domingo, 26 de octubre de 2014

Capítulo 9: El ángel caído.

Al ver a Laura subida a la paredilla del balcón, salí de la cama a la velocidad del rayo. Parecía que aquella escena estaba discurriendo a cámara lenta. Podía ver perfectamente como el espesor de la pared era ligeramente menor que la porción de sus pies sobre la que se estaba apoyando. Ella iba a adelantar su pie derecho, dispuesta a precipitarse al vacío. Por fortuna, pude llegar antes, agarrándola fuertemente de la cintura y tirando de su cuerpo hacia el interior de la habitación. Caí de espaldas al suelo y ella sobre mí. No dejé de agarrarla ni por un segundo. Ella lloraba y no paraba de chillar.
- ¡Déjame! ¡Ya no quiero vivir!
- Laura, tranquila...
- ¡Suéltame!
- No pienso hacerlo. Tranquilízate.
La agarré con más fuerza, forcejeó durante un tiempo, hasta que desistió. En ese momento, ella se agarró a mí fuertemente y siguió llorando, ésta vez con más fuerza. La abracé e intenté consolarla con todas mis fuerzas. Guardó silencio unos segundos. Cuando me habló, su voz era casi un susurro.
- Perdóname. Por favor.
Acaricié su pelo y miré a sus ojos, vidriosos y empañados por las lágrimas.
- Tranquila. No pasa nada.
- Esto es muy duro para mí, ¡deseaba tanto ser madre!
- Sé que es muy duro, te entiendo. Pero el doctor Yoshida me ha dicho que tú estás bien. Laura, podrás tener hijos cuando quieras. A mí también me encantaría ser padre, pero lo importante es que tú estés bien. Serás una madre estupenda.
En ese momento pude ver un pequeño brillo de esperanza en su mirada.
- Necesito ayuda, me estoy volviendo loca.
- Claro que necesitas ayuda, tendrás que ir a un psiquiatra, pero no estás locas. Hoy te has obnubilado, se te han cruzado los cables, pero no estás loca.
- Yo... yo quería sacarme de delante. No veía ninguna salida. Quería morir. Sentía que no tenía cabida en el mundo...
- Laura, ¿recuerdas cuando empezamos a salir? Te prometí que jamás volverías a estar sola. Por favor, no me dejes solo a mí.
Ella me miró y me agarró los brazos con fuerza. Comenzó a sollozar otra vez.
- Cuida de mí, por favor, tengo miedo, esto me supera, me siento muy mal.
- Claro que sí, mañana pediré a la empresa que sigan enviándome el trabajo a casa hasta nueva orden. Miraremos de algún doctor para que te atienda. Lo importante es tu salud. Si quieres, vuelve a España, mis padres te atenderán encantados. Sabes que te quieren mucho.
- Tus padres siempre me adoraron. Son muy buenos conmigo, pero yo necesito estar contigo y que me apoyes en todo esto.
En ese momento, le señalé nuestras alianzas, la cogí de la mano y miré a sus ojos.
- Sabes que estaré aquí, siempre y cuando lo necesites.
- Gracias.
Dibujó una tímida sonrisa y me besó. Recuerdo que aquella noche no volví a dormir, Laura sí lo hizo, abrazada a mí. Mientras ella dormía no dejé de mirarla ni por un instante.
Aquel fin de semana pasó de manera rápida, aunque he de reconocer que tenía unas ganas terribles de ir al garaje y ponerme a trabajar sobre mi GT-R. Ya había encargado la electrónica y unos nuevos inyectores de alta capacidad, para ser exactos los mismos que montaba el R32 del campeonato japonés de GT, que por cierto, no estaba dejando títere con cabeza en el campeonato. La próxima mejora sería el recubicado del motor a tres litros y la instalación de una caja de cambios de seis velocidades. También pensaba en cómo mejorar los sistemas de refrigeración y lubricación, para mantener durante el mayor tiempo posible la velocidad punta, tal y como me había recomendado Kenji. Con la nueva caja de cambios y el recubicado del motor ya aspiraba a superar la barrera de los 300 kilómetros por hora. Con la nueva electrónica e inyección aspiraba a rozarla. La potencia, con el mapeado más radical ascendería a unos briosos quinientos caballos.
