unos motores muy potentes que se acercaban. Justo cuando miraba la hora de mi reloj, las once en punto, apareció ante mis ojos aquel 240Z azul. Pero no había venido solo, con él venían más Nissan Z en diversas versiones, varios RX-7 y Porsche 911, algún GT-R R32 y un Toyota Supra. En aquel momento me asusté mucho, pensé que el conductor de aquel Z azul era un jefe de la Yakuza al que había ofendido en la Wangan. El conductor del Z se bajó con un semblante serio. Era un hombre de unos treinta años, con el pelo largo y peinado con la raya en el medio. En aquel momento el resto de conductores se bajó de sus coches y se acercaban a mí. Estaba tan asustado y seguro de que iba a morir que en lo único que pensaba era en cómo demonios se decía "Díganle a mi mujer que la amo" en japonés.
De pronto el hombre del Z empezó a sonreir mientras se acercaba a mí. Pude echar un rápido vistazo a mi alrededor y comprobar con sorpresa que la media de edad de aquellos conductores era de unos cuarenta años.
Justo cuando pensaba que sacaría una pistola y me pegaría un tiro, aquel hombre me hizo una reverencia y comenzó a hablar.
- Es un honor haberte conocido y te agradezco que hayas venido, significa mucho para nosotros. La batalla que tuve contigo fue increíble.
Me quedé paralizado. En ese momento se giró y comenzó a hablar a un hombre algo más joven que llevaba un jersey de cuello vuelto oscuro.
- Lo ves, es él.
- No te emociones, a lo mejor no habla nuestro idioma. No es más que un Gaikoku no Akuma. Go back to Australia! -me gritó-.
En ese momento sonreí, lo miré y le contesté en japonés.
- Estás equivocado. Sé que me has llamado "demonio extranjero" y no soy de Australia, soy español.
- No quería ofenderte, pero desconfío de los extranjeros. Kenji nos ha dicho que corriste contra él en una batalla en la Wangan y que le has ganado. Como puedes ver por las pegatinas de nuestros coches, somos los Mid Night Club -dicho en japonés suena más a "mido naito curabu"- el club de carreras más importante de Japón. Si quisieras entrar, tendrías que retarnos, pero has retado a Kenji y le has vencido. Haremos una excepción contigo, ¿quieres unirte?
No sé por qué, pero mi respuesta fue un sí inmediato. Hice una reverencia al tío que me hablaba en señal de agradecimiento. Sigo pensando que ojalá me partiese un rayo en aquel instante.
- Las reglas son las siguientes. Estarás como aprendiz durante un año, en ese año tendrás que acudir a todas las batallas que se organicen. Si faltas a una serás expulsado. Segundo, dentro del club sólo hay nombres. No interesa quien seas, como te llamas o dónde trabajas. Sólo tu nombre. Si eres amigo de alguno de nuestros miembros, guárdalo en secreto. Tercera regla, no pongas nunca en peligro la seguridad de los otros conductores, ellos son inocentes. Y la última regla, nunca digas nada de nuestro club.
Asentí como muestra de mi conformidad ante aquellas normas.
- Mi nombre es Toshi. Mira con frecuencia los periódicos locales, cuando veas un anuncio parecido al que te ha dejado Kenji en el coche, deberás acudir a la hora y lugar indicado.
-Descuida, sé que para vosotros los japoneses la puntualidad es muy importante. No voy a faltar a nadie al respeto.
- Kenji tenía razón, pareces un hombre honrado y valiente. Ya nos veremos.
Se despidió de mí y vi como se subía a un 280ZX rojo. El resto de miembros hizo lo mismo, salvo Kenji, que volvió a despedirse de mí con aquel saludo militar.
Apenas había sido una reunión de media hora de duración, por lo que decidí acercarme a una máquina de refrescos que había visto antes en la gasolinera. El mismo empleado que me atendió vino a decirme que aquella máquina no funcionaba, por lo que me hizo pasar a la tienda y me despachó una lata de Coca-cola sin cafeína.
- ¿Ha visto ha esos coches?
- Sí, ¿los conoce?
- Son los Mid Night Club, los Hashiriya -pilotos ilegales- más rápidos de Japón. Todo el mundo los respeta, vienen muchos a retarlos pero nadie les ha vencido aún.
Me fui de allí sabiendo un poco más de mi destino, sitiéndome un privilegiado al ser aceptado en aquella congregación. No habían puesto a prueba, admiraban mi valor. Regresé a casa y volvieron los remordimientos sobre haberle mentido a Laura. Al llegar, subí lo más sigilosamente posible, me desvestí y me metí en cama con cuidado. Laura se revolvió un poco y se despertó.
- Lo siento, no quería despertarte.
- No te preocupes. ¿Que tal la cena?
- No hubo tal cena, Kenji, se equivocó, lo que quería es que fuese a una reunión de un club de propietarios de coches deportivos, me aceptaron como socio.
- ¿Una escudería?
- Parecido... Duérmete, ya es muy tarde.
Ella me dió un beso y se giró. Al menos le había confesado parte de la verdad. Prefería ir allanando el terreno poco a poco.
La mañana siguiente fue penosa, Laura se había levantado con un fuerte dolor en el vientre, le dije que lo mejor sería ir al médico, pero ella se negó. Dijo que se le pasaría, mostando evidencias de mejoría a las pocas horas.
Mi trabajo seguía en su rutina de costumbre, mejorando a marchas forzadas el GT-R de grupo A y preparando concienzudamente la temporada entrante.
Al llegar el viernes, ojeando un periódico local pude ver un anuncio de los Mid Night Club:

