domingo, 8 de febrero de 2015

Capítulo 18: Shogun.

Un par de semanas después de la última batalla, se celebrarían las 24 horas de Le Mans. Tuve que desplazarme con el resto del equipo hasta La Sarthe. Por una vez, el Mid Night Club no era el centro de mis pensamientos, mi contrato con IHI parecía tener fecha de caducidad. Nismo estaba muy contenta con mis servicios y en IHI también, pero preferían que pasase más tiempo en sus instalaciones, algo que no me convencía demasiado. Nismo me había puesto a prueba al aceptar una proposición mía: propuse que de los dos R33 LM que competirían, uno llevase una puesta a punto rebajada. Mientras el más potente pretendía disputar la victoria a los todopoderosos McLaren F1 GTR, el otro buscaría acabar lo más arriba posible. En Nismo se respiraba un ambiente de optimismo que a mí, me ponía los pelos de punta.
Al llegar a París, tomamos un tren hacia Le Mans. Eché de menos la puntualidad japonesa, donde los trenes tienen un retraso medio de dieciséis segundos. Mis compañeros se impacientaban al ver que el tren llegó con tres minutos de retraso. Al comentarles que en España eso se consideraba "llegar en hora" se echaron las manos a la cabeza y me miraban incrédulos.
El centro de operaciones de Nismo se montó en el "Hotel La France", un viejo edificio de típico hotel francés. Aquel rancio edificio había sido sede del equipo Ford en los años sesenta, época de gloriosas gestas para los americanos y sus casi invencibles GT40. Creo que en Nismo también querían desbancar a la élite dominante en la época, McLaren, pero eso no sólo se conseguiría haciendo dormir a los miembros del equipo en las mismas habitaciones donde lo hicieron unas leyendas del motor, si no creando una máquina de competición perfecta.
Una vez me instalé en mi cuarto, miré el reloj, haciendo cálculos sobre la hora local en Japón. A pesar de que Laura me había dicho que la llamase fuese la hora que fuese, me dolía despertarla. Antes de marcar los números abrí de par en par aquella vieja ventana de madera. Entraba una brisa suave muy agradable, me acerqué al balconcillo y observé aquellas enredaderas que cubrían la fachada del edificio. Me senté en la cama y volví a comprobar la hora, eran las nueve de la noche y la diferencia horaria era de ocho horas, así que en Tokyo serían las cinco de la madrugada. Marqué los números con pulso tembloroso.
- ¿Si? -contestó Laura con voz lenta y adormilada-.
- Cielo, soy yo, perdona si te he despertado.
- ¡Ah! ¿Qué tal en Francia? ¿Hace buen tiempo?
- Sí, no tengo queja. ¿Cómo estás?
- Bien, algo aburrida. Me siento un poco sola.
En ese momento empecé a sentir algo en mi interior, no me encontraba bien, la echaba mucho de menos.
- ¿Sigues ahí? ¿Hola?
- Sí, perdona.
- Te echo mucho de menos, bueno, cuelga ya que te estás dejando un pastón.
- Yo también te echo de menos, cielo. Buenas noches, que descanses.
- Te quiero.
Al colgar el teléfono, aquel "te quiero" se repetía cómo un eco en el interior de mi cabeza y siguió haciéndolo toda la noche.
EL desarrollo de la carrera presagiaba un desastre, durante los entrenos, ambos coches dieron muchos problemas, fugas de aceite incluidas. Mis peores temores parecían confirmarse. La carrera parecía ir aún peor, con el coche más potente fuera de combate. El menos potente, el número 22 parecía cumplir su cometido con creces.


