jueves, 16 de octubre de 2014

Capítulo 7: El inicio del fin.

Colgué el teléfono temblando y envuelto en sudores fríos. Mi jefe estaba cerca, le pedí permiso para salir y me dirigí por el pasillo hacia la calle. El hospital no quedaba muy lejos de mi trabajo, de hecho, el laboratorio en el que trabajaba Laura dependía del Hospital Universitario de Tokyo. Sería una caminata de unos 15 minutos que se me hizo interminable. Recuerdo que lloviznaba aquel día.
Al llegar al hospital, me acerqué al mostrador de recepción. Una enfermera estaba hablando por teléfono en lo que se me antojó una conversación interminable. Mientras ella hablaba yo empecé a tamborilear con mis dedos sobre el mostrador, movido por el nerviosismo.No me faltaron ganas de hacerle comer el teléfono. Cuando ella colgó se dirigió a mí con una amplia sonrisa.
- Buenas tardes, ¿habla mi idioma?
- Sí.
- ¿En que puedo ayudarle?
- Me han llamado para avisarme de que mi esposa ha ingresado aquí en estado grave.
- Ah sí. Su esposa es la mujer extranjera, ¿me equivoco? ¿Española?
-Sí, la misma -dije irritado ante la calma de aquella mujer-. ¿Sería tan amable de decirme dónde  demonios está?
- Está en la sexta planta señor -dijo sin dejar de sonreír-
- Gracias.
Me giré y salí corriendo hacia el ascensor. Jamás olvidaré la música que sonaba en aquelmaldito ascensor, era "Moon River" de Andy Williams. Irónicamente, era la banda sonora de la película favorita de Laura, "Desayuno con diamantes". Una canción y una película a las que a día de hoy les tengo la mayor de las manías desde aquel día.


Al llegar a la planta sexta tuve que volver a dirigirme a otra enfermera que regentaba otro mostrador de información, esta, en cambio, parecía más diligente que la anterior, al verme bajó la mirada a la carpeta que llevaba y al levantarla debió de suponer quien era yo.
- ¿Es usted el marido de... Laura? 
- Sí, ¿está bien?
- Su habitación es la 625. El doctor Yoshida está atendiéndola. Acompáñeme por favor.
La enfermera salió rápidamente de aquella mesa y entró en el pasillo, al llegar a la habitación de Laura me hizo un gesto con la mano.
- Es aquí. Ella es una compañera de trabajo de su esposa. Discúlpeme, pero tengo que dejarle.
Allí estaba una mujer japonesa que me miraba de manera nerviosa.
- ¿Es el marido de Laura?
- Sí.
- Me llamo Yui Hiruno, soy la superior de Laura.
- ¿Qué le ha sucedido? ¿No se puede entrar?
- No, el doctor me ha ordenado esperar fuera. Estábamos trabajando cuando Laura empezó a quejarse de un fuerte dolor en el vientre, a los pocos minutos vimos que cayó al suelo y que gritaba de dolor. La hemos traído aquí, de eso hará una hora. En urgencias dijeron que había que llevarla al quirófano inmediatamente. La ingresaron en el momento en que te llamaron.
- ¿Esta planta a que está dedicada?
- Es la de ginecología.
En ese momento empecé a ponerme en lo peor, me apoyé en una pared y noté como las fuerzas de mis piernas cedían, deslizándome por la pared hasta acabar sentado en el suelo. Yui se agachó para preguntarme si me encontraba bien. Tenía la cabeza entre las rodillas y no podía dejar de llorar.
Pude oír como se abría la puerta de la habitación y me levanté al ver al médico. En aquel momento no me sorprendió ver quien era aquel doctor, que resultó ser mi compañero de los Mid Night Club, Masao. Él no pudo reprimir un pequeño gesto de sorpresa, pero arregló la situación de manera rápida.
- ¿Puede acompañarme un momento al despacho que está ahí enfrente?
- Sí, ¿Ella está bien?
Él guardó silencio y nos hizo entrar en aquel despacho. Nos hizo ademán de que nos sentásemos.
- Su esposa está bien, pero debo comunicarle una lamentable noticia, ha perdido el hijo que estaba esperando. Lo siento.
En ese momento se hizo un silencio que sólo se rompió con un grito mío. Masao trató de tranquilizarme.
- Ha sido un aborto del que desconozco su naturaleza, su esposa trabajaba en el laboratorio de este hospital, ¿ha estado expuesta a algún tipo de tóxico, como amoníaco o similares?
- No -dijo Yui-. Desde que me comunicó su embarazo creí que era mejor que estuviese el menor tiempo posible expuesta a cualquier tóxico, últimamente se dedicaba a hacer trabajos mas livianos, sobre todo temas administrativos como albaranes.
- Muy bien -dijo Masao- entonces descartamos agentes externos.  
- Desde hacía días decía que notaba dolores en el vientre. ¿Ella ya sabe que ha abortado?
- Sí, estuvo consciente en todo momento, Ahora la hemos sedado un poco, para que estuviese más tranquila. Si quiere puede ir a verla. 
Me levanté y caminé hacia la habitación. El panorama que vi al entrar era dantesco. Laura estaba tumbada boca arriba, pero amarrada con correas. Estaba monitorizada por una máquina que introducía la dosis necesaria de sedante en su cuerpo.
- Sé que lo que ves es desolador, amigo, pero está atada por si sufre algún ataque de nervios. De veras que lo siento -dijo Masao-.
- Dime que se pondrá bien.
- Físicamente está bien, no tiene ninguna lesión y podrá tener hijos, pero su mente ahora mismo es muy frágil, necesitarás mucha paciencia. Tengo que irme, si necesitas cualquier cosa, estaré de guardia.
- Gracias.
Masao desapareció de la habitación. No sé cuantos minutos u horas pudieron pasar hasta que Laura abrió los ojos. Me acerqué a ella y le acaricié la frente. 
- Ya has llegado, bien -dijo con un hilo de voz-.
- Tranquila.
Vi como dirigía su mirada hacia sus manos.
- ¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy atada?
Noté que empezaba a alterarse y llamé a las enfermeras usando el pulsador.
- ¡Dios mío! ¡Mi bebé! Lo he perdido... ¡Soltadme! ¡Yo no estoy loca! -dijo chillando- ¡Quiero ver a mi bebé! Haz algo, ¡te lo suplico! ¡No me dejes aquí! 
Masao entró en la habitación y manipuló la máquina para aumentar la dosis de calmantes, que fueron haciendo efecto adormilando a Laura poco a poco. Pude oír como susurraba un "vuelve, por favor".
Masao me ordenó salir de la habitación con él, allí quedaban dos enfermeras vigilando a Laura. Me pidió que lo acompañase a la azotea del hospital. Ya había anochecido.
- Creo que tendremos que llevarla a la planta de psiquiatría, es muy probable que tenga un cuadro depresivo.
- Sólo quiero que se recupere.
- Lo hará, pero será la batalla más dura a la que tendrás que enfrentarte jamás.
Noté que al decirme aquellas palabras, Masao había puesto su mano en mi hombro. Me quedé unos minutos contemplando la noche de Tokyo. Bajé inmediatamente a la habitación de Laura, nunca antes me había necesitado tanto.

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