Vendo bolsos de marca a grandes precios. Estaré en la salida de la Autopista Shuto del Aeropuerto Internacional de Narita, en el área de servicio, desde las 00 hasta las 3 am. Muchas gracias.

Mi destino estaba fijado con fecha y hora, y como novato no podía permitirme el lujo de faltar. Esedía se forjó la leyenda del Gaikoku no akuma, el "diablo extranjero" que vino de España para convertirse en el rey de la Wangan.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Capítulo 2: El nacimiento del Gaikoku no akuma.

Aquel 240Z emitía un sonido estremecedor. Desde el retrovisor de mi Skyline R32 podía ver como aquél morro de color azul se acercaba a toda velocidad. Era diferente al Datsun 240Z que yo conocía. Su frontal parecía más aerodinámico y sus faros estaban carenados. Me llamó la atención que llevaba una pegatina en el parabrisas con caracteres occidentales y otra gris colocada en diagonal. Destacaba mucho sobre el azul de la carrocería, al igual que los aletines negros. Detrás de él apareció otro coche, un Mazda RX-7 del tipo FC amarillo, haciendo aullar su motor rotativo. El Mazda iba bastante más atrás que el 240Z, ¿cómo diablos podía ser eso?
Mientras pensaba todo eso, el Z se puso a mi lado, miré a su conductor, ¡llevaba casco! Me hizo un gesto con la mano y levantó su cabeza. Yo, por mi parte, me sentí ofendido y no permitiría que un coche de museo batiese a mi flamante R32, bajé un marcha y aceleré hasta los topes. Laura empezó a chillar. Aquel Z no iba a dejarme en ridículo. Pronto me puse a su estela, el RX-7 intentaba, en vano alcanzarnos, Laura me suplicaba que frenase.
- ¡Frena! Por Dios, ¡nos matarás!
- Ni loco. Agárrate a algo y calla.
Seguí acelerando, miré al cuadro de mando, iba a mas de 250 km/h y un maldito 240Z iba en paralelo a mí, ¡y no podía adelantarlo!
- ¡El camión, el camión! -chilló  Laura-.
Di un toque de volante, pasé a unos cinco centímetros de aquel maldito camión que había tenido la osadía de mediar en aquel combate. La sensación de control total y absoluto que me ofrecía mi R32 se veía empañada por una ligera opresión en el pecho y una sensación de ansiedad, todo ello aderezado por los gritos de Laura.
Cuando adelanté al camión, puede ver que el Z estaba detrás de mí, otra vez acechándome. Por suerte para mí y para Laura, la salida que debía tomar estaba ya ahí, esquivé un par de coches y al girar hacia la salida, pude ver como el conductor del Z me miraba, ponía su mano derecha sobre la sien del casco y se despedía de mi haciendo un saludo militar. El RX-7 había desaparecido. No sé si fue una victoria o un abandono, pero aquello fue el principio de una larga historia que marcó mi vida.
Mientras no llegaba a casa pensaba el aquel Z. Por lo poco que pude oír, su motor no era el original, sonaba como el RB26DETT de mi R32, pero estoy seguro de que estaba muy modificado. Aquel coche no era normal. Cuando aparqué en el garaje, Laura se bajó del coche corriendo, tan pronto como puso un pie en el suelo, vomitó. Corrí a auxiliarla, estaba tan extenuada cuando acabó, que sus piernas no podían con su peso. La abracé y aguanté su cabeza sobre mi hombro.
- Estás loco. Podías habernos matado a los tres -dijo con un hilo de voz-.
- ¿A los tres? ¿Estás...?
- Sí, estoy embarazada... acabo de ir al ginecólogo. Estoy de tres semanas.
