domingo, 21 de septiembre de 2014

Capítulo 3: La leyenda del Gaikoku no akuma.

Mientras conducía notaba como gotas frías de sudor recorrían mi espalda hasta los riñones, mi pulso estaba acelerado y mis manos temblaban sudorosamente. Serían las once menos cinco de la noche cuando llegué a la estación de servicio de Namiki. Un empleado salió a recibirme gritando un "bienvenido", una costumbre local. Mientras se llenaba el depósito de mi Skyline, el empleado se afanaba en limpiar mi parabrisas. Me bajé hacia aquel joven sonriente y le hice unas preguntas.
- Disculpa, ¿has visto un 240Z azul por aquí?
- No señor, lo siento.
- ¿Dónde podría aparcar mi coche?
- Si lo desea, puede hacerlo en esta Estación de servicio, tiene que tomar esa salida de la derecha en lugar de la que sale hacia la autopista.
- Muchas gracias.
- De nada -contestó haciendo una reverencia.
Me subí al coche y el empleado se acercó a despedirse gritando un "Muchas gracias. Vuelva pronto". Aparqué en un enorme aparcamiento desierto. Al fondo pude vislumbrar un camión frigorífico, en cuyos laterales podía leerse "Pescados Harumi" en japonés. Tenía un dibujo muy divertido de un pulpo pintado de un rojo muy chillón. Bajé del coche y coloqué mi americana en el asiento del acompañante. Estaba aflojando un poco mi corbata cuando oí el ruido de unos motores muy potentes que se acercaban. Justo cuando miraba la hora de mi reloj, las once en punto, apareció ante mis ojos aquel 240Z azul. Pero no había venido solo, con él venían más Nissan Z en diversas versiones, varios RX-7 y Porsche 911, algún GT-R R32 y un Toyota Supra. En aquel momento me asusté mucho, pensé que el conductor de aquel Z azul era un jefe de la Yakuza al que había ofendido en la Wangan. El conductor del Z se bajó con un semblante serio. Era un hombre de unos treinta años, con el pelo largo y peinado con la raya en el medio. En aquel momento el resto de conductores se bajó de sus coches y se acercaban a mí. Estaba tan asustado y seguro de que iba a morir que en lo único que pensaba era en cómo demonios se decía "Díganle a mi mujer que la amo" en japonés.
De pronto el hombre del Z empezó a sonreir mientras se acercaba a mí. Pude echar un rápido vistazo a mi alrededor y comprobar con sorpresa que la media de edad de aquellos conductores era de unos cuarenta años.
Justo cuando pensaba que sacaría una pistola y me pegaría un tiro, aquel hombre me hizo una reverencia y comenzó a hablar.
- Es un honor haberte conocido y te agradezco que hayas venido, significa mucho para nosotros. La batalla que tuve contigo fue increíble.
Me quedé paralizado. En ese momento se giró y comenzó a hablar a un hombre algo más joven que llevaba un jersey de cuello vuelto oscuro.
- Lo ves, es él.
- No te emociones, a lo mejor no habla nuestro idioma. No es más que un Gaikoku no Akuma. Go back to Australia! -me gritó-.
En ese momento sonreí, lo miré y le contesté en japonés.
- Estás equivocado. Sé que me has llamado "demonio extranjero" y no soy de Australia, soy español.
- No quería ofenderte, pero desconfío de los extranjeros. Kenji nos ha dicho que corriste contra él en una batalla en la Wangan y que le has ganado. Como puedes ver por las pegatinas de nuestros coches, somos los Mid Night Club -dicho en japonés suena más a "mido naito curabu"- el club de carreras más importante de Japón. Si quisieras entrar, tendrías que retarnos, pero has retado a Kenji y le has vencido. Haremos una excepción contigo, ¿quieres unirte?
No sé por qué, pero mi respuesta fue un sí inmediato. Hice una reverencia al tío que me hablaba en señal de agradecimiento. Sigo pensando que ojalá me partiese un rayo en aquel instante.
- Las reglas son las siguientes. Estarás como aprendiz durante un año, en ese año tendrás que acudir a todas las batallas que se organicen. Si faltas a una serás expulsado. Segundo, dentro del club sólo hay nombres. No interesa quien seas, como te llamas o dónde trabajas. Sólo tu nombre. Si eres amigo de alguno de nuestros miembros, guárdalo en secreto. Tercera regla, no pongas nunca en peligro la seguridad de los otros conductores, ellos son inocentes. Y la última regla, nunca digas nada de nuestro club.
Asentí como muestra de mi conformidad ante aquellas normas.
- Mi nombre es Toshi. Mira con frecuencia los periódicos locales, cuando veas un anuncio parecido al que te ha dejado Kenji en el coche, deberás acudir a la hora y lugar indicado.
-Descuida, sé que para vosotros los japoneses la puntualidad es muy importante. No voy a faltar a nadie al respeto.
- Kenji tenía razón, pareces un hombre honrado y valiente. Ya nos veremos.
Se despidió de mí y vi como se subía a un 280ZX rojo. El resto de miembros hizo lo mismo, salvo Kenji, que volvió a despedirse de mí con aquel saludo militar.
Apenas había sido una reunión de media hora de duración, por lo que decidí acercarme a una máquina de refrescos que había visto antes en la gasolinera. El mismo empleado que me atendió vino a decirme que aquella máquina no funcionaba, por lo que me hizo pasar a la tienda y me despachó una lata de Coca-cola sin cafeína.
- ¿Ha visto ha esos coches?
- Sí, ¿los conoce?
- Son los Mid Night Club, los Hashiriya -pilotos ilegales- más rápidos de Japón. Todo el mundo los respeta, vienen muchos a retarlos pero nadie les ha vencido aún.
Me fui de allí sabiendo un poco más de mi destino, sitiéndome un privilegiado al ser aceptado en aquella congregación. No habían puesto a prueba, admiraban mi valor. Regresé a casa y volvieron los remordimientos sobre haberle mentido a Laura. Al llegar, subí lo más sigilosamente posible, me desvestí y me metí en cama con cuidado. Laura se revolvió un poco y se despertó.
- Lo siento, no quería despertarte.
- No te preocupes. ¿Que tal la cena?
- No hubo tal cena, Kenji, se equivocó, lo que quería es que fuese a una reunión de un club de propietarios de coches deportivos, me aceptaron como socio.
- ¿Una escudería?
- Parecido... Duérmete, ya es muy tarde.
Ella me dió un beso y se giró. Al menos le había confesado parte de la verdad. Prefería ir allanando el terreno poco a poco.
La mañana siguiente fue penosa, Laura se había levantado con un fuerte dolor en el vientre, le dije que lo mejor sería ir al médico, pero ella se negó. Dijo que se le pasaría, mostando evidencias de mejoría a las pocas horas.
Mi trabajo seguía en su rutina de costumbre, mejorando a marchas forzadas el GT-R de grupo A y preparando concienzudamente la temporada entrante.
Al llegar el viernes, ojeando un periódico local pude ver un anuncio de los Mid Night Club:

Vendo bolsos de marca a grandes precios. Estaré en la salida de la Autopista Shuto del Aeropuerto Internacional de Narita, en el área de servicio, desde las 00 hasta las 3 am. Muchas gracias.

Mi destino estaba fijado con fecha y hora, y como novato no podía permitirme el lujo de faltar. Esedía se forjó la leyenda del Gaikoku no akuma, el "diablo extranjero" que vino de España para convertirse en el rey de la Wangan.

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