miércoles, 8 de abril de 2020

Epílogo 4: Un trabajo en Italia.

En una de mis estancias en España, recibí una una noticia triste: mi antiguo tutor del trabajo de fin de carrera había fallecido. Sin él nunca hubiera hasta dónde he llegado, me explicaré mejor.
Allá por Octubre de 1991, Laura y yo nos enfrentábamos a nuestro último año de universidad. Cuando conocí mi línea de trabajo, me embargó una mezcla de emoción y miedo: me había tocado una rama que me interesaba, pero mi tutor tenía muy mala fama. Era famoso por "rechazar" a alumnos en su último año el primer día. El día en que tuve que ir a hablar con él personalmente a su despacho, apareció ante mí un señor de cincuenta y bastantes años, de pelo y barba canosos, con gafas de pasta, muy serio.
- ¿Qué desea?
- Buenos días -dije aparentando un aplomo que no tenía-, usted es mi tutor y venía a preguntarle por la línea de trabajo...
- Pase, no se quede ahí -me interrumpió-.
Mientras hablaba, extendió un esquema en una mesa de dibujo. Vi que era un corte de un motor.
- ¿Qué opina de este motor? -me dijo con seriedad, mientras me acercaba una hoja de papel con los datos técnicos-.
Tras verlo detenidamente, pude identificarlo, por las características deduje que era el Cosworth YB del Sierra RS500.
- El Cosworth YB es un gran motor, con sus puntos débiles, no es última tecnología pero actualizado convenientemente puede seguir siendo competitivo.
En aquel momento mi profesor sonrió y me dijo que teníamos que ir al banco de pruebas, que estaba situado en los sótanos de la facultad. Ante mí apareció un prototipo de motor YB, con un turbo IHI en lugar del Garrett (configuración que mas tarde montaría el Escort WRC). Me comentó que en Noviembre lo llevaría a Cosworth para su presentación, ya que el había trabajado con ellos en los 70 -en ese momento casi me desmayo al saber que él fue uno de los encargados de actualizar el mítico DFV, había conocido a James Hunt- y que estaba invitado a viajar con él a Inglaterra a visitar las instalaciones de Cosworth. Pude entrar en las instalaciones de Cosworth, conocer a sus fundadores... aún hoy se me pone la piel de gallina al recordarlo.
Pero mi relación con aquel motor inglés sólo se redujo a supervisar su rendimiento aquel día en el banco de potencia. Me informó que mi cometido sería desarrollar un motor prototipo para otra marca que llegaría en unos días. En principio de trataba de crear una versión de un V6 biturbo de dos litros a partir de un prototipo de pre-producción. Un par de semanas después llegaba a los sótanos de la facultad un precioso coche que en Abril de 1992 sería presentado en público: un increíble Maserati Ghibli de color azul. Mi trabajo de fin de carrera consistiría en crear una versión más potente del modelo para lo que me dieron carta blanca y un presupuesto sufragado por la casa italiana lo suficientemente alto para no tener que preocuparme de muchas cosas. Aún hoy me pregunto qué clase de conexiones tendría mi profesor para conseguir proyectos así.
Llegué al colegio mayor radiante, se lo conté a Laura, Llamé a mis padres... y aquella noche apenas pude dormir de la excitación. Era una oportunidad única, pero no admitirían ni el más mínimo error.

Pero aquel trabajo resultaba ser un regalo envenenado. No sólo por el desafío que en sí mismo suponía, sino porque me absorbía de tal manera que apenas dedicaba tiempo a otras actividades. Recuerdo que durante una semana apenas hablé con Laura, ella estaba muy concentrada con su proyecto, pero siempre encontraba un pequeño hueco aunque sólo fuera para preguntarme cómo me iba y yo estaba tan obsesionado con sacar mi proyecto adelante que apenas le dedicaba tiempo a ella. Recuerdo una conversación que mantuvimos y que hizo que abriera los ojos sobre la situación que estaba atravesando. Ella llegó al anochecer a mi habitación, como de costumbre se sentó en mi cama.
- ¿Cómo estás? -dijo ella-
- Bien, ya montamos el motor en el coche y acabé de configurar la centralita. Con el diferencial y turbos nuevos y toda suspensión más firme será más rápido y manejable. Ya está listo para rodar.
Ella suspiró y bajó su mirada. En ese momento me dí cuenta de que algo iba mal.
- Laura, ¿y tu proyecto? 
- ¡Vaya! Por fin te acordaste...
- Mierda, soy imbécil... Perdóname...
-Tranquilo, estoy pasándolo a máquina. Lo tengo terminado, sólo me queda pasarlo a limpio y encuadernarlo. Echaba de menos que me preguntases cómo me iba, sé que tu proyecto es muy importante y puede abrirte muchas  puertas si lo haces bien pero...
- Tienes razón -la interrumpí-. ¿Lo tuyo era de detección de alérgenos, no?
- Sí -dijo con una sonrisa-. Me sorprende que te acuerdes... te veía tan ensimismado con ese Ferrari...
- Maserati -apunté-.
- Bueno, sabía que era italiano -dijo riéndose-.
- ¿Quieres verlo?
- Me encantaría, ¿pero no sería un problema?
En aquel momento sin decir nada la tomé de la mano, cogí mi cazadora y salimos hacia mi facultad. Al llegar allí entramos por uno de los portalones del sótano. Como en la escena inicial de "Uno de los nuestros", íbamos por los oscuros pasillo mientras ella me miraba con una mezcla de incredulidad y nerviosismo.
- ¿No nos meteremos en un lío?
- Tranquila, confía en mí.