Me miró y sonrió, allí, sentados en el suelo estuvimos un gran rato mirándonos a los ojos. Aquel mismo día llamamos a mi familia para darles la noticia.
Sí, sólo a mí familia. Laura no tenía familia. A su madre la devoró un cáncer de garganta cuando tenía cinco años. Su padre la abandonó y fue criada por sus abuelos, que fallecieron poco antes de que ingresara en la facultad. Cualquier persona que critique el sistema de becas y ayudas al estudio universitario debería conocer situaciones como las de Laura, una persona inteligentísima  que pudo estudiar gracias a ayudas estatales y a su esfuerzo, no como yo, un niño pijo mantenido por sus padres Ella sabía que su padre se había vuelto a casar. Su nueva mujer intentó, sin éxito, acercar a padre e hija. Aquella mujer le dijo a Laura que tenía dos hermanas que querían conocerla, Laura accedió a conocer a aquellas niñas con la condición de que su padre no estuviese nunca en esos encuentros. 
Estaba más guapa que nunca, no podía dejar de mirarla. Iba a ser padre. ¡Qué gran sensación!
Al día siguiente llegué a mi trabajo flotando. 
Aquél día conocí a Masahiro Hasemi, una leyenda dentro del mundo del motor japonés. El piloto del Skyline azul patrocinado por Calsonic se quejaba de que las mejoras prometidas para la temporada próxima (todo esto ocurría a principios de 1993) no se apreciaban.
- Hasemi-san tiene el mejor coche de todo el campeonato, será invencible, nuestros ingenieros trabajan a destajo...
- No lo discuto, pero no noto ninguna mejoría...
- Los datos del banco dicen que...
- ¡Da igual!
- Hasemi-san -intervine- es verdad que las lecturas del banco de pruebas nos dan buenos resultados, pero a la hora de rodar es posible que haya diferencias. El banco dice una cosa,pero puede pasar otra. ¿dónde nota los problemas?
El miraba con una mezcla de alivio por encontrar a alguien que lo entendía y sorpresa.
- Verá, el motor va perfecto, el problema está en la transmisión, es imprecisa y el eje trasero parece ingobernable. ¿Usted ha sido el encargado de los turbos?
- Sí.
Hasemi-san sonrió y me hizo una reverencia.
- Enhorabuena, ha diseñado uno de los mejores motores turbo que he conducido.
- Gracias -dije devolviendo la reverencia-.
- Iré a hablar con el ingeniero encargado de la transmisión.
Cuando volvía a casa, vi como entraba en los talleres el R32 Calsonic de Hasemi, mañana tocaba mejorarlo y arañar esos segundo que en la pista separan la victoria de la derrota.
Aquel fin de semana Laura y yo cometimos el error de ir a un centro comercial de Tokyo en el R32. Nos quedamos maravillados de la tecnología allí expuesta, a precio de oro, eso sí, que hacía que los televisores españoles pareciesen aquel que Pedro Picapiedra tenía en el salón de su casa. En la terraza se podía gozar de una gran vista de la ciudad, había un monorrail que bordeaba la fachada del edificio y daba la sensación de volar. Laura sacó a la niña que llevaba dentro y también quiso subir. Todavía recuerdo como ella llevaba su cabeza apoyada sobre mi hombro mientras miraba extasiada el paisaje urbano. Tokyo era fascinante a la par que misteriosa.
Cuando bajamos al aparcamiento al subir en el coche, vi como sobre el limpiaparabrisas había un trozo de papel de color marrón, del mismo tono que una caja de cartón. La noticia del embarazo de Laura había hecho que me olvidase de aquel maldito 240 Z. La nota estaba escrita en kanjis hechos a mano, ¡era el dueño del Z!