El lunes llamé a mi trabajo para explicar a mis superiores mi situación. Aunque fueron muy comprensivos, me pidieron que fuese por allí para explicarme un asunto importante. Tan pronto como colgué el teléfono volví a marcar otro número diferente. Tras dos tonos de llamada, por fin me contestaron.
- Hospital Universitario de Tokyo, ¿en qué puedo ayudarle?
- Buenos días, me gustaría pedir cita para un psiquiatra, por favor.
- Espere un momento, por favor, mire, la doctora Temashita podría atenderle esta misma tarde.
- Bueno, el paciente no soy yo, sería mi esposa...
- Entiendo, ¿ella será consciente de que va a una consulta psiquiátrica?
- Sí, va de propia voluntad.
- Muy bien, su consulta queda programada para las cuatro y media de la tarde.
- Gracias.
Le comuniqué la noticia a Laura, que respondió afirmativamente pero nerviosa. Le dije que tras su consulta debería acercarme a mi trabajo.
Aquella tarde subimos a mi R32 y fuimos al hospital, le dí unos protectores de oídos para subirse al coche. Volví a mentirle y le dije que hacía tanto ruido por haber instalado piezas que eran prototipos.
Al aparcar vi en la zona reservada para los médicos un Porsche 911 de color burdeos, en las puertas llevaba unas pegatinas que ponían "Mid Night Racing Team" y otra que sólo ponía Mid Night en el parabrisas. La pegatina gris del parachoques también erala del club, la que rezaba "Car Speciall". Al fijarme mejor pude comprobar que era el coche de Masao, pero se me hizo raro verlo. Yo, cómo aún era un novato, no podía llevar esas pegatinas, por lo que me sentía más seguro al sacar mi R32 a la calle, era más difícil que me descubriesen.
Al entrar en el hospital, sentí un ligero mareo, noté como Laura agarraba mi brazo con fuerza. Ahora, por suerte, ya no sonaba "Moon River". Pude ver a Masao por uno de los pasillos. Al vernos se acercó a nosotros.
- Me alegro de verla mejor. No sé si me recuerda, soy el doctor Yoshida.
- Sí que me acuerdo -dijo Laura, algo asustada-.
- ¿Viene a mi consulta?
- No, vengo a la de la doctora Temashita.
- Es una gran psiquiatra. Está en muy buenas manos. Hasta pronto.
- Disculpe doctor ¿podré quedarme embarazada otra vez? -dijo Laura con voz temblorosa-.
- Sí, claro. Siga mejorando así.
Masao siguió su camino. Siempre me llamó la atención su amabilidad y seriedad. Era tan serio que nunca sonreía.
Al entrar a la sección de psiquiatría el panorama era dantesco. En aquella sala de espera había personas cuyo aspecto parecía terrorífico. Laura se sentó asustada a mi lado, aferrándose a mi brazo. Nos rodeaban personas cuyas miradas estaban perdidas o anormalmente vivas, moviendo los ojos a una velocidad espectacular. Otra se zarandeaba en una silla, mientras su compañero de asiento hablaba solo.
- ¿A dónde me has traído? Yo... no soy una loca... Quiero irme...
- Tranquila Laura, no estás loca. Sólo estás enferma, al igual que ellos, sólo que lo tuyo es más leve.
En ese momento una mujer de larga melena salió a la sal y preguntó por Laura. Nos levantamos y nos hizo pasar al interior de la consulta.
- Buenas tardes. Soy la doctora Temashita. -dijo en un perfecto castellano-. No se sorprenda, aprendí su idioma hace años y me gustaría practicarlo con usted -dijo con una amplia sonrisa-. ¿Sabe usted japonés?
- Sí.
- Muy bien, yo le hablaré en español, pero si se encuentra más cómoda hable en japonés.
- Entendido.
- Le ruego que disculpe el panorama que ha visto. Puede ser violento para una persona en su estado. Siéntense ahí, les haré unas preguntas.