Cuando acabó la carrera, el coche acabó 10, derrotado por un rival, el Honda NSX, que era de una categoría inferior, la GT2. En ese coche iba un famoso cantante que también era piloto, Masahiko Kondo, bastante famoso como cantante y solvente como piloto.
Tan pronto como acabó la carrera volví a París con un permiso especial de Nismo. Tenía un día prácticamente entero en París a mi disposición antes del vuelo. Decidí hacer un poco de turismo, lo típico, ver la Torre Eiffel y poco más. Entré en la pastelería "Ladurée", donde tuve que aguantar una cola de proporciones bíblicas para comprar unos "macarons" para Laura, un pequeño y dulce detalle para ella. 
El vuelo hacia Tokyo lo pasé dormitando. Al llegar al aeropuerto, Laura estaba esperándome. Sonriente, corriendo con los brazos abiertos para abrazarme.
- Vi parte de la carrera por la tele. Al final no estuvo tan mal, tu no contabas con que acabasen ninguno de los dos coches.
- Cierto. Mejor así.
- En una imagen enfocaron los boxes y salías tu hablando con Kondo.
En ese momento me puse muy tenso, alguno de mis compañeros del Mid Night Club pudo haber visto ese fragmento de la carrera. Intenté no pensar más en ello y me centré en Laura.
- ¿Has venido en taxi?
- No, he venido en coche.
- ¿En cuál?
- En el tuyo, en el gris, hacía mucho tiempo que no conducía y supuse que te gustaría conducirlo de vuelta a casa.
- Pues no, ahora quiero que tú lo lleves. Me hace ilusión.
Ella sonrió y me llevó hasta dónde estaba el R33. Nos subimos y ella arrancó. Me sorprendió lo bien que se adaptaba a cambiar de marcha con la mano izquierda. Iba respetando las normas, sin correr, mientras yo en lo único que pensaba era en que si hubiese llevado mi R32, iría adelantando a cuanto coche se me pusiese por delante.
- Tiene pinta de ser muy rápido. No sé, por poquito que toque el acelerador, se dispara.
- Es un buen coche. ¿Te adaptas bien a él?
- Sí, aunque es un poco grande para mí. Al principio me liaba con las marchas...
La miré, mientras conducía sonreía. En cada semáforo, me miraba y no dejaba de sonreír.
Aquella noche, Laura durmió abrazada a mí, me confesó que el tiempo que había pasado yo en Francia se le había hecho eterno, que me había echado en falta y que se sintió muy sola.
Días después tenía una batalla, algo que deseaba desde que me habían comentado la idea del shogunado. 
Al llegar el día y hora de la batalla no podía evitar mi inquietud. Al mismo tiempo que yo, llegaban Toshi, Masao y Hiro.
- ¡Buenas Devil!
- Buenas tíos, que es eso del shogunado. -mientras decía esa frase, vi que llegaba Kenji-.
- Es el rango máximo de nuestro club. Sólo los elegidos pueden pertenecer a él. Masao y yo -dijo Toshi- pertenecemos a él por antigüedad. Hiro por mérito, como entró como miembro de pleno derecho, al pasar un año ingresó en el shogunado. Tu batalla será contra el jefe de otro club.7
- ¿Qué coche lleva?
- Ése -dijo Hiro, señalando a la entrada del área de servicio-.
Ante mis ojos apareció un coche que había visto en fotos, mi rival sería un Koenig Testarossa Turbo azul.


La batalla sería hasta Yokohama. Todos los miembros del Mid Night Club habían salido a tomar posiciones para ver la batalla a lo largo de la Wangan. Masao nos seguiría y sería el encargado de darnos la salida.
Cuando empezó la batalla, pude ver que aquel Ferrari no era más rápido que mi R32, pero se había puesto en cabeza. Su conductor parecía leer mi mente. Cadavez que cambiaba de carril, él también lo hacía, bloqueando los huecos. Ir a mas de 250 km/h por una autopista plagada de camiones, deslizándonos entre ellos era como jugar al escondite con la muerte. Los camiones no hacían más que tocar los claxon en señal de protesta. A pesar de todo lo descabellado que suena, aún había un pequeño margen de seguridad.
Aquello estaba acabando conmigo, era desesperante, la salida hacia Yokohama estaba muy próxima, y no había mucho tiempo para reaccionar. En ese momento, la mentalidad japonesa se apoderó de mí. La muerte antes que la derrota, el honor del club antes que el bienestar personal. Para ganar a aquel tipo hacía falta una estrategia radical. La tenía en mente, apreté con más fuerza el volante, sonreí y pensé para mis adentros: "Ahora o nunca Devil".

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