Querido amigo, soy el propietario del Z que viste en la Wangan. Pareces un gran conductor. Por favor, me gustaría reunirme contigo. Estaré en la estación de servicio de Namiki de 23 a 3 am. Gracias.

- ¿Es propaganda?
- No Laura, es un compañero de trabajo. Dijo que hay una cena hoy.
- ¿Vas a ir?
- Sí, me gustaría integrarme un poco.
- Perfecto. Te prepararé el traje al llegar.
- Gracias cielo.
Por fin conocería a aquel piloto. Aún hoy sigo preguntándome por qué le mentí a Laura y acudí a aquella cita. Recuerdo que cuando salí de casa tenía el pulso acelerado y me sudaban las manos.  

lunes, 8 de septiembre de 2014

Capítulo 1: El origen.

Aquella mañana habíamos madrugado, debíamos llegar puntuales al aeropuerto. Metimos el equipaje en el maletero de nuestro Nissan GT-R y pusimos rumbo a nuestro destino. Volvería a Japón después de catorce años sin pisar la tierra del Sol Naciente.  Había sido invitado a la boda del hijo de mi antiguo vecino, Kazuma, y la ocasión era una excusa perfecta para elegir un destino de vacaciones. A pesar de que la estancia en Japón estuvo a punto de hundir mi vida. Quizás debería explicar un poco las cosas.
Desde que era niño, cualquier aparato con ruedas y motor despertaba mi curiosidad. Eso fue lo que me motivó a estudiar posteriormente ingeniería mecánica. Corría el verano de 1987, con dieciocho años, y recién admitido en la facultad, mis padres se disponían a cumplir su palabra: si era admitido en ingeniería, ellos me comprarían el coche que yo quisiese. Tenía tres candidatos: El Kadett GSi, el Golf GTi 16v y el Peugeot 205 GTi, mi favorito. 
Todo este panorama mudó durante una comida familiar, mi tío Antonio, el playboy de la familia, inició la conversación que daría un dramático giro a mis expectativas automovilísticas.
- Bueno, ¿ahora que coche quieres para ir a clase?
- El 205 GTi.
- Te propongo una cosa, quédate con mi coche, me destinan al extranjero, y me da pena deshacerme de él. No es un GTi de esos que están de moda, pero también es deportivo.
Mis padres aceptaron la idea. Supongo que aparte del ahorro económico, tampoco les gustaría que su hijo se estrellase a las primeras de cambio con un coche recién estrenado. El coche en cuestión se apartaba mucho de mis anhelos, ni era GTi, ni turbo ni 16 válvulas. No estaba a la moda y sobre todo, era viejo. El coche en cuestión era un Rover SD1 Vitesse. Montaba un kit de carrocería similar al que competía en turismos y unas llantas BBS que realzaban el color verde oscuro de la carrocería. Aquello no me convencía mucho, por lo que mi tío me llevó a dar una vuelta con él. Aparcamos delante de una popular terraza,muy concurrida a aquella hora del atardecer. He de confesar que el sonido de aquél V8 me cautivó - y sigue haciéndolo-. El Vitesse iba ganando puntos. El argumento capital para quedarme con él fue el hecho de que la chica más guapa de mi instituto -también la más superficial- viniese a hablarme con toda la simpatía y salero del que nunca había hecho gala cuando compartíamos clase. "Con este coche se pilla cacho" fue la conclusión a la que llegué, así que decidí aceptar el trato propuesto por mi tío. Con el Vitesse disfruté de lo lindo. Me lo llevé a facultad,donde era la envidia entre mis compañeros.
Y fue gracias al Vitesse que conocí a la que hoy día es mi mujer. Sucedió durante una fiesta que se celebraba en el colegio mayor. Me aburría aquella música, por lo que decidí salir a mirar si aquella pequeña manchita de aceite que había detectado provenía de mi coche o no. Aunque era de noche, una farola cercana tenía potencia más que suficiente para alumbrar la zona donde tenía aparcada a mi adorada "Victoria" como la llamaba cariñosamente cuando se negaba a arrancar a la primera. Me agaché y alcancé la mancha en cuestión, ya estaba seca. No podía ser de mi coche. Me levante y me sacudí las manos, abrí el capó y oí como la puerta trasera del comedor se abría chirriando. Salían al párking dos chicas, una de ellas, era ella. Siempre la miraba con admiración, era rubia, preciosa, inalcanzable. Tenía de ella el concepto de superficial, pero ese día cambié de perspectiva. Ellas me vieron, se acercaban a mí mientras protestaban por el ambiente que generaba el humo de tabaco (y otras cosas...). 
