domingo, 19 de octubre de 2014

Capítulo 8: Bienvenida a casa, Laura.

Laura estuvo hospitalizada durante una semana. Recuerdo que al día siguiente de ingresarla mi madre voló hasta Tokyo para cuidar de nosotros. Cuando llamé para contar a mi familia lo sucedido ni me había preocupado por saber que hora era en España. Mi madre había venido para quedarse un mes con nosotros, así yo podría ir a trabajar y Laura no quedaría desatendida.
Llegar a casa fue algo extraño,muy extraño. Laura normalmente siempre sonreía y tenía una mirada viva y brillante, ahora su cara era totalmente inexpresiva y su mirada era fría y perdida. Tenía un cuadro depresivo severo y le habían recetado unos potentes antidepresivos. Apenas hablaba. A pesar de que mi madre y ella siempre se habían llevado estupendamente, ahora no se atrevía ni a mirarla. "Soy una extraña en mi propia casa" decía.
Pasados unos días empezó a encontrarse mejor y empezó a cocinar, una actividad que le encantaba, pero que había aparcado en sus peores momentos. Por mi parte, viendo la situación, pedí en mi trabajo que enviasen mis labores a casa. Mi jefe se portó de manera muy comprensiva, mandándome un pliego de requisitos sobre unas turbinas que se montarían en el futuro R33 de GT y Le Mans.
Una noche, aprovechando que Laura y mi madre estaban dormidas aproveché para bajar al garaje e instalar un nuevo filtro de aire de competición a mi R32. El escape lo había instalado pocos días después de haber recibido el coche ya aligerado. Ahora la potencia ascendería a unos cuatrocientos caballos. Sin embargo, todo aquello no me parecía suficiente. Recordaba las palabras de Kenji, al hablar de la futura evolución de su Z32. Mis compañeros siempre se presentaban a cada batalla con sus coches ligeramente modificados, en una evolución constante (o stages, como decían ellos) que hacían a los coches cada vez más potentes. Me había desvelado por completo, así que decidí sentarme en el coche para ver su nuevo interior. El salpicadero y el guarnecido interior habían desaparecido casi por completo, el cuadro de mando era ahora digital, el volante era un Nismo con la parte baja plana y sobre el pilar del parabrisas del lado del conductor habían colocado dos relojes, uno de nivel del combustible y otro de presión del turbo. El mueble central era una placa de fibra de carbono con un cortacorrientes y los interruptores de la bomba de gasolina y el extintor, que estaba colocado detrás del freno de mano. Los nuevos bacquets y los arneses Takata ponían la guinda a un pastel de los más racing. Hasta el cristal de las ventanillas había sido sustituído por otro de menor grosor y peso. El siguiente paso sería la electrónica, ya estaba encargada, un ordenador HKS multiprogramable que controlaría todos los parámetros del motor. También tenía pensado en cambiar los turbos y el intercooler por unos de diseño propio que todavía no había no habían empezado a fabricar en IHI ni siquiera como prototipo. Un paso intermedio entre estas modificaciones sería la sustitución de los inyectores por otros de mayor caudal y una nueva caja de cambios de seis velocidades que había visto anunciada en un catálogo.
Cuando volvía a entrar en casa pude oír unos pasos que se dirigían a la cocina, me acerqué a ver y era Laura.
- ¿Te encuentras bien?
Ella se giró con la mirada perdida y ni siquiera gesticuló.
- Sí. Quería un vaso de leche, me he despertado y eso me ayuda a dormir.
- Yo vengo del garaje...
- Eres un egoísta, sólo te importa tu coche.
El tono tan desganado de su voz me hizo sentir muchísima vergüenza. Laura tenía razón, cuando más me necesitaba, yo más me encerraba en el garaje.
- Lo siento, preciosa, no volverá a suceder.
No me contestó, se quedó observándome mientras daba un largo sorbo de leche. Después se sentó en una silla y comenzó a llorar. Corrí hacia ella y la abracé, al poco rato apareció allí mi madre, nadie dijo ni una palabra, no eran necesarias.
Todo fue así durante esa semana. Lo peor fue al llegar el viernes, al ver en el periódico un anuncio que decía lo siguiente:

Vendo equipos de música profesionales. Estaré en el área de servicio de Namiki desde las 00 a las 2 am. Muchas gracias.

