lunes, 8 de septiembre de 2014

Capítulo 1: El origen.

Aquella mañana habíamos madrugado, debíamos llegar puntuales al aeropuerto. Metimos el equipaje en el maletero de nuestro Nissan GT-R y pusimos rumbo a nuestro destino. Volvería a Japón después de catorce años sin pisar la tierra del Sol Naciente.  Había sido invitado a la boda del hijo de mi antiguo vecino, Kazuma, y la ocasión era una excusa perfecta para elegir un destino de vacaciones. A pesar de que la estancia en Japón estuvo a punto de hundir mi vida. Quizás debería explicar un poco las cosas.
Desde que era niño, cualquier aparato con ruedas y motor despertaba mi curiosidad. Eso fue lo que me motivó a estudiar posteriormente ingeniería mecánica. Corría el verano de 1987, con dieciocho años, y recién admitido en la facultad, mis padres se disponían a cumplir su palabra: si era admitido en ingeniería, ellos me comprarían el coche que yo quisiese. Tenía tres candidatos: El Kadett GSi, el Golf GTi 16v y el Peugeot 205 GTi, mi favorito. 
Todo este panorama mudó durante una comida familiar, mi tío Antonio, el playboy de la familia, inició la conversación que daría un dramático giro a mis expectativas automovilísticas.
- Bueno, ¿ahora que coche quieres para ir a clase?
- El 205 GTi.
- Te propongo una cosa, quédate con mi coche, me destinan al extranjero, y me da pena deshacerme de él. No es un GTi de esos que están de moda, pero también es deportivo.
Mis padres aceptaron la idea. Supongo que aparte del ahorro económico, tampoco les gustaría que su hijo se estrellase a las primeras de cambio con un coche recién estrenado. El coche en cuestión se apartaba mucho de mis anhelos, ni era GTi, ni turbo ni 16 válvulas. No estaba a la moda y sobre todo, era viejo. El coche en cuestión era un Rover SD1 Vitesse. Montaba un kit de carrocería similar al que competía en turismos y unas llantas BBS que realzaban el color verde oscuro de la carrocería. Aquello no me convencía mucho, por lo que mi tío me llevó a dar una vuelta con él. Aparcamos delante de una popular terraza,muy concurrida a aquella hora del atardecer. He de confesar que el sonido de aquél V8 me cautivó - y sigue haciéndolo-. El Vitesse iba ganando puntos. El argumento capital para quedarme con él fue el hecho de que la chica más guapa de mi instituto -también la más superficial- viniese a hablarme con toda la simpatía y salero del que nunca había hecho gala cuando compartíamos clase. "Con este coche se pilla cacho" fue la conclusión a la que llegué, así que decidí aceptar el trato propuesto por mi tío. Con el Vitesse disfruté de lo lindo. Me lo llevé a facultad,donde era la envidia entre mis compañeros.
Y fue gracias al Vitesse que conocí a la que hoy día es mi mujer. Sucedió durante una fiesta que se celebraba en el colegio mayor. Me aburría aquella música, por lo que decidí salir a mirar si aquella pequeña manchita de aceite que había detectado provenía de mi coche o no. Aunque era de noche, una farola cercana tenía potencia más que suficiente para alumbrar la zona donde tenía aparcada a mi adorada "Victoria" como la llamaba cariñosamente cuando se negaba a arrancar a la primera. Me agaché y alcancé la mancha en cuestión, ya estaba seca. No podía ser de mi coche. Me levante y me sacudí las manos, abrí el capó y oí como la puerta trasera del comedor se abría chirriando. Salían al párking dos chicas, una de ellas, era ella. Siempre la miraba con admiración, era rubia, preciosa, inalcanzable. Tenía de ella el concepto de superficial, pero ese día cambié de perspectiva. Ellas me vieron, se acercaban a mí mientras protestaban por el ambiente que generaba el humo de tabaco (y otras cosas...). 
Ella fue la que habló primero.
- ¡Hola! ¿A ti también te molesta el humo?
- No, yo... esto... me aburría -contesté sin poder evitar el rubor-.
- Bueno - dijo sonriendo-, nunca llueve al gusto de todos...
- ¿Es este tu coche? -dijo la otra chica-.
-Sí, es un Rover.
- Es bonito -dijo ella-. Por cierto, me llamo Laura. Ella es Paula. 
- Encantado.
Ambas parecían muy agradables, y de sus gestos no se extraía esa superficiliadad de la que hacían gala otras mujeres, ellas eran sinceras.
- Chicas voy a dar una vuelta con el coche, ¿Queréis venir?
- Vale -contestó Laura-. ¡Me pido delante!
Nos subimos al coche, al arrancarlo me preguntaron si era un deportivo.
- Chicas, agarraos, os demostraré lo que da de sí.
Entonces salí del aparcamiento del colegio mayor haciendo patinar las ruedas y girando la esquina totalmente de lado. Pude escuchara Paula gritar, y veía a través del retrovisor como su melena castaña era presa de la gravedad y la fuerza centrífuga. Miré a Laura, que me devolvió la mirada. Sonreía, la velocidad no le asustaba. La carretera estaba desierta, llegaba una curva a izquierdas, empecé a dar gas y a contravolantear para mantener el derrape, con la fuerte frenada anterior a la curva, pude ver como se asustaba ligeramente. Al volver al colegio mayor después de nuestro pequeño rallye pirata, ellas se bajaron del coche. Paula estaba un poco pálida, Laura sonreía.
- ¡Qué emoción! ¡Guau! Nunca me lo había pasado mejor.
- Me alegro, Paula, ¿estás bien?
- No mucho... me voy a la habitación.
- Voy contigo -dijo Laura-.
- Os acompaño, ¿en qué habitación estáis? 
- En la 224, ¿y tú?
- En la 256.
Subí con ellas y me despedí, sabiendo que lo que había pasado esa noche no se repetiría. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al día siguiente, durante el desayuno, ambas se sentaron a mi lado y me hablaron con la misma naturalidad que el día anterior.
Fuese como fuesen las cosas, Laura y yo empezamos a pasar cada vez más tiempo juntos, a solas y del enamoramiento pasamos al noviazgo. Cuando acabamos nuestras carreras nos prometimos, así a finales de 1992, con ventitres años, nos casamos. Por aquél entonces yo ya tenía trabajo. Había conseguido ser el número uno de mi promoción y de España. Empujado por uno de mis profesores, publiqué en varias revistas artículos sobre turbocompresores, artículos que llegaron a ver los japoneses de IHI Corporation. Tal fue la acogida, que me concertaron una entrevista.
En un hotel de Madrid me reuní con tres hombres del fabricante japonés. Tras las reverencias mutuas y el intercambio de tarjetas, me expusieron sus inquietudes.
- Nos gustaría que trabajase en nuestra corporación. Sus trabajos sobre turbos nos parecen muy interesantes, nos gustaría que usted trabajase con nosotros. Estamos dispuestos a ofrecerle un buen salario, una casa para usted y si lo desea un empleo para su esposa. Las únicas condiciones que le imponemos son que venga a vivir a Japón y que aprenda nuestro idioma.
Tras meditarlo largamente con Laura, vimos que la opción era muy interesante, así que decidimos irnos hacia allá. 
Nuestra casa era una vivienda unifamiliar en una zona residencial a las afueras de Tokyo. Tras instalarnos, decidimos visitar la ciudad, una mezcla de tradición y la más moderna tecnología que dejaba un aire misterioso. Durante unos meses nos sentimos como en Marte, el choque cultural era enorme, pero los japoneses nos dieron una buena acogida. Durante meses, en nuestros trabajos, contamos con la ayuda de intérpretes. Laura trabajaba en un Laboratorio de un clínica de Tokyo, mientras que mi trabajo se desarrollaba entre Yokohama y Tokyo, pero principalmente en Tokyo, en el centro de diseño.
Mi nivel de japonés oral iba mejorando poco a poco, relacionándome cada vez mejor con mis compañeros y superiores, que se asombraban de mi conocimiento de la cultura japonesa y de sus costumbres.
En aquel entonces, Nissan había firmado un acuerdo con IHI, para que le abasteciera turbos, tanto para modelos de calle como de competición. Un día recibimos la llamada del departamento de competición de Nissan, habían instalado los turbos en el motor del que sería el R90CP.