Ella fue la que habló primero.
- ¡Hola! ¿A ti también te molesta el humo?
- No, yo... esto... me aburría -contesté sin poder evitar el rubor-.
- Bueno - dijo sonriendo-, nunca llueve al gusto de todos...
- ¿Es este tu coche? -dijo la otra chica-.
-Sí, es un Rover.
- Es bonito -dijo ella-. Por cierto, me llamo Laura. Ella es Paula. 
- Encantado.
Ambas parecían muy agradables, y de sus gestos no se extraía esa superficiliadad de la que hacían gala otras mujeres, ellas eran sinceras.
- Chicas voy a dar una vuelta con el coche, ¿Queréis venir?
- Vale -contestó Laura-. ¡Me pido delante!
Nos subimos al coche, al arrancarlo me preguntaron si era un deportivo.
- Chicas, agarraos, os demostraré lo que da de sí.
Entonces salí del aparcamiento del colegio mayor haciendo patinar las ruedas y girando la esquina totalmente de lado. Pude escuchara Paula gritar, y veía a través del retrovisor como su melena castaña era presa de la gravedad y la fuerza centrífuga. Miré a Laura, que me devolvió la mirada. Sonreía, la velocidad no le asustaba. La carretera estaba desierta, llegaba una curva a izquierdas, empecé a dar gas y a contravolantear para mantener el derrape, con la fuerte frenada anterior a la curva, pude ver como se asustaba ligeramente. Al volver al colegio mayor después de nuestro pequeño rallye pirata, ellas se bajaron del coche. Paula estaba un poco pálida, Laura sonreía.
- ¡Qué emoción! ¡Guau! Nunca me lo había pasado mejor.
- Me alegro, Paula, ¿estás bien?
- No mucho... me voy a la habitación.
- Voy contigo -dijo Laura-.
- Os acompaño, ¿en qué habitación estáis? 
- En la 224, ¿y tú?
- En la 256.
Subí con ellas y me despedí, sabiendo que lo que había pasado esa noche no se repetiría. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al día siguiente, durante el desayuno, ambas se sentaron a mi lado y me hablaron con la misma naturalidad que el día anterior.
Fuese como fuesen las cosas, Laura y yo empezamos a pasar cada vez más tiempo juntos, a solas y del enamoramiento pasamos al noviazgo. Cuando acabamos nuestras carreras nos prometimos, así a finales de 1992, con ventitres años, nos casamos. Por aquél entonces yo ya tenía trabajo. Había conseguido ser el número uno de mi promoción y de España. Empujado por uno de mis profesores, publiqué en varias revistas artículos sobre turbocompresores, artículos que llegaron a ver los japoneses de IHI Corporation. Tal fue la acogida, que me concertaron una entrevista.
En un hotel de Madrid me reuní con tres hombres del fabricante japonés. Tras las reverencias mutuas y el intercambio de tarjetas, me expusieron sus inquietudes.
- Nos gustaría que trabajase en nuestra corporación. Sus trabajos sobre turbos nos parecen muy interesantes, nos gustaría que usted trabajase con nosotros. Estamos dispuestos a ofrecerle un buen salario, una casa para usted y si lo desea un empleo para su esposa. Las únicas condiciones que le imponemos son que venga a vivir a Japón y que aprenda nuestro idioma.
Tras meditarlo largamente con Laura, vimos que la opción era muy interesante, así que decidimos irnos hacia allá. 
Nuestra casa era una vivienda unifamiliar en una zona residencial a las afueras de Tokyo. Tras instalarnos, decidimos visitar la ciudad, una mezcla de tradición y la más moderna tecnología que dejaba un aire misterioso. Durante unos meses nos sentimos como en Marte, el choque cultural era enorme, pero los japoneses nos dieron una buena acogida. Durante meses, en nuestros trabajos, contamos con la ayuda de intérpretes. Laura trabajaba en un Laboratorio de un clínica de Tokyo, mientras que mi trabajo se desarrollaba entre Yokohama y Tokyo, pero principalmente en Tokyo, en el centro de diseño.
Mi nivel de japonés oral iba mejorando poco a poco, relacionándome cada vez mejor con mis compañeros y superiores, que se asombraban de mi conocimiento de la cultura japonesa y de sus costumbres.
En aquel entonces, Nissan había firmado un acuerdo con IHI, para que le abasteciera turbos, tanto para modelos de calle como de competición. Un día recibimos la llamada del departamento de competición de Nissan, habían instalado los turbos en el motor del que sería el R90CP.