En aquel momento hice uno de los actos más deleznables de mi vida, le comenté a Laura y a mi madre que mi jefe me pidió que fuese al trabajo, que tardaría mucho en volver debido a que acabaríamos trabajando en un túnel de viento hasta la madrugada, por que antes no estaría disponible.
Cuando llegué a la batalla, Kenji estaba apoyado en su coche.
- Vaya, ¿eres tu el de los equipos Hi-Fi?
- No.
- ¿Te pasa algo? Te encuentro diferente...
- No te preocupes Kenji, es algo privado. Cambiemos de tema, ¿puedes darme algún consejo para ser mejor hashiriya?
- Poco puedo decirte, Devil, ahora voy a llamarte así, la gente ya no te llama Gaikoku no Akuma. A lo que iba, tu coche es muy veloz, pero necesitas mayor velocidad punta. De grip y aerodinámica está bien. He oído que unos talleres llamados R-Blue están desarrollando un BNR GtR32 para vencerte a tí. Ya tienes la fama de ser el R32 más rápido de todo Japón. Mi consejo es el siguiente, una vez consiga la top speed, has de mantenerla el mayor tiempo posible. Así que trabaja mucho la refrigeración y la alimentación. ¿Qué tanque llevas?
- Un ATL de seguridad, de competición, como el del R32 JGTC, de 150 litros.
- Entonces está bien. Mira, ahí vienen Toshi y el resto.
Tras Toshi pude ver el 911 de Masao. Todos los presentes éramos Mid Night.


Masao, al bajarse del coche me echó una mirada de sorpresa, yo saludé a Smokey como quien no quiere la cosa. Nadie pudo ver el gesto de Masao. Toshi nos reunió en un círculo y empezó a hablar.
- Bueno, esta noche competiremos entre nosotros, Devil, ¿nos enseñas tu coche?
- Sí, claro.
Todos se acercaron a verlo y hacían comentarios positivos.
- Bonita modificación, que sepas que tu fama ya es tal que quieren batirte.
- Algo he oído...
- ¿Te apetece correr hoy?
- Toshi, no, no ves que no tiene buena cara -terció Masao-.
- Masao, ya no eres el presidente.
- Devil, vete, aunque seas un novato no pasa nada, has venido como era tu obligación, pero hoy no correrás.
- Masao, ¿de qué vas?
- Márchate ya, Devil.
- Me quedaré Masao.
- No -dijo Toshi-. Parece ser que ahora manda él, vete, no pasa nada. Masao, tu y yo, ahora.
- Vale, acepto.
Ellos se subieron en sus coches y salieron disparados ante nuestra cara de sorpresa. Smokey fue el único que rompió el silencio.
- La lucha de poder entre Masao y Toshi, otra vez, los dos Hashiriya más veloces de Japón... En fin, Devil, vuelve a casa.
- Sería una falta de respeto hacia Masao. Adiós chicos.
Kenji me acompañó hasta mi R32, me dio un pequeño toque en el hombro.
- Que todo mejore en tu casa.
- Gracias Kenji. eres muy considerado.
Se despidió de mí con su saludo militar.
Al llegar a casa, Laura y mi madre charlaban tranquilamente. La conversación siguió hasta que vimos que era demasiado tarde. Laura parecía estar mejor.
El mes pasó muy rápido. Mi madre se fue y volvimos a quedar Laura y yo solos. Ella había mejorado mucho.
Un día me dijo que quería ir al centro comercial, una mala idea. Compró un bonito camisón blanco y algunas cosas más que nos hacían falta. Pero fue ver a una pareja de nuestra edad y echarse a llorar. Durante mucho tiempo se abrazó a mí y lloró sobre mi hombro. Cuando nos fuimos de allí, respiré aliviado.
Aquella noche ella estrenó su camisón. Estaba realmente preciosa. Al acostarse me deseó las buenas noches con un beso y diciéndome cuánto me quería. Nuestro dormitorio estaba en la segunda planta de la casa, tenía una puerta deslizante que daba paso a un pequeño balcón cuya pared tendría el grosor del canto de un ladrillo.
Empecé a soñar, una voz femenina muy conocida empezaba a susurrarme al oído que me quería muchísimo, que ojalá pudiese perdonarla por lo que iba a hacer, pero no lo quedaba otra alternativa. Pude sentir un beso en mi frente y, al cabo de un rato, una corriente fría. Me desperté y noté que Laura no estaba a mi lado. Miré hacia la puerta del balcón y la vi a ella, con el camisón blanco puesto, ondeando al viento. Estaba de puntillas sobre la paredilla del balcón y de espaldas hacia la habitación. 
Mientras me incorporaba, ella colocó sus brazos en cruz.

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