Nos enviaron un motor al centro de desarrollo, que estaba en Yokohama. Vinieron varios ingenieros de Nismo. Se instaló el motor en el banco y pasaron a comentarnos el problema.
- Ustedes nos han enviado unos turbos que aseguraban dar mejores resultados que los Garrett que utilizábamos antes. hemos comprobado que a las pocas hora de uso del motor se produce una bajada de rendimiento, incluso con la máxima presión disponible, la cantidad de oxígeno insuflado al motor es inadecuada.
Al poner el motor en funcionamiento sucedía lo que nos habían comentado. Empecé a darle vueltas a mi cabeza buscando una solución. De pronto, ya con el motor apagado,encontré la posible causa.
- Señores, creo haber encontrado la solución. ¿De qué tipo de turbo hablamos?
- Es un modelo experimental, con álabes de cerámica, teóricamente disipan mejor el calor. En el Skyline GT-R funcionan bien.
- ¡Pues claro que funcionan bien! Un turbo de un vehículo de calle no trabaja a estas presiones tan altas durante tanto rato. El problema es que el turbo calienta excesivamente el aire que entra desde el intercooler. Sustituyan los álabes por unos metálicos y conserven el dibujo de los mismos. De todas maneras busquen la manera de diseñar una tobera que insufle aire lo más frío posible al turbo, para refrigerarlo.
- Podíamos intentar con un sistema de agua.
- No, recuerden lo que pasó con el Porsche 935 de Kremer,su clave era refrigerar los turbos mediante aire, el agua acabaría calentándose.
No parecían muy convencidos, pero acabaron haciéndome caso. Se demostró que yo tenía razón. A máxima presión el motor daba unos 1200 CV al embrague y la temperatura se mantenía constante. Fue tal el éxito que los de Nismo pidieron a IHI que yo trabajase con ellos, como ingeniero residente de IHI en Nismo, así tendrían un enlace directo con la fábrica de turbos y un ingeniero que podía desarrollar in situ los motores Nissan de carrera. En IHI aceptaron la propuesta. 
La sede de Nismo se encontraba en Tokyo, muy cerca del laboratorio donde trabajaba Laura. 
Me acabaron haciendo un descuento muy importante para comprar un coche, me decanté por un Skyline GT-R, rojo, aligerado y convertido a las especificaciones de la versión Nismo.
El día que lo estrenaba, Laura vino a buscarme al trabajo. Para volver a casa teníamos que tomar la autopista Shutto,la famosa "Wangan". Ya era de noche, cuando de repente percibí un sonido único, el soplido de una vávula Waste-gate, un sonido parecido al del Audi Quattro S1. Miré por el retrovisor y vi que se acercaba un Nissan 240Z a toda velocidad... 

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