Nos enviaron un motor al centro de desarrollo, que estaba en Yokohama. Vinieron varios ingenieros de Nismo. Se instaló el motor en el banco y pasaron a comentarnos el problema.
- Ustedes nos han enviado unos turbos que aseguraban dar mejores resultados que los Garrett que utilizábamos antes. hemos comprobado que a las pocas hora de uso del motor se produce una bajada de rendimiento, incluso con la máxima presión disponible, la cantidad de oxígeno insuflado al motor es inadecuada.
Al poner el motor en funcionamiento sucedía lo que nos habían comentado. Empecé a darle vueltas a mi cabeza buscando una solución. De pronto, ya con el motor apagado,encontré la posible causa.
- Señores, creo haber encontrado la solución. ¿De qué tipo de turbo hablamos?
- Es un modelo experimental, con álabes de cerámica, teóricamente disipan mejor el calor. En el Skyline GT-R funcionan bien.
- ¡Pues claro que funcionan bien! Un turbo de un vehículo de calle no trabaja a estas presiones tan altas durante tanto rato. El problema es que el turbo calienta excesivamente el aire que entra desde el intercooler. Sustituyan los álabes por unos metálicos y conserven el dibujo de los mismos. De todas maneras busquen la manera de diseñar una tobera que insufle aire lo más frío posible al turbo, para refrigerarlo.
- Podíamos intentar con un sistema de agua.
- No, recuerden lo que pasó con el Porsche 935 de Kremer,su clave era refrigerar los turbos mediante aire, el agua acabaría calentándose.
No parecían muy convencidos, pero acabaron haciéndome caso. Se demostró que yo tenía razón. A máxima presión el motor daba unos 1200 CV al embrague y la temperatura se mantenía constante. Fue tal el éxito que los de Nismo pidieron a IHI que yo trabajase con ellos, como ingeniero residente de IHI en Nismo, así tendrían un enlace directo con la fábrica de turbos y un ingeniero que podía desarrollar in situ los motores Nissan de carrera. En IHI aceptaron la propuesta. 
La sede de Nismo se encontraba en Tokyo, muy cerca del laboratorio donde trabajaba Laura. 
Me acabaron haciendo un descuento muy importante para comprar un coche, me decanté por un Skyline GT-R, rojo, aligerado y convertido a las especificaciones de la versión Nismo.
El día que lo estrenaba, Laura vino a buscarme al trabajo. Para volver a casa teníamos que tomar la autopista Shutto,la famosa "Wangan". Ya era de noche, cuando de repente percibí un sonido único, el soplido de una vávula Waste-gate, un sonido parecido al del Audi Quattro S1. Miré por el retrovisor y vi que se acercaba un Nissan 240Z a toda velocidad... 

Presentación

El Mid Night Club fue la banda de carreras ilegales más importante de Japón. Esta historia está basada en ellos.