Empezó a hablar con Laura. Le contó su intento de suicidio y toda su situación. A mí me preguntó otras cosas, entre las cuales le confesé que creía haberme portado mal con Laura por ponerme a arreglar el coche mientras ella dormía. La psiquiatra dijo que Laura tenía un cuadro depresivo y le recetó una medicación suave. Le dijo que tendría miedo a volver a quedarse embarazada otra vez, a pesar de estar sana. Ese miedo tardaría en desaparecer, pero con terapia pasaría a ser cosa del pasado.
Salimos de la consulta más tranquilos, aunque antes de salir, la doctora pidió hablar conmigo en privado.
- Mire, no quiero engañarlo, el estado de su esposa es inestable. La medicación intentará estabilizarla, pero no descarte recaídas. Procure no dejarla sola.
Aquellas palabras retumbaron en mi cabeza. La próxima cita sería en un mes.
Al salir del hospital me pidió que la llevase a su trabajo a ver a sus compañeras. Ellas la recibieron con los brazos abiertos preocupadas por su estado de salud. Tras una breve visita, la llevé a las instalaciones de Nismo. Le presenté a mis superiores, que me invitaron a entrar en una sala, pidiéndole a una secretaria que acompañase a Laura durante mi ausencia. Mi jefe empezó a hablar.
- Nissan quiere competir en las 24 Horas de Le Mans de 1995 con un R33. Ya sé que estamos en 1993, pero hemos presentado el prototipo del R33 y en principio el proyecto partirá del motor RB26DETT. Nos gustaría que usted desarrollase los turbos.
- Acepto. Sólo pido que pueda trabajar desde casa mientras la salud de mi mujer no me permita venir a trabajar aquí, salvo cuando empiecen las pruebas en el banco.
- Me parece justo. Tome este teléfono móvil. Estaremos en contacto.
Al salir de la sala pregunté adónde habían llevado a Laura, un compañero me dijo que la habían llevado a mi despacho.
Cuando llegué al despacho, vi a Laura sentada en mi silla, con el marco de fotos que tengo en la mesa en sus manos. Ella me miró.
- ¡Hola! No sabía que tuvieras esta foto aquí.
- Claro que sí.
- ¡Éramos unos críos!
- Sí íbamos en segundo de carrera. ¿Qué te parece mi despacho?
- Un poco frío, todo lleno de esquemas y piezas de motores...
No pude evitar sonreír, la tomé de la mano y regresamos a casa.
Su evolución era lenta, pero satisfactoria. Los meses pasaron, los campeonatos se acabaron, con sendas victorias de Nissan en GT y en turismos, en esta última disciplina el R32 disputaba su última temporada.
Recuerdo que un día al llegar a casa vi a Laura en el balcón. Siempre esperaba mi llegada a casa mirando por una ventana, con un gesto triste y sentada con las rodillas cerca del pecho. Ahora lucía un precioso vestido negro y tacones. Me bajé corriendo del coche y la miré, ella sonrió. Subí a nuestro dormitorio corriendo, pensando que había tenido una recaída y quería volver a suicidarse.
Cuando entré, ella se giró sonriendo, había recuperado el brillo de su mirada. Sobre un mueble, había dos copas de vino tinto.

- Feliz aniversario, mi amor -dijo ella acercándome una copa-.
Miré mi reloj y enseguida me di cuenta, era nuestro aniversario de bodas.
- Lo siento muchísimo, se me había olvidado. Mañana te compraré un regalo y...
Ella sonrió y me dio un beso.
- Me has hecho el mejor de los regalos, cuidarme cuando más lo necesité.

4 comentarios:

  1. Por fin conocemos a Laura, una pena que solo publiques una vez a la semana! felicidades!es tan buena como la de gt500

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  2. Gracias por tu comentario Javier. Me alegro de que te guste la historia. Aprovecho para decirte que el domingo que viene no habrá nuevo capítulo. Espero publicarlo el martes a más tardar. Un saludo!

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