lunes, 10 de noviembre de 2014

Capítulo 11: Bosozoku.

Desde la derrota con Hiro, estaba realmente obsesionado con su Z32. El sonido de su motor, el soplido de sus turbos y aquellas llamas saliendo del tubo de escape me perseguían. Soñaba con él, en todo momento se me aparecía aquella imagen y esa sensación de impotencia por no poder alcanzarlo.
Cambiando de tema, Laura cada día estaba mejor. Su sonrisa volvía a presidir su cara y su mirada volvía a desprender brillo. Cada vez que llegaba a casa la veía sonriente, asomada a la ventana. Tan pronto como abría la puerta del portalón de nuestra casa, ella salía corriendo a recibirme con los brazos abiertos, sonriente, dándome un beso de bienvenida. Había vuelto a trabajar, volvía a ser la Laura de siempre.
Cuando ella se reenganchó al trabajo, solíamos esperar el uno por el otro a la salida del trabajo, y desde allí, tomar el tren de camino a casa, salvo que hiciese mal tiempo, dónde siempre me las arreglaba para que me presentasen un Pulsar GTi-R negro para ir a casa. Recuerdo que un día en el que tuve que recoger a Laura, una moto bastante estrafalaria se paró cerca de ella. Era una moto negra, una mezcla entre chopper y café racer. Su conductor iba totalmente de negro, al igual que su montura, pero lo que más me sospechó fue ver que llevaba un bate de béisbol.


Aquel día llevaba el Pulsar de la empresa. Al ver a aquel tipo tan raro me bajé lo más rápidamente posible, pude que ver que se acercó a Laura empuñando su bate y haciendo ademán amenazante.
- ¡Dame tu bolso, puta!
- Sí... por favor, no me hagas nada...
En el momento en que ella extendía su brazo para dárselo, pude saltar sobre aquel tío y desequilibrarlo. Ambos caímos al suelo, recuerdo el sonido del bate cayendo al suelo mientras yo, aprovechando que su casco dejaba la parte de la cara abierta le clavaba mis dedos en su cara y ojos, defendiéndome como podía y agarrándolo con fuerza. Pude oír a gente que se acercaba.
- ¡Alto! ¡Policía!
Seguí agarrándolo hasta que dos agentes se lo llevaron. Laura se acercó a mí, muy nerviosa.
- ¿Estás bien?
- Sí.
- Disculpen, soy la agente de policía Nikahara. ¿Está bien señor?
- Sí.
- Verá, hemos visto como defendía a su...
- Esposa.
- Ah, entiendo -dijo sonriendo- y nos vemos obligados a tomarle declaración.
- Sí, venía a recogerla, cuando vi a ese motorista atracarla, me lancé encima y después llegaron ustedes. Nada más.
Otro agente llegó con el bolso de Laura en sus manos.
- Señora, aquí tiene su bolso. ¿Sería tan amable de revisarlo y verificar que no le falta nada?
Laura se apresuró a mirar el interior.
- No, todo está en orden.
- Muy bien, no se preocupen por ese Bosozoku, no es necesario que pongan denuncia. Nos encargamos nosotros de todo. Pero me temo que tengo que notificarle que su coche está mal estacionado, debemos multarlo.
- No se preocupe. Pagaré la multa.
A aquel suceso no le dimos demasiada importancia.
Días después volvimos a la consulta de la doctora Temashita, no es que Laura hubiese recaído, pero le había recomendado ir todos los meses a una consulta, según la doctora podría hacer un buen seguimiento, ya que en casos tan traumáticos como el de Laura era lo correcto. Al entrar en el hospital, Laura apretó mi mano con fuerza y me miró. Le devolví la mirada y seguimos andando. Laura le contó a la doctora su evolución, ascendente a pesar de pequeños altibajos. La doctora se mostró satisfecha, tanto que decidió alargar las consultas a períodos de tres meses.
Volvimos a casa. Allí nos encontramos con un pequeño camión de una empresa de mensajería. Era un paquete de mis padres. Al abrirlo nos encontramos una grata sorpresa: Jamón, chorizo, una lata grande de aceite de oliva... cientos de productos españoles que echábamos de menos en Japón.
Aquella noche Laura estaba mejor que nunca, desde que sus problemas habían empezado nunca la había visto mejor. Se había vuelto a maquillar, poco a poco se iba olvidando de aquella fase de dejadez provocada por la depresión. Cuando acabamos de cenar, ya en el dormitorio, ella se sentó en mi regazo y me besó, se puso de pie y empezó a desnudarse. Contemplé su bello cuerpo unos segundos, antes de que ella se acercase a mí y empezara a sacarme la corbata y a desabrochar mi camisa.
- ¡Oh, Lilí! -dije-.
- Hacía siglos que no me llamabas así -dijo ella, con un sugerente susurro-.
En ese momento ella me empujó hasta tumbarme en la cama, después me giré, invirtiendo nuestra posición, ella ahora estaba entre mis brazos. La besé, Nos dejamos llevar, hacía tanto tiempo ya desde la última vez...
Días después, por un anuncio en el periódico,me enteré de que había una nueva batalla. El tiempo hasta la medianoche del día de la batalla se me hizo eterno. Llegué puntual a la cita con los Mid Night. Toshi ya estaba allí, me acerqué a él para hablar y pasar el rato.
- Buenas noches Toshi.
- Buenas, Devil.
- ¿Contra quién es la batalla de hoy?
- Contra unos Bosozoku.
En ese momento me puse muy tenso. Esa palabra la había oído demasiadas veces en poco tiempo.
- Toshi, ¿qué significa Bosozoku?
- Los Bosozoku son pandilleros que van en moto. Sus motos no son rápidas, sólo hacen ruido y llevan pintas raras. Pero también se usa para pilotos serios, como nosotros, pero para diferenciarlos de los Hashiriya, les llamamos así. Los Bosozoku que puedes ver por ahí con sus motos raras son unos cobardes, unos ladrones. ¿En España hay bandas así?
- Sí, aunque suelen llevar ciclomotores y robar el bolso a las viejecitas. Les llamamos "quinquis".
Oír a un japonés pronunciar la palabra "quinqui" fue extraño y divertido a la vez.
En ese momento dos Suzuki GSXR negras hicieron acto de presencia, eran nuestros rivales.
Cuando la batalla comenzó estaba manteniendo un diálogo interior conmigo mismo, como los de las series manga. Me decía a mí mismo que tenía que ganar, yo era el defensor del honor del Mid Night Club. En breve me desembaracé de ellos, quizás debido a mi temeridad. No podía sacarme a Hiro de la cabeza. Adelantaba a los camiones a escasos centímetros, me daba todo igual. Les gané. Al llegar al final nos reunimos en el punto de encuentro que habíamos fijado, una gasolinera. Aquellos motoristas habían competido de manera limpia y parecían gente honrada, no gamberros como el que intentó atracar a Laura.
Llevábamos pocos minutos allí, cuando una voz procedente de un megáfono nos sacó de nuestras divagaciones.
- ¡Les habla la Policía! ¡Deténganse!
En ese momento corrimos despavoridos hacia nuestros coches. Por el retrovisor podía ver como un NSX de la policía me perseguía.

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