Cuando ya estábamos ante la puerta del garaje que me habían asignado, abrí, encendí las luces y la hice pasar. Ella miraba todo lo que la rodeaba sorprendida, mientras tanto, yo abría el portal que comunicaba nuestro garaje al exterior. Ella se había acercado al coche y lo estaba rodeando.
- ¿Te gusta? -dije-.
- Sí, es muy elegante.
- Sube, ¡vamos a probarlo!
- ¿Pero no te meterás en un lío?
- Algún día tenía que probarlo...
Ella me miró con dudas, se subió al coche cuando vio que yo ya estaba dentro. salimos, paré para cerrar el portalón y dimos una pequeña vuelta alrededor del campus, el tiempo suficiente para probar cómo era su aceleración y que no llamase demasiado la atención. Volvimos a la facultad, dejé el coche tal cómo estaba y salimos de vuelta al colegio mayor.
Pocos días después, y tras confesarle a mi tutor aquel test nocturno -sin ninguna consecuencia- me comentó que tras revisar mi parte escrita del proyecto, era hora de entregarlo. Para mi sorpresa había que entregarlo en Italia y el ya tenía una ruta trazada. Su idea era llevar el coche rodando hasta Barcelona, pero viajando por la cornisa Cantábrica hasta el País Vasco, desde ahí hasta Andorra por el sur de Francia para salir desde el Principado hasta la Ciudad Condal donde tomaríamos un ferry hasta Civitavecchia y desde allí hasta Módena. Tras entregarme unos mapas de carretera con las rutas marcadas, me miró y empezó a hablar.
- He trazado una ruta pensando en un uso deportivo/turístico, tendrán tiempo para parar a comer y hacer alguna visita.
- ¿Tendrán? Pensaba que iría sólo...
- ¡Lleve a su novia, hombre! Sólo queda reservar los hoteles. Yo viajaré en avió y a la vuelta vendremos todos juntos.
Me quedé sorprendido. Cierto era que Laura había venido alguna vez por mi facultad y había visto a mi profesor, pero jamás pensé que permitiese que ella viniese conmigo en aquel viaje.
Al salir de aquella reunión empecé a organizar el viaje, Laura estaba encantada. Ya había terminado su proyecto y tenía muchas ganas de aquel viaje que a mí me ilusionaba. Salimos un día a las 5 de la mañana y en cada descanso me dedicaba a verificar niveles y a tomar apuntes en una libreta que llevaba. Tras varios días de viaje, con unas compras en Andorra y tras una visita relámpago a Florencia, llegamos a Módena. En la fábrica de Maserati ya esperaba mi tutor y unos japoneses de la casa IHI, que eran los suministradores de los turbos. Probaron el coches y tras darme sus felicitaciones los ingenieros italianos y los japoneses, nos comentaron que lo llevarían al circuito de Imola para compararlo con la versíon de Base, el V6 Biturbo 2.0. En los test en aquel circuito, recuerdo que mi proyecto fue más rápido y con mejor manejo que el de base, incluso me dejaron dar varias vueltas por aquel legendario trazado.


Por desgracia, el coste de producirlo era muy elevado y el proyecto acabó guardado en el museo de la marca. Sin embargo, los técnicos de IHI quedaron maravillados con mi trabajo, me animaron -junto con mi profesor- a escribir unos artículos sobre ello y al final, acabé trabajando con ellos, como ya os había contado.

Tras llegar del entierro de mi viejo profesor, busqué entre mis archivos y encontré un dvd con el material que grabamos Laura y yo de nuestro viaje. Recuerdo que una de las compras que hicimos en Andorra fue una videocámara con la que documentamos nuestro viaje. Ante el peligro de que la vieja cinta VHS fuese víctima de la humedad y se perdiese aquel maravilloso recuerdo, decidimos pasarla a DVD junto con otras cintas hacía un tiempo. Al comentar con mi familia que quería verlo, Laura y Cristina aceptaron verlo conmigo.

Laura salía preciosa en aquel vídeo, mirando al mar desde el ferry, pidiéndome que dejase de grabarla. Pero había una escena hacia el final que era realmente tierna. Era en la habitación del hotel de Módena, por la mañana y ella acababa de vestirse y se estaba cepillando el pelo con la radio encendida, sonaba "La bambola" de Patty Pravo.


Usando el cepillo a modo de micro, cantaba aquella canción y bailaba feliz, sonriente. Yo la grababa y ella empezó a cantar mirando a la cámara. Cuando acabó la canción empezó a hablar.
- ¿Qué haces?
- Grabarte, voy a mandar el vídeo a la tele a ver si te envían a Eurovisión.
- ¡No te creo! Está la cámara apagada... ¡Eh! ¡Está encendida! ¡ Qué vergüenza!
- Para los que lo vean en el futuro: mi chica no sólo es la más guapa y la más lista, también canta bien.
Ella se sentó en la cama y un poco enfurruñada miró a la cámara.
- Y mi novio es un poco tonto - se levantó, tomó la cámara y me enfocó-. ¡Ahí está!

Cuando acabamos de ver aquella filmación estábamos muy emocionados. Nuestra hija se partía de risa. Luego nos preguntó cosas de aquel viaje. Habían pasado muchos años, yo seguía enamorado de ella como el primer día y no podía quejarme de nada: formé una familia estupenda con la mujer que amo y tenía una hija maravillosa que me alegraba la vida todos los días. Sin ellas, nunca podría haber sido tan feliz.